Usted está aquí: martes 3 de enero de 2006 Economía La maldición del petróleo

La maldición del petróleo

Un día no muy lejano los países pobres podrán beneficiarse realmente de sus recursos naturales

Economist Intelligence Unit/The Economist

Una reunión poco usual se llevó a cabo en la iglesia de San Mateo, en Baltimore, Maryland, EU. Después del sermón, algunos feligreses se quedaron a escuchar a dos emisarios de Africa que explicaban el daño que el consumo estadunidense de gasolina causa a los pobres en tierras lejanas. Un feligrés de edad avanzada levantó la mano: "Yo sé que Africa es muy rica en diamantes, oro y petróleo, pero la gente es muy pobre. ¿Por qué sus gobiernos administran tan mal esa riqueza?" Austin Onuoha, activista de derechos humanos de Nigeria, sonrió y convino: "Usted ha puesto el dedo en la llaga".

Cuando se habla de riqueza malgastada y de los problemas que han acosado a los países pobres, ricos en recursos naturales, en especial petróleo, hay muchos responsables. Durante mucho tiempo los economistas han observado que esos países tienden a un mal desempeño. En un estudio de 1995, Jeffrey Sachs, actualmente en la Universidad Columbia de Nueva York, demostró que los países ricos en recursos crecen más lentamente que otros países pobres, incluso después de tomar en cuenta variables como el ingreso per cápita inicial y las políticas comerciales.

La explicación usual es la "enfermedad holandesa", denominada así por los apuros que sobrevinieron a los Países Bajos después de encontrar gas en el Mar del Norte. A menudo, cuando un país encuentra hidrocarburos, un flujo repentino de ingresos en dólares conduce a una fuerte apreciación de la moneda local. Esto tiende a hacer que los sectores no petroleros, como la agricultura y las manufacturas, se vuelvan menos competitivos en los mercados mundiales, lo cual propicia que el petróleo domine la economía.

Los expertos han ofrecido arreglos para los aspectos de esta "maldición del petróleo". Algunos gobiernos han usado políticas de "estabilización": cuando los precios del petróleo son altos, los ingresos se dejan en reserva; cuando caen, los gobiernos usan los fondos para amortiguar el golpe. Una idea afín es depositar parte de los ingresos en acciones off shore de "fondos para el futuro". En teoría, dichos fondos no sólo contribuirían a repartir la riqueza durante varias generaciones, sino también a evitar la sobreapreciación de la divisa local. Incluso, algunos países han derivado algunos de los ingresos petroleros directamente a los hogares, para que la gente común vea beneficios tangibles.

En principio estas ideas resultan muy buenas, y en países desarrollados incluso funcionan hasta cierto punto. Funcionarios de Alberta y Alaska -territorios ricos en petróleo- reparten cantidades considerables de efectivo entre los habitantes. Pero abundan las acusaciones de dispendio gubernamental y de complicidades. Se ha sugerido que el nuevo gobierno iraquí también podría repartir las ganancias del petróleo entre sus ciudadanos, pero hacerlo así en un país donde los pobres no tienen cuentas de banco podría resultar engañoso. Noruega tiene un fondo off shore de dinero del petróleo que con frecuencia se señala como modelo para los países en desarrollo. Pero hasta los virtuosos noruegos han arrasado con él para apoyar causas políticamente populares.

En los países en desarrollo, tales asaltos a esos fondos son la regla más que la excepción. Zambia instauró un esquema de estabilización para administrar las exportaciones de minerales pero, como los precios se fueron a las alturas en la década de 1970, el gobierno lo descartó, y cuando los precios cayeron otra vez, vinieron años de dolor. En 1974 Venezuela estableció un fondo para el futuro: el Fondo de Inversiones, pero una orgía de gastos domésticos dejó al país con una manada de elefantes blancos, proyectos inservibles, una enorme deuda externa y gasto social a la baja.

Michael Ross, de la Universidad de California en Los Angeles, dice que los países ricos en petróleo hacen menos por ayudar a los pobres que los que carecen de recursos naturales. Expone que los estados ricos en petróleo y minerales tienen más mortalidad infantil y desnutrición, menores tasas de alfabetización, menor matrícula escolar y quedan en lugares bajos en mediciones como el índice de desarrollo humano de la ONU.

¿Por qué? Los economistas ofrecen algunas respuestas. A diferencia de la agricultura, el sector petrolero emplea muy pocas personas sin preparación. La volatilidad inherente a los precios de bienes y mercancías lastima en su mayor parte a los pobres, debido a que tienen menos posibilidades de sortear los riesgos. Y como los recursos están concentrados, la riqueza resultante queda en pocas manos y hay más riesgo de que se reparta indebidamente.

Esta falta de orientación aporta otra explicación de la maldición del petróleo: la política. Como el dinero del petróleo con frecuencia fluye directamente de la Gran Fuente Petrolera hacia El Gran Hombre -como se conoce a los dictadores de Africa-, los gobiernos han tenido muy poca necesidad de elevar sus ingresos a partir de los impuestos. Arvind Subramanian, del Fondo Monetario Internacional, argumenta que dichos mandatarios no cuentan con ningún incentivo para desarrollar fuentes de riqueza no derivadas del petróleo.

Algunos sugieren que el golfo Pérsico ha escapado de la maldición del petróleo. Cierto, el acceso a los servicios de salud y a la educación en el Golfo sí mejoró (aunque el aumento de población de lugares como Arabia Saudita erosiona estas ganancias). Y unos cuantos países, como Qatar y los Emiratos Arabes Unidos, han tratado de diversificar sus economías. Pero un estudio realizado por Subramanian sugiere que el petróleo del Golfo ha podrido las instituciones democráticas. Rachel Bronson, del Consejo de Relaciones Exteriores, grupo de estudio con sede en Nueva York, ofrece como evidencia la vida antes del petróleo en dichos países. Cuando la familia reinante de Arabia Saudita necesitaba los ingresos de los impuestos, consultaba a las clases mercantes de Jeddah, en una especie de tibia participación democrática. La llegada de una enorme riqueza derivada del petróleo eliminó el poder de los mercaderes y facilitó que la familia real aplastara a la democracia.

Otro reciente argumento político es que los recursos son el combustible de la guerra civil. Un estudio de Paul Collier, de la Universidad de Oxford, sugiere que en cualquier periodo dado de cinco años, las probabilidades de una guerra civil en Africa varían de menos de 1% en países desprovistos de riquezas a cerca de 25% en los que sí las tienen.

Subramanian concluye que factores como la ''enfermedad holandesa'' y la corrupción no explican la maldición del petróleo. El investigador sostiene que el problema son las instituciones débiles.

Transparentar el petróleo

La buena noticia es que las iniciativas internacionales han empezado a lanzar una luz fría sobre el neblinoso asunto del petróleo. Tony Blair promueve la Iniciativa de Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI, por sus siglas en inglés), esfuerzo de voluntad que involucra gobiernos y señores del petróleo. La campaña "Publica lo que pagas" demanda una apertura aún más fuerte. Incluso las grandes compañías petroleras, a las cuales los activistas acusan de dar apoyo a los dictadores, se están subiendo al camión de la transparencia.

Y en lo que se refiere al asunto del calentamiento global, British Petroleum es la compañía que más ruido hace y Exxon Mobil, al parecer, la que más se ha opuesto al cambio. Pregúntese a los directores de ambas firmas lo que piensan de la maldición del petróleo y sus respuestas serán muy diferentes. Graham Baxter, de BP, dice: "la maldición del petróleo es un problema que BP reconoce; tenemos que ayudar a nuestros anfitriones a lidiar con ese torrente de dólares que fluye dentro de sus frágiles economías". Pero André Madec, de Exxon, opina: "No nos gusta llamarla maldición del petróleo; preferimos 'la maldición del gobierno'. Somos inversionistas privados y no es nuestro papel decir a los gobiernos cómo gastar su dinero."

Sin embargo, las acciones de las dos firmas no son tan diferentes. BP podrá decir muchas cosas, pero después del problema que tuvo con Angola, cuando publicó información sobre su licitación y recibió una amarga reprimenda de funcionarios del gobierno, ya no se aparta del grupo. Y Exxon, a pesar de sus altaneras declaraciones, se encuentra en el centro de un controvertido proyecto cuyo objetivo es monitorear las ganancias generadas por el nuevo oleoducto Chad-Camerún. El dinero se deposita en cuentas fuera del país y un comité que representa organizaciones parlamentarias y civiles le da seguimiento.

¿Hasta dónde puede llegar la transparencia? Sachs no ve razón para que los contratos petroleros del gobierno sean secretos. Compañías y gobiernos se han coludido por lo general en una conspiración de silencio sobre los términos contractuales, firmando bonos y otras ganancias. Pero las cosas están cambiando. Las mayores compañías petroleras de Occidente empiezan a ver la transparencia como inevitable y aun deseable. Como dice Madec: Exxon quiere que las ganancias del petróleo "vayan a la gente en vez de a cuentas de banco en Suiza", y de esta manera asegurar su "licencia de operación". En otras palabras, reduce el riesgo de boicots y de mala publicidad.

El Banco Mundial ahora parece contundente: "Los países no tienen ninguna justificación para guardar secretos", insiste Rashad Kaldany, de la Corporación Internacional Financiera del banco. "Todos estos acuerdos se harán públicos en el futuro". Y el FMI capitanea el ataque: ya ha exigido a Guinea Ecuatorial, Angola y otras naciones recalcitrantes abrir sus cuentas petroleras o, de lo contrario, sufrir ostracismo.

La mejor noticia es que más líderes de países pobres empiezan a ver que la transparencia es lo mejor. Kaldany cree que el efecto se ampliará a otros recursos. Según el experto, la insistencia en la apertura conduce a demandas de mayor transparencia en los sectores de energía, agua y construcción. Si el impulso resulta, los recursos naturales podrían convertirse en lo que deberían ser para los más pobres: una bendición.

THE ECONOMIST NEWSPAPER LIMITED

FUENTE: EIU

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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