No lo revelo porque no las tocarían, dice quien se proclama heredero del compositor
Carlos Vázquez: "he completado varias obras de Manuel M. Ponce"
Admite que ha sido acusado de "voraz y ladrón" por gente que no acepta sus "procederes"
Dicen que me quiero quedar con todo; lo que tengo es admiración por el maestro, asegura
El pianista Carlos Vázquez, quien se presenta a sí mismo en el medio musical como "heredero universal" y "representante" de Manuel María Ponce (1882-1948), en realidad se quedó con los bienes de Clema Maurel, viuda de Ponce y depositaria de los bienes del músico, al fallecer ésta en 1966.
La esposa del músico vivió varios años semiparalizada debido a una embolia. Durante su enfermedad fue atendida por la familia de Vázquez, quien a la postre se adjudicó el vasto legado de la pareja (varias casas, terrenos y principalmente la obra musical del maestro zacatecano).
Vázquez es un personaje polémico que ha sido acusado de "voraz" y hasta de "ladrón", como él mismo reconoce en entrevista con La Jornada: "Tengo muchos admiradores, pero también muchos enemigos que están en contra de mis procederes", afirma sin pudor.
La forma en la que el supuesto heredero de Ponce le ha "metido mano" a la obra del músico zacatecano es otro de los factores que encienden la controversia entre críticos musicales.
Quien durante años se ha ostentado como el "discípulo predilecto" de Ponce reconoce que "ha terminado" varias de las composiciones que "su maestro" dejó inconclusas a su muerte, pero no lo difunde "porque si no, no las tocarían".
Vázquez ofrece detalles: "he terminado algunas de las composiciones que el maestro dejó inconclusas. Soy pianista, pero también estudié composición. Las he tocado y las he grabado, claro, no digo que una parte de ahí es mía porque si no, no las tocarían.
"Por ejemplo, tengo una pieza... digo, el maestro Ponce hizo un Preludio y fuga para la mano izquierda sola. No se sabe si es para piano o para guitarra. Yo no sé nada de guitarra, pero capté aquello y le puse ahí un brochazo de 18 compases para terminarla.
"Otra cosa que él inició, que es maravillosa y que yo también concluí, se llama Súplica. No se sabe dónde termina él y dónde empecé yo. El hizo ocho compases, yo 10 más. Eso es lo grande: se toca sin saber que yo intervine. Bueno, del Preludio y fuga para la mano izquierda sí se sabe... de otras cosas no."
-¿Nadie le reprocha esto?
-No. Nunca se habla de eso, porque sería a mi favor -responde con ironía.
En años recientes, Carlos Vázquez se ha desprendido de algunas de las pertenencias de Ponce: en 1998 donó los manuscritos del compositor a la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, La Jornada, 14 de abril de 1998).
Además, con la intención de crear un museo, Vázquez dio un par de considerables lotes de objetos a los ayuntamientos de Zacatecas y Aguascalientes. Aunque en un principio intentó vender los objetos, según afirmaron las autoridades del ayuntamiento zacatecano, terminó poniéndolos "en comodato" (los detalles de ambas historias se narran en las páginas siguientes por nuestros corresponsales en dichos estados).
Admiración obsesiva
La admiración que siente Carlos Vázquez por Manuel M. Ponce es vehemente. Dice que fue la viuda del músico quien, debido a la singular nomenclatura, "buscó por todos los medios" adquirir el terreno que se ubica en la esquina de las calles Circuito Músicos y Manuel M. Ponce, en Ciudad Satélite, donde ahora habita.
Luego de la muerte de Clema Maurel, Vázquez y sus hermanos construyeron el edificio de departamentos donde moran: "para mí es delicioso vivir aquí porque se trata del maestro Ponce, y porque yo soy el heredero. Es un privilegio", reitera con emoción.
Luego cuenta una anécdota que delata su obsesión por esas "casualidades" que se convierten en "señales del destino": "es interesante cómo conocí al maestro Ponce. Un día, a la salida del Conservatorio me preguntó: 'Carlitos, ya sé que eres de Guadalajara, ¿en qué rumbo de la ciudad naciste?'
"Le relaté que nací en el barrio de Mexicaltzingo, aunque la mayor parte de mi vida la pasé en la calle Verdad, cerca del templo de San Juan de Dios.
"Con actitud seria e inquisitiva me dijo: 'Verdad es Primo Verdad, ¿no, Carlitos?' ¡Yo qué iba a saber! Ponce explicó quién era el personaje y me preguntó: '¿en qué número vivías?' Le dije que mi casa tenía tres números: 26, 28 y 30.
"El, azorado, me contestó: '¿28 me dijiste?' Después de un silencio que no quise interrumpir me dijo: 'Carlitos, ¡qué raro!, tu y yo vivimos en el mismo domicilio, en diferente ciudad y en diferente época'.
"Desde entonces él me tuvo mucho cariño. Si ya me tenía mucha atención y todo, desde ese momento se volcó en mi favor."
En cada rincón de la casa de Carlos Vázquez hay algún objeto que perteneció a Manuel M. Ponce o que lo evoca: en particular fotografías donde se mezcla la imagen del ídolo con el idólatra.
"¿Este de aquí es Manuel M. Ponce?", pregunta la reportera al entrevistado, quien se jacta al responder: "no, en esta foto soy yo, pero mire mi reflejo en el piano; ¿verdad que me parezco al maestro?", señala.
En el centro de la estancia se encuentra "el tesoro sagrado" que Vázquez adora "con toda el alma": el piano de media cola que perteneció a Ponce y que, dice ufano, "tiene sus vibraciones. En él me dio clases y tiene tantos recuerdos que para felicidad mía inundan mi cerebro".
El instrumento permanecerá en casa de Vázquez "hasta el día de mi muerte", dice con fervor. Después, agrega, ha dejado estipulado que se done al museo que se construirá en Zacatecas.
-¿Dónde se puede consultar el catálogo completo de las obras de Manuel M. Ponce?
-Aparte de conmigo, en la UNAM, porque doné todos los manuscritos de Ponce a la Escuela Nacional de Música. Ellos tienen todo en orden porque soy muy desordenado.
-¿Conserva alguna partitura?
-De repente se me quedó alguna, pero impensadamente, ¿eh?, como recuerdo, pues es mi vida. Tengo una gran pasión por el maestro Ponce -insiste.
Casualmente, con motivo del 50 aniversario de la muerte de Manuel M. Ponce, en 1998, una obra desconocida del autor (un Intermezzo) "fue descubierta" y dada a conocer por Paolo Mello, quien en esa fecha fue señalado por Julio Estrada, entonces director de la Escuela Nacional de Música, como la "inteligente influencia" que convenció al "heredero" de Ponce de entregar los manuscritos del músico a la máxima casa de estudios (La Jornada, 16 de abril de 1998).
Vázquez, quien en la actualidad tiene alrededor de 80 años, asegura que cuando murió la penúltima de las hermanas de Ponce, "me traje a México a la última, a Pepita. Entonces dijeron que la había secuestrado y que no era cierto que la iba a traer a la casa de los Ponce en el Distrito Federal, que la iba a internar y que lo que quería era apoderarme de todo... se sigue diciendo por ahí", suelta con malicia.
A manera de justificación añade: "pero también dicen que si Manuel M. Ponce hubiese tenido un hijo, no habría hecho tanto por el maestro como yo. Estoy seguro de ello. Porque pude haber adquirido todas las cosas y decir 'que se vaya al diablo el compositor, ya tengo toda mi herencia'. Pero no, he dedicado mi la vida a promoverlo. Y no sólo poseo las cosas físicas; hasta cierto punto tengo la herencia de los conocimientos del maestro. Quisiera que todos amáramos a Manuel M. Ponce como él amó a México, que lo lleváramos en nuestros corazones. Es un deber. Lo aconsejo, ¡lo exijo!"
A cuentagotas, y evadiendo con frecuencia el tema, Vázquez narra los últimos años de Clema Maurel: "ella tuvo dos embolias, perdió el habla, pues quedó paralizada de medio cuerpo. Mi mamá era una intérprete de ella, verdaderamente admirable. La señora Ponce hacía una seña o decía 'A' y mi mamá sabía lo que estaba pensando. El símbolo de mi persona era un avión. Clemita señalaba el firmamento para pedir que viniera yo. Ella murió en 1966, el maestro Ponce en 1948."
Difusión de la obra
Durante 18 años Clema, quien antes de casarse con Ponce fue una reconocida soprano, estuvo dedicada a catalogar la obra de su esposo muerto, quien la nombró heredera universal de sus bienes.
Vázquez es difuso al narrar que "en esa época sí hice algo de provecho. Ella era la dueña de la música de su marido, firmó varios contratos (para difundir la obra) con la mano izquierda, pues con la otra no podía firmar. Yo signé como testigo."
Asegura que Ponce compuso unas 700 obras y que él las ha interpretado todas en conciertos, "pero en grabación lo hizo un discípulo mío, porque a él le dieron la oportunidad", se lamenta para revirar de inmediato: "pero qué bueno que está grabada".
Luego de narrar la manera en la que ha "completado" algunas piezas inconclusas del maestro Manuel M. Ponce, Vázquez critica que otros también lo hayan hecho.
Cuenta que en el lecho de su muerte, "Ponce volvió a la canción y escribió una dedicada a Virgen de Guadalupe; ésa fue su última obra y claro que la terminó.
"Me decía: 'he dejado mucho el piano por la guitarra porque Andrés Segovia (el guitarrista español) me exige mucho. Pero yo soy pianista, voy a hacer un concierto para piano y orquesta'.
"Pero el maestro murió y nada más dejó sugerencias, algo del primer tiempo, algo del segundo. Se le pidió a Ruth Schonthal (una de sus alumnas) que lo terminara.
"Me opuse siempre a ese concierto, pero a su favor estaba la señora Ponce. Ella quería que yo estrenara la obra como concertista, pero dije 'ésta no es del maestro, a mí me consta'. Y Clema decía: 'pues ya está concluida y quiero que usted la toque'. Con todo respeto a Ruth y mucho cariño a Clemita, no lo hice. No se puede presentar una mentira y hacerla pasar por verdad, con una obra artística no se puede engañar", concluye, contradictorio y polémico, quien desde hace 39 años recibe, en su calidad de "representante y heredero" de la obra de Manuel M. Ponce, las regalías correspondientes a la interpretación en todo el mundo de la música del afamado compositor mexicano.