Usted está aquí: martes 31 de enero de 2006 Política Los muros y la memoria

Marco Rascón

Los muros y la memoria

Leí de Borges en su serial de ensayos Otras inquisiciones que el hombre que ordenó la construcción de la Gran Muralla china, el emperador Shih Huang Ti, al mismo tiempo mandó quemar todos los libros anteriores a su reinado, porque concebía que él era el inicio de la historia y, por tanto, no debería invocarse ningún emperador anterior. Consideró que debía enterrar y desaparecer 3 mil años de cultura y, dado que la historia empezaría con él, únicamente su imperio sería recordado.

De esto se desprende que los muros no demuestran fuerza, sino miedo. Los imperios de la actualidad, contrariamente al impulso que reciben en la globalización, tratan de aislarse del hambre, la pobreza y la falta de oportunidades que han creado en el resto del mundo. El norte que envejece trata de protegerse del sur joven que lo invade y que poco a poco busca sustituirlo en sus propias entrañas.

La dinastía Bush (Jeb se prepara para suceder a George Walker) intenta contrarrestar su incompetencia en la competencia mundial y el fracaso de su política continental levantando un muro y buscando acabar con la historia anterior al 11 de septiembre de 2001. Los atentados en Nueva York (no se sabe aún si los del Pentágono fueron ciertos, pues ya nadie los menciona ni investiga) fueron los cimientos de la muralla estadunidense contra el mundo.

De su espacio ya no salió el american way of life como oferta económica y cultural, sino las ofensivas militares contra Irak, y ahora, queriendo llevar la guerra a Irán. Pero no sólo eso: el imperio exporta murallas, como ha sido el bloqueo contra Cuba, y busca crear conflictos que al final terminarán en matanzas de la población civil, como en Medio Oriente.

La creación de muros para separar a palestinos y judíos sólo intensificó la violencia. Esta era quedará marcada por la dinastía Bush y las murallas: es la era del miedo y la ignorancia, tiempo del consumo y el olvido.

Todo imperio busca ser el principio y el final, es decir, una esfera como la de Colofón, cuyo centro esté en todas partes y la circunferencia en ninguna. Sus fronteras muestran su miedo, cada vez más grande, y se amplían creando histeria y con amenazas.

Cuando se discutía el Tratado de Libre Comercio, a principios de los noventas, fueron muchas las advertencias de que el trabajo y la migración laboral no podían quedar sin acuerdos ni derechos para los trabajadores. El gobierno de Carlos Salinas, para ser aceptado dentro de la muralla del norte, consideró que el tema era un obstáculo, así que hizo acuerdos en todas las mercancías, menos en la del trabajo, que es hoy la más importante que exporta México.

En la idea del libre comercio y la integración, en Europa existieron fondos de compensación para disminuir las asimetrías entre una economía y otra, que a su vez estableciera el libre flujo de ciudadanos de un país a otro. En nuestro caso no sólo no hubo fondos de compensación, sino que la debilidad de México fue utilizada para desmantelar nuestra economía y apenas dejarnos respirar con oxígeno artificial. Cuando más de 10 millones han emigrado legal e ilegalmente, luego de aislarnos de América Latina, nuestra identidad originaria, nos amenazan con un muro y un pretendido bloqueo a la migración.

Hoy es tanto el odio del emperador Bush, que ha buscado equiparar la mercancía trabajo con el narcotráfico. La ilegalidad del trabajo y los migrantes ha hecho que proliferen organizaciones criminales de tráfico humano de la misma manera que la ilegalidad de las drogas hace cada vez más rentable el mercado del narcotráfico.

Para el emperador Bush es lo mismo tráfico de drogas que migración humana, creada por ellos, luego que destruyeron, mediante un tratado comercial -el Tratado de Libre Comercio- injusto y traidor para México, la economía al sur del río Bravo.

Para ello también era importante acabar con la memoria. Hombrecillos como Bush han ido creando hombrecillos como Fox y como los que andan por el país ofreciendo salvar al país, prometiendo controlarlo.

El muro del miedo y la ignorancia ya existe. Hoy, paradójicamente en los tiempos de la globalización, rigen los muros y el olvido, la lucha contra la memoria.

Estados Unidos ya no puede vivir sin el oxígeno que le dan los migrantes; no obstante, no puede construir una muralla como tal, por lo que su propuesta es reconstruir el muro del miedo y la intolerancia, los ánimos racistas y proteccionistas: el muro del odio contra lo que él mismo propició.

Los muros son profundamente antihistóricos y por ello los pueblos siempre terminan por derrumbarlos. Por eso no podrán levantarlos en la frontera norte y por eso mismo también el bloqueo contra Cuba y el muro proteccionista del Area de Libre Comercio de las Américas tienen el tiempo contado.

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