Obra de caballete, retratos y un cuadro surrealista de Rivera se exhiben en el recinto
Museo Dolores Olmedo: todos los colores de México en 12 salas
El recorrido incluye una visita por suntuosas habitaciones de la coleccionista y empresaria
Ampliar la imagen Algunos de los perros xoloitzcuintle, que pueden observarse en el Museo Dolores Olmedo, descansan frente a una escultura FOTO Yazm�Ortega Cort� Foto: Yazm�Ortega Cort�
Minutos antes de las 10 de la mañana, hora en que abre sus puertas el Museo Dolores Olmedo, varias personas aguardan frente al portón principal del recinto. Entre ellas una pareja de ancianos de Holanda que, ilusionados, afirman: "¡Por fin vamos a conocer, en vivo y a todo color, la obra de Diego Rivera!"
"¿Por qué admiran tanto al pintor?", se les pregunta. En es-pañol, la mujer responde de inmediato: "porque en sus cuadros está todo México, y este país es maravilloso, único".
Se abren las puertas de la antigua hacienda de La Noria, en Xochimilco. Una efigie de Dolores Olmedo vestida de tehuana (inmortalizada por Rivera en un cuadro de 1955) da la bienvenida al público que aspira el aroma del pasto recién regado.
Los amplios jardines son de un verde impecable. En ellos caminan, quitados de la pena o saltando de techo en techo, decenas de pavorreales (80, dicen los jardineros). A la izquierda, en un pequeño lago artificial nadan algunos patos, y a la derecha juguetean siete perros xoloitzcuintle, raza emblemática del nacionalismo que profesaba Rivera y que contagió a Olmedo, la gran mecenas del artista.
Otro trabajador recuerda que entre las mascotas de "la señora" había venados, pero los perros tiraron la frágil valla que los separaba y se comieron uno. "Doña Lola se enojó tanto que envió a los venados sobrevivientes a un rancho de su amigo José López Portillo. El, en agradecimiento, le enviaba cada semana costales de maíz para los patos."
Desde 2002, fecha en que murió Dolores Olmedo Patiño, la visita al museo incluye el recorrido por las suntuosas habitaciones de la coleccionista y empresaria. Ahí se exponen objetos de la decoración original de la casa: marfiles, porcelanas, pinturas, dibujos, libros, decenas de retratos de Olmedo y fotografías en las que aparece con ex presidentes y políticos, como Miguel Alemán, Adolfo López Mateos y Carlos Hank González.
Diego en bronce
En su recámara destacan las largas cortinas de terciopelo rojo que hacen juego con la tela que cubre la cama. La cabecera es un gran retrato de la madre de Olmedo. Las paredes están cu-biertas de cuadros y fotografías familiares y, en un rinconcito, un bronce de la mano derecha de Diego Rivera (1886-1957), realizado por Federico Canessi, el mismo artista que diseñó la máscara mortuoria del artista.
Copias del rostro de Diego en este mismo metal se exhiben en la Rotonda de las Personas Ilustres (en la tumba), en este museo, en la Casa Azul de Frida Kahlo (La Jornada, 26/12/05), en la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, de Altavista, y en el Museo Casa Diego Rivera de Guanajuato.
El plato fuerte del Dolores Olmedo comienza en la sala uno. Es la obra de caballete de gran formato de Rivera (La canoa enflorada, de 1931, y La familia, de 1934, entre otras) y algunas piezas prehispánicas de la colección personal del autor (en el museo hay más de 600, registradas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia).
La sala dos, ubicada en lo que fue la capilla de la hacienda La Noria, está dedicada a la obra mural de Rivera. Aquí hay algunos bocetos que sirvieron para la realización de los murales de la Universidad Autónoma Chapingo o de Palacio Nacional, como la escena del fusilamiento de Maximiliano (1935).
El recorrido continúa en lo que fue el comedor de la casa, con obras alusivas a la cultura maya. Aquí se aprecia el cuadro Las sandías (1957), considerado la última pintura que Rivera concluyó y firmó antes de morir.
Luego sigue la cocina, donde se conserva un fogón colonial, recubierto de azulejos de talavera poblana, conservado desde la construcción de La Noria.
En la sala cinco, Dolores Olmedo dispuso los retratos que Rivera realizó de su familia cuando el artista fue invitado a pasar unos días a la casa de Acapulco (1956), luego de un viaje que realizó por Rusia para ser tratado con radiaciones debido al cáncer que padecía.
También hay autorretratos del pintor. Destaca una acuarela de 1954, año en que murió Frida Kahlo. Rivera tenía entonces 68 años y le habían diagnosticado la enfermedad en la próstata. En la obra el creador esboza una leve sonrisa; al fondo, sobre un rojo intenso, lo perfila un volcán.
En la sala seis están las puestas de sol que Rivera pintó en Acapulco. En la siguiente hay litografías y la xilografía Vasos comunicantes, quizá el único cuadro surrealista, que Rivera realizó en 1938 para ilustrar un cartel promocional de una conferencia de André Breton en México.
En la sala ocho hay más dibujos; en la nueve, cuadros de Frida, y la 10 está dedicada al periodo cubista de Diego.
Todas las obras de Rivera (en total 146) pertenecen a la colección que conformó en vida Dolores Olmedo, ya sea comprándolas directamente al artista o adquiriéndolas en subastas en diversos países.
"Te queremos, Diego"
Por todos lados hay santos estofados del siglo XVIII. La parte final del recorrido está dedicada a la obra de Angelina Beloff (42 litografias), primera esposa de Rivera (se casaron en 1911), y a mostrar la gran colección de arte popular de Olmedo: vidrio soplado, árboles de la vida, barro negro de Oaxaca, cerámica de petatillo, animales para chía, vidrio rojo, ojos de Dios, máscaras de Guerrero, jícaras...
Todos los colores del país se muestran, a manera de postre, después de haber degustado el legado de Diego Rivera, quien encontró en el fervor que le prodigó Olmedo la complicidad idónea para hacer realidad su gran sueño: tener un recinto para su obra y disfrute de sus paisanos.
O para los extranjeros. En el libro de visitas, algunos neozelandeses escribieron: "¡Sigan sorprendiéndonos! ¡Te queremos tanto, Diego! ¡Te queremos tanto, México!"