Usted está aquí: miércoles 18 de enero de 2006 Opinión Editorial

Editorial

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El anuncio formulado ayer por la Presidencia de la República de que el gobierno federal otorgará 250 pesos mensuales a cerca de un millón de adultos mayores, en el marco del programa Oportunidades, es un retrato ­o un epitafio­ fiel de la administración que este año abandonará el poder y un ejemplo intachable de la falta de rumbo, el pragmatismo cortoplacista y la falta de escrúpulos con que ha sido manejado el Ejecutivo federal durante el último lustro.

No se puede olvidar que, en ese periodo, el presidente Vicente Fox no desperdició ninguna oportunidad para criticar las pensiones a adultos mayores establecidas por el Gobierno del Distrito Federal, que encabezaba Andrés Manuel López Obrador. El mandatario federal calificó a la medida del capitalino de casi todo lo imaginable: populista, irresponsable, demagógica, y hasta de ser un riesgo para las finanzas públicas del país. A lo largo de varios años, Fox sostuvo que entregar dinero público a individuos desprotegidos era lo peor que se podía hacer para combatir la pobreza. El titular del Ejecutivo federal hizo en público cuentas ­erróneas­ para demostrar, según él, que el país iría a la quiebra si se adoptaba, en el ámbito nacional, las ayudas dispuestas por López Obrador en el Distrito Federal.

Ahora, cuando faltan sólo unos meses para las elecciones presidenciales, el habitante de Los Pinos cambia súbitamente de parecer y adopta, pese a las "precisiones" de su vocero, Rubén Aguilar (la medida no es "populista" sino "popular", aduce) una determinación que en el fondo es una copia mala, y ajustada a la baja, de la instaurada años atrás por el gobierno capitalino. Los casi 700 pesos mensuales que éste entrega a adultos mayores que los soliciten quedan convertidos, en el programa federal, en 250, y constreñidos únicamente a los ancianos cuyas familias estén inscritas en el referido programa Oportunidades.

Entre una y otra, la diferencia cuantitativa da pie a una distinción cualitativa y pasa de ayuda a ser una evidente y ofensiva limosna que difícilmente podría ser considerada, para colmo, "apolítica". En efecto, parece dudoso que si el Ejecutivo federal hubo de esperar hasta la víspera de las elecciones para instaurar esta "pensión", la demora pudiera explicarse sólo por la frivolidad y la casi absoluta ceguera social que, efectivamente, ha caracterizado al gobierno foxista.

Para colmo del divorcio entre los hechos y los dichos hay que subrayar que, mientras el portavoz presidencial aseguraba en Los Pinos que existe en la Presidencia el "compromiso radical de no utilizar de ninguna manera recursos públicos para promover o comprar el voto", su jefe, en Guerrero, anunciaba el inicio de las entregas de dinero a los ancianos en situación de pobreza.

Para poner las cosas en perspectiva, las "pensiones" foxistas ascenderán, por día y por persona, a ocho pesos con 33 centavos: poco más de la tercera parte de las vilipendiadas ayudas que otorga el Gobierno del Distrito Federal a los adultos mayores. Diríase que, en la lógica del actual gobierno, lo popular resulta de dividir lo populista entre tres y acotarlo al ámbito de uno solo de los programas clientelares de la Secretaría de Desarrollo Social. El sentido común indica, sin embargo, que los dineros distribuidos a partir de ahora por el gobierno de la República son algo más simple: una limosna electorera. Tales son las acciones de una administración que generó expectativas de cambio, que se presentó como honesta y consecuente y que, ya en sus postrimerías, revela sin recato su verdadero rostro.

 
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