EL DESAFIO CHINO |
30 de enero de 2006 |
Si
de por sí ya era grande, resulta que la
economía china ha crecido
más de lo que se creía. Y lo ha hecho con una inesperada
expansión del
sector servicios con la creación de una vasta clase media. Para
los
líderes de ese país profundamente desigual la
presión de los estratos
urbanos y la creada por los inmigrantes rurales abre una puerta al
conflicto social.
Avi Temkin, Jerusalén Los comunicados de prensa de oficinas nacionales de estadística no suelen llamar la atención de políticos, inversionistas o incluso los medios de comunicación. De hecho, sólo las cifras de las economías más grandes del mundo llegan a los titulares, generalmente en un contexto puramente financiero o económico. Sin embargo, cuando se trata del dragón chino, el mundo ha aprendido que las estadísticas tienen repercusiones relevantes y ahora hasta de carácter global. Por eso, cuando la Oficina Nacional de Estadísticas china anunció el pasado 19 de diciembre que las previsiones ajustadas del producto interno bruto (PIB) indicaban que la economía era 17 por ciento más grande que lo que se había supuesto, el efecto fue inmediato: el PIB de China "creció" 300 mil millones de dólares, más o menos equivalente al PIB de un país mediano de Europa, o poco menos de la mitad del de México. A partir de ese ajuste, China recalculó su tasa de crecimiento anual de 2005, elevándola de 9.4 a 9.8 por ciento. La economía china no es sólo mucho más grande de lo que se pensaba, sino que crece a un ritmo que le permitirá sobrepasar a Francia y Reino Unido en unos cuantos años. De mucho mayor significado fue el anuncio oficial de que gran parte del producto adicional fue creado en el sector de los servicios (comercio, financieros y personales) y no en la industria exportadora. Hay que recordar, que en términos del producto por habitante China es todavía una economía pobre. De hecho, según las estadísticas internacionales, ocupa el lugar 129 global, debajo del promedio de Asia, e incluso del promedio de Oriente Medio. El peso del sector de servicios, generalmente indicativo del grado de desarrollo, es mucho menor en China que en los países industriales. Pero los promedios son un mal indicador para analizar la actual coyuntura y sus implicaciones. La inesperada expansión de un sector de servicios que poco depende de las exportaciones o de inversiones multinacionales expresa el desarrollo de un estrato urbano sobre todo en la costa oriental del país con ingresos mucho más altos que el promedio nacional. A medida que este grupo crezca, su importancia política tendrá que ser tomada en cuenta por los líderes del Partido Comunista de China. Las futuras demandas de este grupo social, en lo que respecta a la cantidad y calidad de productos y servicios que demandan, afectarán la política económica del país. La expansión de los patrimonios familiares tendrá fuerte efecto en el desarrollo de leyes de propiedad o de medidas impositivas. El problema de la creciente desigualdad en los últimos años puede llegar a proporciones críticas, alentando presiones sociales y estimulando la emigración del campo a los centros urbanos. Hay una necesidad cada vez mayor de absorber cientos de millones de personas, potenciales emigrantes del campo a la ciudad, de una manera que evite conflictos sociales, económicos y políticos. El aumento de una clase de asalariados urbanos, con relativos altos ingresos, será, a corto y mediano plazos, sólo un factor adicional que influirá en las decisiones de los líderes del país. Tarde o temprano, habrán de descubrir que la estructura social china demandará ajustes y cambios de proporciones históricas. En lo que respecta a las empresas multinacionales, es claro que el creciente poder de compra de los consumidores chinos será más relevante en los próximos años. La industria automotriz global ha "descubierto" el mercado chino. El ajuste antes señalado de las cifras del crecimiento significan que los planes de inversión y expansión tendrán que ser revisados y probablemente acelerados, en vista de una expansión de la demanda interna. El desarrollo del mercado interno representa una forma de encarar lo que se considera como el desafío chino. Políticos, sindicatos y organismos internacionales piensan que sólo es posible resolver los desequilibrios que se han generado en la economía mundial con la cooperación del gobierno para elevar el nivel de consumo en ese país. El estímulo de la demanda mediante un creciente número de consumidores urbanos podría ser parte de tal solución. Es útil señalar otra serie de números que indican a las claras los dilemas de la política económica y comercial de Pekín. De acuerdo con las cifras de la balanza comercial, en 2005 se registró un fuerte crecimiento del superávit de 102 mil millones de dólares. La cuestión es que esta situación se manifiesta en un creciente problema de desempleo tanto en Europa como en Estados Unidos. De ahí surgen las demandas de una apreciación del yuan, que reclaman los gobiernos y organismos financieros para encarecer los productos chinos de exportación. Por eso la táctica china se ha basado en adoptar medidas que aparezcan como pasos en la dirección del deseado acomodo como la banda de ajuste introducida el pasado julio, pero al mismo tiempo evitar una mayor revaluación del yuan. La necesidad de exportar y no perder mercados seguirá siendo el principal objetivo de la política comercial de China, pues de eso depende la creación de sus propios empleos. Esa táctica ha tenido éxito, por lo menos hasta ahora. De acuerdo con las estadísticas oficiales, el flujo de inversiones a China se ha reducido de forma considerable en los meses recientes, sobre todo por una baja de los capitales especulativos de corto plazo. Al evitar una rápida revaluación de yuan, Pekín fue capaz de convencer a esos capitales de que, a corto plazo, las probabilidades de obtener altas ganancias serían muy reducidas. Por otro lado, los riesgos de esta situación no pueden ignorarse. Al esterilizar los flujos de dólares que entran a China, puede haber una expansión monetaria que amenace la estabilidad financiera del país. La pregunta es si será posible sostener esta política, incluso a corto plazo. Los mercados de dinero registraron durante la primera quincena de enero elevadas ganancias en monedas asiáticas. El flujo de capitales a corto plazo ha sido desviado al resto de Asia, cuyo ritmo de crecimiento es un eco de lo que sucede en China. La amenaza de la inundación monetaria estará presente un buen tiempo, la contradicción entre la necesidad de crear empleos y la presión para revaluar el yuan puede llevar a China al borde de un abismo § |