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30 de enero de 2006 |
LA
CONTINUIDAD
Víctor
M. Godínez Los candidatos a la Presidencia de la República no han detallado sus propuestas económicas, pero sus pronunciamientos generales ya delinean la orientación fundamental de lo que podría llegar a ser su estrategia en este campo. Así es al menos en el caso del candidato del PAN. De lo dicho y ofrecido hasta ahora por Felipe Calderón queda claro que su opción económica es mantener inalterado el esquema del actual gobierno. Un esquema que en sus aspectos esenciales refrendó y dio continuidad a las estrategias instauradas por sus predecesores Salinas y Zedillo. No se trata sólo de garantizar la estabilidad macroeconómica, aspecto en el que además todos los candidatos parecen concordar. Se trata sobre todo de dar continuidad a una estrategia que identifica a las fuerzas del mercado como el principal si no es que único factor eficiente de regulación y equilibrio económico y social. Para Calderón, entonces, la insatisfactoria situación económica del país, que reconoce, tiene un origen estrictamente político. Según Calderón, lo que ha fallado es la construcción de consensos para implementar la política económica y aprobar iniciativas de reformas que, como la laboral y la energética, han sido detenidas en el Congreso. En congruencia con el estribillo de la presidencia de Fox, según el cual la economía no crece y pierde competitividad debido a la falta de "reformas estructurales", Calderón ofrece completar la tarea de los últimos tres gobiernos, haciendo lo que Fox no hizo (armar un gran acuerdo político en favor de las mágicas reformas) y enmendando lo que no se haya hecho bien, pero sin cambiar el rumbo. Dado que es casi imposible que el próximo presidente cuente con mayoría en el Congreso, se impone la pregunta: ¿cómo piensa Calderón asegurar el apoyo necesario a las reformas? En este punto las cosas dejan de ser claras. A quienes se lo han preguntado, el candidato panista responde con una arrogante apología de sus atributos personales ("valor y pasión"). Además de insuficiente, esta respuesta puede ser políticamente contraproducente, pues Calderón, como ex secretario de Energía del gobierno actual, es corresponsable del más reciente naufragio legislativo de la reforma energética. Tampoco debe olvidar que la primera vez que esta reforma se atoró en el Congreso fue en el gobierno de Zedillo, cuando los legisladores del PAN, del que Felipe era alto dirigente, se negaron a aprobarla. Y se negaron no por convicción, sino por cálculos políticos. El candidato del PAN tendrá que resolver un problema táctico en su campaña y de coherencia en sus propuestas. De la obra de gobierno de Fox es realmente poco lo que podrá utilizar como argumento en pro de la continuidad económica. Suena poco elegante y es políticamente incorrecto, pero, para la mayoría de los votantes, la gran masa que en democracia decide la elección, la estabilidad macroeconómica no es argumento suficiente en un cuadro de casi estancamiento como el que dejará Fox. A la hora del voto lo que cuenta es si se tiene o no un trabajo remunerativo, si mejoraron o no el bienestar y las expectativas de progreso personales y familiares. A Calderón le convendrá que la discusión electoral se aleje tanto como sea posible de la evaluación del desempeño foxista. Pero si el panista desliza el debate electoral hacia sus propias características personales y las de sus contendientes, terreno en el que cree tener todas las ventajas ("sé cómo hacerlo", "represento el futuro"), tarde o temprano deberá explicar de manera convincente su fracaso político para sacar adelante la reforma energética § |