Evo, la reivindicación
Bolivia ha sido una de los naciones que más han sufrido el saqueo de sus riquezas naturales a manos de empresas trasnacionales, las que en un lapso de 12 años y coludidas con los gobiernos locales, lograron inducir y trastocar el marco legal hasta apoderase de los hidrocarburos, privatizándolos y reduciendo a menos de la cuarta parte el pago de los impuestos y regalías -modelo que recientemente intentaron los foxistas y sus aliados imponer en México, por fortuna sin éxito-, acentuando la pobreza ancestral que padece la población, indígena en su mayoría, y generando recurrentes crisis sociales y políticas por la exclusión de que son objeto.
La crisis más reciente propició la polarización de Bolivia, configurándose dos grupos con posiciones radicales y encontradas: quienes pretendían mantener sus privilegios en la explotación de los hidrocarburos y los que exigen el rescate y la nacionalización de los recursos naturales, aún de inmensa cuantía, con la esperanza de mejorar su situación, hoy en extrema pobreza.
Abanderando un gran movimiento de reivindicación de los pueblos indígenas, no obstante la dura campaña de descalificaciones de las que fue objeto de la comunidad internacional, en un fallido intento por desacreditarlo, Evo Morales logró lo que en Bolivia no ocurría desde hace 40 años: el respaldo mayoritario de 54 por ciento en las votaciones, además del control del Congreso nacional para su partido.
Ya electo, rápido, Evo recorrió varios países, con cuatro propósitos: visitar a sus vecinos, apaciguar inquietudes, invitar a actuales y futuros socios y a quienes legitimarían la posesión del encargo. Y le fue bien. A la fecha sólo se conoce la negociación con España, donde fue recibido por el rey y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero: Evo logró el canje de su deuda de 120 millones de euros por programas educativos y que el Fondo Monetario Internacional condonara 200 millones de dólares a su gobierno. Conversó asimismo con el presidente Jaques Chirac, en Francia, y visitó otros países, entre ellos China. Ya se conocerán los resultados de esta gira.
En su toma de posesión fue duro, pero también moderado. Como jefe de Estado sabe que el radicalismo sólo lo puede conducir a la inestabilidad e incluso a la confrontación entre los diversos segmentos sociales de su pueblo.
De su largo discurso hay que rescatar el combate a la corrupción, la lucha por las tierras improductivas, pero respetando las productivas, aun si están constituidas en latifundios. También se mostró precavido, sabedor de que arrancar de tajo los privilegios a los grupos de poder puede aliarlos en su contra. A Estados Unidos le propuso un acuerdo de lucha efectiva contra el narcotráfico, lo cual ya genera problemas, pero advirtió que ese combate no será pretexto para intentar el dominio o el sometimiento de su pueblo.
Ya en su calidad de gobernante, señaló que "ahora corresponde hacer lo que el pueblo pide", por lo que él "mandará obedeciendo". Con habilidad, y aprovechado su capital político, ha enfocado su actuación a resolver tres asuntos de mayor trascendencia para la supervivencia de Bolivia como nación: los hidrocarburos, la Asamblea Constituyente y las autonomías provinciales.
En el caso de los hidrocarburos, para aminorar los ánimos, Evo aclaró que no habrá expropiaciones, sino renegociación de contratos; las compañías petroleras tendrán que pagar impuestos y regalías justas y el Estado recuperará la propiedad de los hidrocarburos; a cambio, se respetarán los activos de las empresas y trabajarán en un marco de seguridad jurídica. Inteligente, negoció en corto con las trasnacionales incrustadas en Bolivia: la española Repsol, Total en Francia y Petrobras en Brasil, que en conjunto explotan 65 por ciento del gas boliviano. El resultado fue bueno con las tres, que aceptaron una nueva relación contractual y reconocieron la propiedad estatal de los energéticos de aquel país; Evo les aseguró el derecho a recuperar inversiones y las ganancias que por ley les correspondan.
Así, la primera acción fue registrar la propiedad de las reservas a nombre de Bolivia, tanto en las bolsas como en otras instancias internacionales, medida que significó a Repsol una reducción de 25 por ciento de "sus" reservas probadas y de 7.6 por ciento del valor de sus acciones.
El nuevo presidente se ha mostrado como un gran negociador para beneficio de su pueblo. Y ya Alvaro García, su vicepresidente y mano derecha, ha comunicado a Argentina que no le continuarán vendiendo gas a un precio solidario, lo que hoy significa pagar cinco veces más barato el gas que el precio internacional; las negociaciones continúan, pero Argentina deberá evitar interferir sobre el territorio ajeno.
Restan a Evo grandes desafíos: generar una nueva Constitución, con la que espera dar más poder a la población indígena, el segmento más pobre y siempre excluido y sometido, así como enfrentar las demandas autonómicas de Santa Cruz y Taijira -provincias asentadas sobre las mayores concentraciones de recursos energéticos-, cuyos líderes empresariales desean continuar administrando. Por lo pronto, no ha perdido tiempo: ha convocado a un referendo, sabiendo que su capital político puede darle otro triunfo democrático, que los grupos minoritarios -la oligarquía- deberán respetar. Manteniendo el respaldo de su pueblo, cumpliéndoles a quienes lo eligieron, Evo podrá estar seguro de que su gobierno será respetado.