Caracol colombiano
Rojo humo salía de la muleta atabacada de Cesar Rincón en esos redondos cargando la suerte ¡ay que redondos! Culebra colorida de seda, ciñendo el roce de los pitones que acariciaban los muslos del torero. Vuelo de mariposas revoloteando jugaban en la palma de la mano del torero colombiano. Lumbre en los ojos tenían los aficionados al contemplar el doctoral y ondulado toreo de la primerísima figura que es Cesar Rincón, quien daba cátedra de lo que es el toreo y lo que es pagar pases.
Río de lumbre y frío en el toreo de Cesar, innata elegancia torera y peculiar genialidad imaginativa. Giraban la guajira y el danzón en un son, salpicados de cante hondo seco que unía calma y desplante. Circulaba el toreo en el redondel y aumentaba la emoción en el tendido. Señor del aire torero, recordaba la pureza del toreo que parecía olvidada.
Le sobra poderío y un valor sin aspavientos al torero de Colombia. Citaba a los quedados bureles de Bernaldo de Quirós a la distancia adecuada, la muleta adelante y se traía toreado al toro, rematando cada pase debajo de la cadera. Abría su maleta, el resquicio del toreo y aparecía el poema de la vida del torero. Ese poema que va más allá de la realidad del yo, ese que muy pocos consiguen realizar. Todo ello con dos toritos suaves pero débiles, tardos para embestir y otro, el tercero, peligroso, con el que brilló su capacidad torera.
Ante el maestro Cesar Rincón, El Zotoluco despachó a su primero toro protestado por falta de trapío. Pero en su segundo, suave, débil e inocente, una hermana de la caridad, jugó al toro que invitaba una faena para el recuerdo. Muy acaramelado lo toreó, más le faltaba hondura a su quehacer. En el último de la tarde con su jiribilla, regresó a su manera de ser, peleándose con el toro, entusiasmó a los villamelones ¡Es mucho torero Cesar Rincón! En espera de que en la corrida de aniversario le salga un toro de encastada nobleza.