LA FIESTA EN PAZ
Chin, no viene El Juli
COMO LAVA ARDIENDO o como agua helada recibió la afición "bonita" de la ciudad de México -esa que en lugar de exigir se desentiende y que ha reducido su gusto por la fiesta de los toros a tres apellidos importados- la terrible noticia de que el ex precoz diestro madrileño Julián López, El Juli, no actuará este domingo, ni tampoco el 5 de febrero, en la Plaza México.
LAS RAZONES DEL apoderado de Julián es que el diestro tiene una lesión en la muñeca, y del promotor de la México: no puede arriesgar un cartel tan importante (sic) como el del 5 si El Juli requiere 15 días de convalecencia.
DETRAS DE ESTAS explicaciones oficiosas permanece, socarrón y divertido, el fantasma de la dependencia taurina en que el neoliberalismo ideológico y económico ha sumido, también, a la fiesta de los toros. Atenido -ajustado, limitado y reducido- como nunca en toda su historia independiente, el país refleja amateurismo e insensibilidad en cuanto lleva a cabo, trátese de posturas diplomáticas, contrataciones de toreros u oferta de espectáculos.
HABER ANUNCIADO AL Juli al lado de Manolo Mejía y Enrique El Cuate Espinosa pudo parecerle bien al empresario, a los alternantes mexicanos y a los juleros, pero no a la figura española, que de inmediato concluyó: estos no llevan gente a la plaza y yo con trabajos haré media entrada, con lo que mis pretensiones económicas se verán amenazadas, y se "lesionó" la muñeca.
PARAFRASEANDO AL CHIHUAHUENSE Manuel Gómez Morín, que al fundar el PAN advirtió: "Tenemos pueblo, nos faltan ciudadanos", hoy, ante tanta insultante, inepta dependencia, inclusive en materia taurina, puede decirse que sobran falsos promotores y ganaderos, faltan aficionados que sepan comprometerse con su fiesta y exigir por lo que pagan.
PERO LAS RELACIONES entre los países se parecen a los matrimonios: a mayor dependencia de uno de los cónyuges, mayores los abusos y las imposiciones que experimenta el dependiente. Se dan excepciones, pero en general dependencia mata equidad.
EN EL CASO de las relaciones taurinas entre México y España -tema riquísimo que cronistas, historiadores y especialistas prefieren evitar-, las cosas no son diferentes, y salvo eventuales etapas de florecimiento simultáneo del espectáculo en ambas naciones y, por tanto una reciprocidad real, la dependencia taurina de nuestro país con respecto a la península ha sido endémica.
CUANDO EL MENGUADO criterio taurino de los seudoempresarios mexicanos alcanzó los niveles más altos de dependencia al optar hace décadas por la importación anual de dos o tres toreros con capacidad de convocatoria en lugar de dedicarse, con el profesionalismo que aplican al resto de sus negocios, a la producción de ases nacionales que interesen y compitan con los de fuera, las consecuencias han tocado fondo.
AHORA, EL JULI ya antes ha modificado sus posturas -"no regresaré a la México mientras siga Herrerías", y regresó-, por lo que es factible que el taquillero diestro se dé otra vueltecita por estas nobles tierras a torear algunos festivales de luces, a millones de pesos por tarde.