Editorial
Piratería de fonogramas, un fenómeno complejo
La venta de discos de piratas audio se ha multiplicado en los años recientes, lo que ha generado innumerables efectos negativos para la industria discográfica. Las principales productoras del mundo (EMI Music, Sony-BMG Music, Warner Music y Universal) sostienen que la piratería es la principal causante de la grave crisis que atraviesa la industria. Sin embargo, otras voces piensan diferente y acusan a esas empresas de ser demasiado ambiciosas.
Nuestro país padece especialmente este flagelo: según datos de la Asociación Mexicana de Productores de Fonogramas y Videogramas (Amprofon), siete de cada 10 de los llamados cidís vendidos en México son piratas. Peor aún, a pesar de espectaculares operativos emprendidos por las autoridades, la venta de esos productos ilegales creció 5 por ciento en el último semestre.
En entrevista con La Jornada, Fernando Hernández, director de la Amprofon, informó que en el periodo de julio a diciembre pasado hubo mil 747 acciones, en las cuales se decomisaron casi 8 millones de discos en 2 mil 34 puntos de venta ilegales (de un total de 53 mil que existen en el país). Sin embargo, el consumo de estos productos no se detuvo y, por el contrario, sigue en alza.
Para la Federación Internacional de Industrias Fonográficas (IFPI), la piratería afecta a las industrias musicales locales y a la economía de los países. México, considerado el mayor mercado musical de Latinoamérica, supone tan sólo uno por ciento del mercado mundial fonográfico, con una facturación de 462 millones, debido en gran parte a ese fenómeno. Según la IFPI, si todas las ventas de cidís fueran legales, México se convertiría en el quinto o sexto mercado musical mundial. En Brasil, afrimó la federación, la piratería ha provocado la pérdida de 55 mil puestos de trabajo.
Los datos anteriores muestran el daño que la piratería provoca a empresarios y artistas, pero, más allá de los perjuicios reales, se trata de un problema complejo que tiene múltiples aristas. Es fácil entender las quejas de los músicos y las discográficas, que defienden sus derechos. También es claro el problema que supone para el Estado, que deja de percibir dinero de impuestos y, por supuesto, no hay que olvidar que la industria ilegal de la piratería tiene el apoyo de complejas organizaciones criminales, que obtienen millonarias ganancias y, por ende, poder. Se dice incluso que operan dentro de las mismas compañías discográficas; muchas veces, los piratas sacan a la venta las nuevas producciones musicales antes que las empresas.
Sin embargo, hay otros aspectos que merecerían un análisis cuidadoso. Uno tiene que ver con la tecnología y el precio a la venta de los discos legales. Si la llegada de nuevas tecnologías supone un abaratamiento de costos tanto en la producción como en la maquila (como han demostrado los piratas, que incluso lanzan productos de cierta calidad y los venden hasta en cinco pesos), ¿no debería esto impactar directamente en el costo del producto legal? Es obvio que el encarecimiento de los productos es un aliciente para la reproducción ilegal de contenidos musicales. No es coincidencia que en uno de los países más pobres del continente, Paraguay, 99 por ciento de los cidís comprados sean piratas. Esa tecnología ha permitido, por otro lado, el surgimiento de disqueras independientes, que venden sus productos a un precio considerablemente menor, lo que demuestra que se puede hacer. Asimismo, la Internet se ha convertido en un factor primordial en la industria discográfica, pues entre servicios legales y de intercambio gratuito de archivos entre usuarios (declarados ilegales en varios países), de acuerdo con expertos, cambiará la forma en que se consume música en el mundo, pues amplía la oferta musical y abarata el producto.
Ante un problema tan complejo se requieren acciones urgentes. Por un lado, más allá de emprender operativos contra las personas que venden discos ilegales, es necesario que las autoridades vayan al fondo del asunto, deteniendo a quienes controlan los hilos de esta industria ilícita y se enriquecen con ella. Por otro lado, se impone un examen de conciencia de todos los involucrados, incluso consumidores, que considere los distintos ángulos del fenómeno, desde el precio de los discos hasta la influencia de las nuevas tecnologías, el respeto al copyright, las consecuencias de comprar piratería o los aspectos sociales que se relacionan con esta actividad.