En caliente, ante un discurso fascista
George W. Bush apeló, con un discurso fascista, al patriotismo y a la unidad nacional detrás de él, al igual que después del tan misterioso 11 de septiembre y de la invasión de Afganistán e Irak programada desde hacía tiempo. Tuvo éxito en la Cámara, donde los demócratas secundaron algunas de sus peores afirmaciones o callaron ante otras, y tuvo éxito en el país, sobre todo porque la oposición demostró compartir la estrategia internacional de Bush y balbuceó sólo algunas objeciones sobre Irak, lloriqueando por los efectos sociales desastrosos de la política económica gubernamental, pero sin siquiera esbozar una alternativa (¿a quién hay que sacarle, en efecto, los fondos para dar seguro social a los 46 millones de personas de carecen de éste o para alfabetizar a los 11 millones de personas que no saben ni leer los letreros del autobús?). Bush abrió el camino para dejar atrás los graves problemas económicos y sociales actuales de su país lanzándose a la aventura internacional. Lo hizo construyendo un bloque entre el gran capital, los jefes de las fuerzas armadas, el clero más conservador y la derecha de los demócratas. Tiene las manos libres y se siente triunfante. Por eso dice, contra lo que establece la Constitución, que las decisiones sobre cómo hacer la guerra en Irak y sobre cuánto durará ésta están en manos de los mandos militares.
Por eso insiste en que Estados Unidos "no se retirará del mundo" (que es el campo de acción de su potencia imperial por designio divino para buscar instaurar en todas partes "la libertad y la democracia", como hizo en Irak, con bombardeos, ocupación y matanzas). Por eso repite contra Irán, palabra por palabra, las acusaciones que le permitieron invadir a Irak sobre la base de fabricaciones de datos y de mentiras, y amenaza con una agresión a Teherán, supuesta base de terroristas y supuesta amenaza al mundo con el arma nuclear. Por eso osa decir que el Islam se convirtió en una doctrina terrorista, sabiendo que así se enajena inclusive a las monarquías y a los gobiernos más conservadores de los países mediorientales (además, en su decisión de cortar en pocos años 75 de sus importaciones de petróleo de los países del Golfo, está implícita la reducción drástica de la importancia de esos aliados locales del imperialismo, los cuales podrían tener que pasar a financiar a los palestinos y a hacer frente con Irán).
Preparando la guerra piensa en el frente interno. Y para éste tiene la Patriotic Act, que es un ataque brutal a los derechos democráticos, el espionaje a los "sospechosos" que la CIA declare tales, el respaldo de todo tipo a ésta y otros organismos de seguridad, el atropello a los demócratas. Su política internacional, como la fascista, es la del espacio vital (para la seguridad estadunidense), es la del unilateralismo en las decisiones (ni nombró a la ONU y a sus aliados que, como en el caso de Irak, deberán atenerse a lo que él decida). Y su política cultural es la de la ultraderecha (no a los matrimonios de gays y lesbianas, no a los jueces "que legislan", el "poder de Dios" como valor supremo en todo y para todo), para transformar el conservadurismo tan común en su país en la amalgama para la unidad nacional detrás de una política fascista, sin la cual no puede haber ninguna nueva guerra ni puede subsistir siquiera la expedición empantanada en Irak.
El pobre alcalde demócrata de Los Angeles respondió sólo recordando la pobreza de su mamá y los consejos de ésta y ofreciendo algunos datos concretos sobre el estado del país. Pero Bush no los ignora: precisamente porque los conoce corre hacia delante como expresión del temor a que la debilidad del mismo se agrave y como conciencia de que aún le queda la tremenda superioridad militar que todavía le permite una aventura. ¿Hitler acaso creía que Alemania habría podido vencer simultáneamente a la Unión Soviética, a Inglaterra, Francia y Estados Unidos? Sabía en cambio que si atacaba a esos países en tiempos distintos y con audacia, con una fuerza menor podría destrozarlos por separado. Ese es el cálculo de Bush, que ve crecer económicamente a China e India, y ve con peligro una posible sinergia entre ellas, Rusia y la Unión Europea. La frase "Estados Unidos no se rendirá" expresa la decisión de combatir preventivamente y, al mismo tiempo, la claridad de que, de no hacer eso, después podría ser muy tarde y sólo le quedaría, como a Hitler, la rendición...
Con una oposición como la demócrata, que ni siquiera le recordó el caso Enron y los escándalos de su gabinete ni dijo nada sobre su política internacional aventurera, tiene las manos libres. No habló del terrorismo israelí ni del muro contra los mexicanos y centroamericanos, tampoco habló de Cuba ni de Venezuela y aún menos de Bolivia; sólo reafirmó su política ilegal, xenófoba y agresiva rechazando la amnistía para los trabajadores indocumentados. Pero no necesita hablar de "esos problemas menores". Porque mantener la ocupación de Irak lleva a la guerra contra Irán, supuesto santuario de los revolucionarios. Y la guerra contra Irán es el sueño de Israel y sería el golpe de muerte a los palestinos, mientras que independizarse del petróleo medioriental supone controlar totalmente el de México y Venezuela (¿acaso no le propuso Bush a Fox un acuerdo para "no depender del petróleo extranjero" pues el de Pemex, evidentemente, ya está contabilizado como propio por la Casa Blanca?).
En resumen: el gobierno fascista efectivamente está en un año electoral y está débil y desprestigiado, pero ha decidido ir hacia delante. No hay que quedarse en el folclore: también Hitler y Mussolini daban risa, pero eran serios.