Usted está aquí: miércoles 18 de enero de 2006 Opinión CIUDAD PERDIDA

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Pederastia y el binomio cómplice

Errores y horrores de jueces

Injusticia e impunidad, dos casos

PARA LYDIA Cacho, solidaridad. Siempre la solidaridad que levante la voz para señalar el atraso, la corrupción y la parcialidad cómplice de las autoridades para con quienes ostentan el poder del dinero; solidaridad que se ofrece, se da, por el hecho injusto y no sólo porque la víctima pertenezca al gremio de los periodistas. Si así fuera, el silencio cubriría otros hechos de igual o mayor magnitud y todos estaríamos inmersos en la misma complicidad y corrupción que se condena.

Y ES que los horrores de jueces y magistrados del sistema judicial de este país, cada vez, cada día, trastornan más las reglas de convivencia de la sociedad. Pero lo que más irrita, lo que causa indignación, lo que da cuenta del sistema corrompido al que se someten las decisiones de los juzgadores, son casos como el de Lidya Cacho y el del líder sindical Ramón Salvador Gámez Martínez, acusado de pederastia y que una juez dejó en libertad, pese a las pruebas en su contra.

LYDIA CACHO decidió enfrentar a los poderosos, que en uso excesivo de todo lo que les brinda el dinero y la posición política, unos decidieron comprar seres humanos, niños con poca o nula capacidad de discernimiento, para su diversión, y otros, proteger con la ley los excesos de los pudientes.

EN LA ciudad, tres mujeres, dos de ellas menores de edad, enfrentaron una situación similar. Denunciaron por corrupción de menores a un líder sindical, a quien una juez altanera y prepotente puso en libertad porque, según ella, los elementos de juicio presentados por el persecutor, es decir, la Procuraduría General de Justicia del DF, eran insuficientes.

EN EL caso de Lydia el poder se le fue encima como para mandar el mensaje de que la ley está del lado de las mafias (el poder del dinero y el poder político en complicidad); en el caso de Gámez, el explotador de obreros y corruptor de menores que decidió poner mar de por medio y se fue a Europa, para hacernos entender que siempre que se esté del lado del dinero todo se puede perdonar, fueron unas niñas y sus familiares quienes desafiaron al poder y, hasta el momento, van perdiendo.

NADIE SE explicaba cómo un dirigente sindical gris, sin mayor presencia social, acusado constantemente de vender contratos de protección a las empresas, tuviera la fuerza política suficiente para hacer que la juez lo blindara con el caparazón de la impunidad.

LA RESPUESTA no tardó mucho. Unos días después, la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA) denunció que el corruptor de menores es dueño de los contratos colectivos de trabajo de, entre otras empresas, las dos nuevas líneas de aviación en donde hay dinero de una televisora privada.

SEGUN LOS datos que proporcionó el sindicato de aviadores, Ramón Salvador Gámez Martínez controla más de 2 mil contratos blancos de diferentes empresas con cerca de 350 mil trabajadores. Sólo así se explica el poder de este sujeto al que liberó la juez -apréndase bien el nombre- Beatriz Elena Moreno Cárdenas.

BIEN VALDRIA la pena que en toda la sociedad se levantara la indignación que puede causar un asunto tan sucio como el de Ramón Salvador Gámez, para que ni con Lidya ni con las niñas, de las que por razones obvias emitimos sus nombres, se pueda ejercer otra injusticia bajo el manto de impunidad que obsequian algunos jueces a los poderosos.

POR LO pronto, el gobierno de la ciudad ya tomó cartas en el asunto. Ojalá y esta vez se pueda hacer algo en bien de la muy maltrecha justicia. Ya veremos.

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