FUSILERIAS
Platón, George W. Bush y los neocons
RELACIONAR al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, con un filósofo, cualquiera que éste fuera, parecería un disparate o al menos un despropósito. Pero es justo lo que el consultor en estrategia francés Mikael Garandeau hizo para un número especial sobre Platón que Le Magazine Li-ttéraire publicó en noviembre.
Después de la llegada de Ronald Reagan al poder, en 1984, una generación de neoconservadores o neocons, inspirados en La República y Las Leyes, de Platón, tomaron progresivamente el poder en Washington con el objetivo de poner alto a la decadencia de la democracia liberal, renovarla con la virtud y asegurar la paz de la nación.
Formados en la escuela de Leo Strauss, gran lector de Platón, estos ''conspiracionistas" están decididos a aferrarse al poder político y mediático de Estados Unidos. En este ''complot platónico-straussiano", como lo denomina el analista, participan hombres clave del círculo cercano al gobernante texano, como Paul Wolfowitz, Richard Perle, Robert Kagan, Clarence Thomas y John Ashcroft.
Sin embargo, como sucedió con la obra de Friedrich Nietszche durante el nazismo, esta cauda de neocons pervierte el pensamiento del filósofo griego, pues nada hay más alejado de él que el intervencionismo del gobierno republicano, basado en una mezcla de utopismo y voluntarismo delirantes.
La posibilidad teórica de un buen régimen, según Platón, está basada en la existencia efectiva de un ciudadano sabio, como Sócrates. Para que haya hombres sabios es necesario que un buen legislador los eduque, pero ¿quién formará a los primeros educadores? Sólo la suerte permitió a Atenas tener a Sócrates, pero resulta fútil creer que una ciudad corrompida pueda engendrar sabios.
El modelo pervertido de Leo Strauss, quien debió creerse el Sócrates del imperio, impulsa una renovación intelectual de la derecha estadunidense, critica la modernidad liberal y apuesta más a lo que Albert Wohlstetter llama ''conflictos nucleares de baja intensidad". ¿Cuál Platón?