La construcción de un relleno sanitario dejará sin sustento a los más viejos
En Matamoros, ni siquiera pepenar entre la basura es un trabajo seguro
Ampliar la imagen Por lo menos 200 personas y sus hijos buscan el sustento diario en el basurero municipal de Matamoros Foto: Juan José Hernández Reyna
Una columna de humo se alza en medio de los desechos. Es gas metano que escapa entre los escombros. Plástico, madera, cartón, todo arde en llamaradas que alcanzan dos metros de altura sin atraer la atención del pequeño Miguel Alejandro, que busca sin mucho éxito la comida del día.
Provisto de un morral, vestido con un pantalón deportivo raído y una vieja camisa de franela, el niño de 11 años está entrenado para identificar los objetos valiosos: envases de vidrio, plástico y cartón, que cambia por unos pesos a la salida.
Miguel grita festivo. Saca de entre la basura una charola con seis chuletas de puerco, todavía rosadas pero con la fecha de caducidad vencida.
En el viejo basurero municipal, en el corazón del ejido Esperanza y Reforma, al sur de la frontera, la buena suerte de Daniel se convierte en una hazaña para su familia, que por primera vez en mucho tiempo podrá comer algo más que arroz, frijoles y tortillas.
''Tal vez los niños no deberían estar aquí, pero lo hacen por ayudar a sus papás. Vienen un ratito antes o después de la escuela, se dan una vuelta a ver qué encuentran, pero el trabajo pesado nos toca a nosotros'', explica Juan Cárdenas Solís, líder de los pepenadores, mientras manotea para espantar a las gaviotas.
Este hombre de ojos hundidos y zapatos de suelas gastadas sabe que el ayuntamiento les prohibió hace siete años el trabajo infantil, pero ahora tiene una preocupación más acuciante: la apertura de un relleno sanitario regional dejará sin oportunidades a los pepenadores que no alcancen lugar en el nuevo confinamiento.
''Se están buscando opciones de empleo a través de la Sedeso. Desde el principio se les informé que con el nuevo relleno no será necesaria su presencia ahí'', informa Salvador Treviño Garza, de la Secretaría de Desarrollo Urbano.
Las 550 toneladas de basura doméstica y comercial que llegaban hasta hace un mes al relleno han disminuido a 300 por instrucciones de la dirección municipal de limpieza pública, que ordenó a los choferes de sus 20 camiones que las lleven al nuevo confinamiento, inaugurado el 21 de noviembre por el gobernador Eugenio Hernández Flores.
Jorge Durán Cavazos, jefe de limpieza pública, advierte que los pepenadores, a quienes responsabiliza de los continuos incendios en el viejo confinamiento, tienen sus días contados en esta actividad.
''Seguiremos mandando (basura) hasta finales de enero o febrero, pero al normalizarse las actividades del nuevo relleno el basurero del ejido Esperanza tendrá que desaparecer. De hecho, la Secretaría de Desarrollo Urbano ya trabaja en el proyecto para su clausura.''
La Unión de Pepenadores de Matamoros, formada por 200 recolectores distribuidos en dos turnos de ocho horas, manifestó desde el principio su inconformidad con la decisión de las autoridades municipales, que va contra su forma de vida.
A sus 68 años, Zoyla Ortiz no cree que las autoridades cumplan su promesa de conseguirle un empleo: ''A mi edad yo no puedo andar barriendo las calles. Yo soy de aquí, tengo 18 años buscando en la basura; desde que vine de San Luis (Potosí) hago esto. Mis hijos hacen esto, mis nietos también... ¿Qué nos pueden ofrecer a los viejos? ¿Andar peligrando en la calle, barriendo? Nosotros no estamos para eso''.
Cuando la oferta del gobierno municipal apunta a convertirlos en fajineros de limpieza pública y parques, los recolectores de basura se muestra escépticos, pues difícilmente los 50 ancianos que buscan el sustento entre los desechos podrían cumplir una jornada de ocho horas barriendo las principales avenidas de Matamoros.
''Es como si le dijera a un político que se venga a pepenar cuando ése no es su trabajo. Igual nosotros: lo sabemos hacer, lo hemos hecho toda la vida y hemos creado el derecho a seguir haciéndolo porque de aquí mantenemos a nuestros hijos en una ciudad donde no hay trabajo para los que están viejos o no están preparados'', dice uno de los pepenadores.
Para estos hombres y mujeres, ancianos y niños que buscan entre los residuos una manera honesta de ganarse la vida, el relleno regional que da servicio a Matamoros y a Valle Hermoso es una amenaza. Mayra Ortiz, madre soltera, se las ha arreglado para mantener a sus hijos, de cuatro y dos años, respectivamente.
''Tienen que ver que somos muchas las familias que vivimos de lo que encontramos aquí. Sólo sacamos para comer; si nos quitan esto, ¿qué nos dejan?''.
El ayuntamiento, en voz de su secretario de desarrollo urbano, Salvador Treviño Garza, y del jefe de limpieza, Jaime Durán Cavazos, informó que con el cierre del basurero municipal del ejido Esperanza y Reforma se clausura su fuente de trabajo y tendrán que buscar otras opciones.
Entre los escombros, Leonel y Miguel Alejandro, de 9 y 11 años de edad, respectivamente, hacen lo mismo que sus padres: buscan una pieza de pan o un pedazo de fruta para sus hermanos menores.
''Los niños trabajan aquí antes de irse a la escuela porque ven cómo a sus papás no les alcanza'', dice doña Rosa Avilés, mientras ve al par de chiquillos espantar con sus manos morenas una parvada de gaviotas.
En colonias como Nueva Estrella, Las Cumbres y Nueva Jerusalén una fila de casuchas de madera y cartón es el hogar de quienes no pudieron colarse a la industria maquiladora.
La escuela primaria Prisciliano Delgado, fundada hace 60 años en el ejido Esperanza y Reforma, intenta fomentar entre los niños el deseo de superación.
''Se pone mucha atención a estos niños porque sabemos en qué condiciones viven y que necesitan mucho impulso para salir adelante, para que entiendan que tienen que superarse para que cuando crezcan no hagan lo mismo que sus padres'', dice la directora, Yolanda Chavira Estrada.