Disturbios en el consulado danés que se ubica en el sector cristiano de Beirut
Se extienden a Líbano protestas contra caricaturas de Mahoma
Los destrozos dañan más el nombre del Profeta que los cartones publicados: prelado sunita
Ampliar la imagen Libaneses islamitas incendiaron ayer el consulado danés en Beirut y atacaron una iglesia al continuar las manifestaciones de repudio a caricaturas sobre el profeta Mahoma publicadas en algunos diarios de Europa Foto: Reuters
Beirut, 5 de febrero. Después de Siria, los fuegos se extendieron a Líbano este domingo con intensidad sectaria. Mientras 2 mil soldados libaneses lidiaban con manifestantes islamitas en el corazón de la Beirut cristiana, el consulado danés fue incendiado y una gran iglesia atacada por una turba, en tanto otros manifestantes que protestaban contra los cartones que hicieron escarnio del Profeta enfilaban hacia el Ministerio del Exterior libanés.
La violencia dominical en Líbano pudo haberse inspirado en los ataques del día anterior a las embajadas danesa y noruega en Damasco, o quizá fue estimulada por el mismo partido Baaz que en un principio debió permitir que se realizaran las manifestaciones en Siria.
Es más probable que las multitudes en ambas ciudades hayan recibido permiso de las autoridades para sus protestas, pero los manifestantes pronto se vieron abrumados cuando extremistas sunitas -en Líbano tal vez del partido del salafista Hezb al-Tahrir en Trípoli, y palestinos también wahabitas del campo de refugiados de Ein el-Helweh- llegaron con palos y piedras a asaltar y prender fuego a la instalación danesa, atacar la iglesia de St Maroun y marchar hacia el ministerio. Si tal fue el caso, muestra con qué rapidez dos gobiernos nacionalistas árabes pueden ser desafiados por islamitas dentro de su propio territorio. Fue necesario desplegar los dos mil elementos de las fuerzas de seguridad libanesas en Beirut oriental para contener a los amotinados con gas lacrimógeno y disparos al aire.
Para Líbano, dividido en líneas sectarias desde su creación por los franceses, en el decenio de 1920, fue un día sombrío y amargo, tal vez el peor desde que el ex primer ministro Rafiq Hariri fue asesinado, el 14 de febrero del año pasado. Llevó manifestantes musulmanes al centro de Beirut oriental, el sector cristiano, donde se ubica el consulado danés. Los carros de bomberos en llamas y los automóviles destrozados trajeron a la mente negros recuerdos de la guerra civil libanesa, que duró 15 años. Poco extraña, pues, que Charles Rizk, el ministro de Justicia, haya preguntado con furia, "¿Qué culpa tiene el pueblo de Ashrafieh de unos cartones publicados en Dinamarca?" Ashrafieh, inútil es decirlo, es un barrio casi totalmente cristiano de Beirut.
Fouad Siniora, primer ministro libanés -quien, conforme a la constitución no escrita del país, debe ser sunita-, insistió en que no era la forma adecuada de expresar la indignación musulmana. Un prelado sunita que apareció en las calles, en un vano intento por calmar a los manifestantes, afirmó: "Hoy han hecho más daño al nombre del Profeta que las caricaturas de Dinamarca".
Por lo menos 30 personas fueron detenidas y las autoridades libanesas anunciaron más tarde, como era de esperarse, que la mayoría eran "extranjeras". Siempre que hay disturbios civiles en Líbano se culpa a extranjeros, como ocurrió durante toda la guerra civil, aunque en esta ocasión sería interesante ver si había sirios entre ellos. Políticos cristianos se quejan de que el gobierno libanés, sabiendo que habría actos de protesta, debió mostrar más "firmeza" hacia los manifestantes: por "firmeza" quieren decir "tirar a matar".
De hecho, fue un logro que las fuerzas libanesas evitaran matar a algún manifestante; los "mártires" sólo habrían originado protestas más violentas. La batalla de este domingo en el este de Beirut estuvo en marcado contraste con la forma en que los soldados israelíes enfrentan a los manifestantes árabes. Los libaneses, lejos de disparar sobre la muchedumbre, la echaron atrás con cañones de agua.
El Ministerio del Exterior de Dinamarca instó a todos sus nacionales a salir de Líbano -consejo un tanto exagerado, dados los sentimientos cálidos en general de la mayoría de los libaneses hacia los escandinavos-, en tanto el gobierno noruego, más razonable, recomendó a sus ciudadanos no salir a la calle. Pero no hay duda de que esos ridículos cartones publicados originalmente en Copenhague en septiembre pasado han encendido un pequeño infierno en todo Medio Oriente. En Nablus, palestinos armados irrumpieron este domingo en el centro cultural francés. En Qatar, el gobierno anunció que no aceptaría más delegaciones comerciales de Dinamarca. Irán mandó llamar a su embajador en Copenhague.
Era predecible que Estados Unidos y Gran Bretaña, que tienen los mayores intereses económicos en el mundo árabe, fueran mucho más claros en condenar las caricaturas que las naciones europeas, las cuales pasaron mucho más tiempo hablando de las demandas del secularismo que del reclamo de los musulmanes de que no se les insulte. Por desgracia, en Copenhague el tufo de la doble moral comienza a flotar demasiado alto.
Apenas hace 10 días, las autoridades holandesas bloquearon la transmisión de dos canales de televisión por satélite -uno de Líbano, el otro de Irán- supuestamente porque propagaban el odio. Al-Manar, propiedad del Hezbollah libanés, y Sahar TV1, de Irán, fueron retirados del aire porque difundieron "comentarios antisemitas y radicales (sic)", según el Ministerio de Justicia holandés. Afirmó que los canales "glorificaban los ataques terroristas". Sea cierto o no, e incluso si los holandeses tuvieron razón en proscribir los canales por difundir odio racial, tal acción fulminante contra estaciones televisoras musulmanas se ve mal al lado de los desconsiderados comentarios de ministros daneses ante caricaturas que según los árabes sugieren que todos los musulmanes son asesinos o atacantes suicidas.
Riesgoso llamado a "despertar"
Este domingo en Beirut se podía ver a manifestantes musulmanes con mantas verdes que llevaban la leyenda "¡Oh, nación de Mahoma, despierta!" El peligro para Ocdidente, así como para las dictaduras y semidemocracias de Medio Oriente, es que muchos miembros de esa nación de Mahoma atiendan ese llamado. Ya en Líbano, supuestamente secular, por ejemplo, el fin de semana nacional de sábado y domingo ha sido remplazado en las ciudades de Trípoli y Sidón, de mayoría sunita, con sabbaths desde el viernes en los que toda la vida comercial se suspende el día entero. En Beirut sigue funcionando, pero cierra el domingo.
La misma Siria es en su mayoría una nación sunita gobernada por alawitas -rama del chiísmo-, y no es difícil ver que, con el mínimo estímulo baazista, las manifestaciones del domingo se convirtieron de inmediato en una protesta sunita. La embajada noruega había demandado protección extra de las autoridades sirias, pero no recibió lo que pedía. Entre los europeos en Damasco habrá muchas preguntas por este motivo, porque el problema sigue siendo el mismo: ¿quién manda en Siria?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya