América Latina en el siglo XXI
Hace poco más de seis años, la exitosa campaña que se llevó a cabo para las elecciones primarias que se celebraron en Chile culminó el domingo 30 de mayo de 1999, resultando claramente triunfador Ricardo Lagos del Partido Por la Demo-cracia (PPD) -que presidía el senador Sergio Bitar (quien, dicho sea de paso, estuvo asilado en la embajada de México y fue ministro de Minería en el gobierno del presidente Salvador Allende). El contendiente principal fue Andrés Saldívar de Democracia Cristiana. A finales de ese año se realizaron las elecciones constitucionales; el adversario a vencer era el representante de la derecha chilena, Jorge Lavín. Las primarias se llevaron a cabo entre el Partido Socialista, el Partido Radical, la Democracia Cristiana y el PPD, triunfando Ricardo Lagos, quien derrotó por primera vez a la derecha más radical, representada por Lavín, como sucedió igualmente en estas elecciones recientes con Michelle Bachelet, confirmando una vez más la vocación democrática y progresista del pueblo chileno.
Ricardo Lagos encabezó un gobierno esencialmente demócrata y, como es bien sabido, termina su régimen con la más alta popularidad que se haya dado nunca en Chile.
Lagos se consolidó progresivamente y con gran habilidad fue desplazando la acción política del Ejército de los tiempos de Pinochet, abriendo paso de esta manera a las fuerzas democráticas chilenas, culminando esta consolidación con el segundo plebiscito en contra de Augusto Pinochet en momentos en que no solamente es desaforado por segunda vez el dictador; la primera fue resultado de la acusación a la que dio curso la Audiencia Española, estando de visita con su amiga Margaret Thatcher en Londres, donde compraba armas para el ejército y la marina chilenas, lo cual finalmente sirvió como argumento de fuerza para que con el apoyo del presidente Eduardo Frei Montalva fuera liberado en Londres y enviado a Chile para ser juzgado allá.
Durante el sexenio de Ricardo Lagos también ha estado en juego el consenso democrático que le ha dado clara legitimidad al gobierno y al sistema mismo, a una mayoría democrática que se perfila cada vez con mayor nitidez, logrando que este consenso se ajuste a la definición clásica, conjugando con obediencia las acciones de gobierno, sin que hubiera sido necesario, salvo en casos marginales de excepción, recurrir a la fuerza de coacción para ejercer actos de poder.
Mucho camino han tenido que recorrer por las sendas de la democracia Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos para llegar al punto en que se encuentra uno de los regímenes más claramente democráticos de América Latina, para alcanzar el desarrollo político al que han llegado, habiendo arrancado desde muy abajo, cuando salió Pinochet de La Moneda, expulsado por el plebiscito del no, el 10 de marzo de 1990.
No se puede ignorar el hecho de que el entorno de América Latina es muy diferente, por supuesto, del que privaba en los años setentas. Se maneja mucho en los medios la idea de que la "izquierda" está avanzando y extendiéndose ampliamente en el continente, refiriéndose a los gobiernos de Kirchner en Argentina, al de Chávez en Venezuela, al de Tabaré Vázquez en Uruguay, quizás en menor grado al de Toledo en Perú, por supuesto a los de Lula en Brasil, y al más reciente de todos y el que más impacto a hecho en los medios internacionales: el de Evo Morales en Bolivia. Lo que sí es un hecho es que hay entre uno y otro de los gobiernos mencionados diferencias de fondo muy importantes; y si no se define lo que se quiere decir con "izquierda" se puede incurrir en juicios superficiales difícil de sustentar.
Es indudable reconocer que los gobiernos mencionados son democráticos y están tratando de abrirse camino propio sin tutelas de ninguna metrópoli hegemónica, como sucedía en la década de los setentas, con la presencia más o menos disimulada de la mano del secretario de Estado estadunidense Henry Kissinger, quien en sus memorias publicadas en 1979 habría de relatar con detalle y hasta con frialdad todo lo hecho desde el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile, y más adelante para evitar el avance del entonces tan temido socialismo, interpretado y evaluado por el señor Kissinger en cada caso, así como decidido su destino a corto plazo, como fue precisamente en el de Chile.
La situación general de América Latina en este momento es bien diferente: no hay dictaduras militares en primer lugar, lo cual ya es un avance muy importante, y todos estamos luchando contra un enemigo común de nuestros pueblos, que es la pobreza y la falta de crecimiento económico, que hacen muy sensible la presencia del desempleo, o por lo menos del subempleo, así como la desigual distribución de la riqueza y la proliferación tanto de ricos como de pobres. Si se quiere poner un nombre a este hecho, que es donde radica verdaderamente el origen de los gobiernos que ya no espantan a nadie con la denominación socialista, también hay que tomar en cuenta de qué clase de socialismo hablamos, pues seguramente nos encontraremos con que el socialismo de Michelle Bachelet se parece más quizás al del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, de España, que al de Salvador Allende, aunque lo mejor sería no dedicarse al estéril esfuerzo de poner etiquetas, que luego no concuerdan plenamente con la realidad de cada país.