Usted está aquí: martes 31 de enero de 2006 Ciencias La hormona del deseo

Javier Flores

La hormona del deseo

El deseo sexual es algo que todos los seres humanos apreciamos. Se trata de una fuerza vital, capaz de mover montañas y trasformar al mundo. Es donde los seres más racionales pueden, por fin, reconocerse animales. Es despertar y decidir qué hacer y cómo hacer las cosas, inclusive atreverse a arriesgar y equivocarse. Es libertad. Por eso la limitación del deseo ha sido y es una forma de control de lo humano.

En los inicios del siglo XX, un campo del conocimiento experimentó una explosión, pues cada nuevo hallazgo representaba mayor comprensión de las funciones humanas, es decir, de lo que somos. Se trata de la endocrinología, disciplina que se ocupa de las hormonas, sustancias químicas producidas en ese entonces en las glándulas de secreción interna. Aspectos muy importantes de la sexualidad y la reproducción podían explicarse al fin por medio de moléculas que se liberan en la sangre y provocan cambios en las formas y la función de múltiples estructuras orgánicas. Pero el deseo pocas veces formó parte de sus objetivos... hasta ahora.

Recientemente se ha ensayado el empleo de hormonas en el tratamiento de algunas condiciones en las que ocurre la modificación del deseo sexual. La reducción o la pérdida del deseo se presenta en algunos casos, como en enfermedades que afectan la función de los testículos o los ovarios. También en personas jóvenes sometidas a intervenciones que implican la remoción o afectación de estas estructuras, como en el tratamiento del cáncer. La menopausia y la andropausia serían los ejemplos de esta alteración a consecuencia de la edad. Estos casos permiten entender los aspectos endocrinos relacionados con el deseo sexual, pues han estimulado su estudio y la búsqueda de soluciones.

Uno de los errores o excesos iniciales de la endocrinología fue considerar que había hormonas femeninas y masculinas: los estrógenos y la progesterona eran sustancias que definían lo femenino, mientas los andrógenos como la testosterona lo eran de lo masculino. Era una forma muy simplificada de definir dos sexos. La primera sorpresa ocurrió en 1958, cuando Zender encontró las hormonas típicamente masculinas en los folículos ováricos de mujeres. Con el tiempo la imagen de esta dicotomía tenía que transformarse, pues tanto mujeres como hombres producen las mismas sustancias.

La reducción de testosterona en los hombres mayores de 65 años provoca fatiga, debilidad, reducción de la masa muscular y caída del deseo sexual, aspectos que pueden corregirse con la administración de andrógenos. Es importante aclarar que fármacos como Viagra, Cialis o Levitra, si bien permiten prolongar la actividad sexual por sus efectos sobre la erección, no tienen ninguna consecuencia sobre el deseo.

En mujeres, algunas de las alteraciones asociadas con la menopausia, entre ellas la reducción del deseo sexual, se deben también a la reducción de andrógenos, hormonas consideradas "masculinas". En esta condición la androstenediona se reduce en 50 por ciento y la testosterona en 30 por ciento. Si bien los efectos adversos de la menopausia habitualmente se tratan con hormonas "femeninas", como los estrógenos y progestinas, desde los años 90 del siglo pasado se han documentado beneficios con la administración adicional de andrógenos. De acuerdo con autores como Homer G. Chiang, su empleo elimina o reduce la mayor parte de los síntomas, como fatiga, irritabilidad, bochornos, nerviosismo, depresión, pérdida de la memoria, insomnio, dificultad para concentrarse, ataques de llanto y pánico, y corrige la reducción del deseo. Es interesante notar cómo la mayor parte de los estudios se han dirigido preferentemente a la menopausia y muy poco a la andropausia, sobre la que no abundan descripciones tan detalladas.

La pérdida del deseo sexual en mujeres jóvenes ha estimulado la investigación sobre el empleo de la testosterona. En los casos de menopausia quirúrgica, cuando se elimina el útero y los ovarios en algunos tipos de cáncer, la administración de andrógenos puede restablecer el deseo, con lo que se recupera la sensación de bienestar. Aunque los efectos adversos son mínimos, hasta ahora no ha sido aprobada la introducción de estos tratamientos a nivel comercial. En este siglo se ha ensayado con éxito un parche que, colocado sobre la piel, permite la liberación de pequeñas cantidades de testosterona, que mantiene elevado el deseo. Es posible pensar que en el futuro, además de su empleo en las condiciones ya descritas, pueda estar disponible para todo el mundo.

Así, puede decirse que hay una hormona del deseo, la testosterona, que pudiera desempeñar un papel importante en este aspecto de lo humano, aunque todavía deberá ser estudiada a profundidad, sobre todo para eliminar cualquier tentación determinista.

 
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