Diario de Bolivia. Una historia abierta
Ampliar la imagen Evo Morales el pasado d�18 en Cochabamba, durante la celebraci�e su triunfo en las elecciones presidenciales de Bolivia FOTO Reuters Foto: Reuters
Al llegar ya se tiene una idea del país que se quiere proyectar. No hay vuelos de Brasil a La Paz: tanto Varig como Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) llevan a Santa Cruz de la Sierra. Ahí se hace el cambio de avión, pero sólo LAB vuela a La Paz; Varig no. El interés radica en garantizar el intercambio con el centro de la economía oficial de Bolivia, con aquella región que reivindica su autonomía, sede de la burguesía más dinámica y con menos raíces nacionales. Si el vuelo fuese directo, se llegaría de Sao Paulo a La Paz en tres horas: estamos muy cerca de ese país tan desconocido para nosotros.
La presencia de Evo Morales en Santa Cruz de la Sierra durante la campaña electoral fue anunciada por la prensa local como "Evo en tierra enemiga". Ahí, el candidato de la derecha, Jorge Quiroga -conocido como Tuto-, tenía tres veces más votos que Evo, proporción inversa a la de La Paz. Pero la derecha se muestra preocupada ahora por el crecimiento del MAS -Movimiento al Socialismo, partido de apoyo al líder cocalero- en el reducto de oro de la derecha.
El editorial de un periódico cruceño reivindicó la ciudad como aquella que se incorporó a la historia de Bolivia hace apenas 50 años, "al margen del centralismo", delineando su propio modelo de desarrollo -"más incluyente desde el punto de vista social", según el diario El Nuevo Día-, en contradicción con lo que llaman las "oligarquías mineras del occidente", responsables por la sistemática opresión del campesinado. Orgullosamente se exhiben como la zona que más atrae gente en busca de trabajo, como resultado de la expansión de la explotación de los hidrocarburos.
La prensa de derecha -ese periódico, así como la revista Datos- sataniza a dos personajes en particular: a Hugo Chávez y al candidato del MAS a la vicepresidencia, el intelectual marxista Alvaro García Linera. La revista -en el estilo sensacionalista y bushista de la brasileña Veja- anuncia en su portada de la edición de la semana de elecciones: "El peligro de la desintegración". Y en un recuadro enmarca: "El candidato del MAS es un riesgo para América Latina".
Con el estilo de lenguaje de la guerra fría en la misma semana en que Veja entrevista al columnista estadunidense Thomas Friedman, quien habló acerca del "modelo del Foro Social Mundial de Porto Alegre y Corea del Norte (sic)", el "especialista" al que acude Datos es nada menos que Francis Fukuyama. Toman pasajes de la entrevista que dio el funcionario del Departamento de Estado a la revista argentina Noticias, donde afirma que "los movimientos indigenistas de Ecuador y Bolivia" están quedándose "fuera de la modernidad, y aunque sus vidas fueron afectadas por ella, aun así no recibirán sus beneficios. El futuro de Bolivia está, entonces, en el aire. Si Evo Morales es electo presidente, entonces Santa Cruz puede decidir declararse independiente y esto generará un conflicto interno".
Ese separatismo es también alentado desde posiciones de (ultra) izquierda. En el mismo número, la revista entrevista a Felipe Quispe, principal dirigente del Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), también candidato a la presidencia de la república, que luchaba para llegar a 3 por ciento de los votos, con el objetivo de que su partido alcance personalidad jurídica. Predicador de un indigenismo fundamentalista, Quispe propone la separación de las regiones y el desconocimiento del Estado boliviano, aduciendo que se trata de una creación de los colonizadores y, de la misma forma, de la nación boliviana. Propone que se dé autonomía a Santa Cruz y lo mismo ocurra en La Paz, en Cochabamba, en el Gran Chaco, que constituyen las tres grandes naciones de los aymaras, quechuas y guaraníes.
Afirma que Evo Morales y el MAS son sus principales enemigos, en el estilo clásico de la ultraizquierda, que descarga preferentemente sus baterías contra quien ocupa el espacio central de la izquierda. "Todos los candidatos en estas elecciones, inclusive Evo, representan a las trasnacionales", afirma en la entrevista con la revista de derecha Datos. Y agrega: "Evo es el niño mimado de Chávez", sumándose así al coro de la derecha. Para él, Evo "no tiene una línea de indigenismo, es socialista".
Ingreso a Bolivia -de la mano de las compañías aéreas- por Santa Cruz de la Sierra, en un avión casi vacío, con algunos mochileros y personas con aspecto de burgueses del interior de Sao Paulo, que parecen haber ido a hacer compras a los comercios paulistas. A pesar de la manga que se instala directamente desde la puerta del avión, el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra no es cualquier lugar, como ocurre generalmente con las terminales en el mundo, que carecen de toda identidad. El vapor es caliente, impregnado de humedad, con los 460 metros de altitud sobre el nivel del mar de la ciudad -ocurre al revés que con las temperaturas constantes y globalizadas del aire refrigerado-, denuncia el color local del aeropuerto. Ni siquiera Burger King, cuya red es propiedad de uno de los candidatos de la derecha, está presente.
La ida del vuelo hacia La Paz supone subir hasta los 4 mil 100 metros de altitud de El Alto, donde está el aeropuerto, y desde allí descender 500 metros por la ladera hasta la capital. Las calles están tranquilas, con mucha gente que, con sus ponchos (jorongos) y sus sombreros -típicos de los indígenas bolivianos- suben a pie con dirección a El Alto.
La prensa comenta la presencia de muchos integrantes de los medios internacionales, atraídos por la posibilidad de que, por primera vez, un líder indígena conquiste la presidencia del país.
Hace tres años, cuando Evo Morales y Sánchez de Losada llegaron a una segunda ronda en el Congreso, el test sobre la fidelidad de la representación popular en el Parlamento se daba por el contraste entre la cara indígena y campesina de Evo y la tez blanca del representante de la oligarquía, Sánchez de Losada, que para acrecentar sus males habla español con acento gringo. Quien hubiera mirado hacia el país y luego hacia los rostros de ellos no hubiese tenido dudas: triunfaría Evo. Pero se dio exactamente lo contrario, por aplastante mayoría.
Por eso, cuando Sánchez de Losada tuvo que enfrentarse con el país real al que quería gobernar por segunda vez, después de haber sido uno de los artífices de la implantación del neoliberalismo en Bolivia, su mandato terminó en pocos meses, y lo mismo sucedió después con su sustituto, el vicepresidente Carlos Mesa.
Desde la lucha de los campesinos que impidió la privatización del agua en 2000, este país vive lo que Forrest Hilton y Sinclair Thompson caracterizan, en un artículo de New Left Review de septiembre-octubre de este año, como "el tercer mayor momento revolucionario de la historia de Bolivia".
El primero fue indígena; comenzó en 1780 con una insurrección regional en Potosí bajo el liderazgo de un dirigente llamado Tomás Katari, que desencadenó una serie de movimientos locales que son conocidos por el papel desempeñado por el descendiente de la realeza inca, José Gabriel Tupac Amaru, que dirigió la rebelión en Cuzco.
Las tropas de aymaras y quechuas expulsaron a los españoles del territorio. El comandante aymara en La Paz, Tupac Katari, cercó esa población durante cinco meses, aunque, por la falta de aliados, nunca consiguió tomar la ciudad.
En 1781 Katari fue derrotado y los españoles retomaron el control del país hasta que fueron expulsados definitivamente en 1825. Pero para las elites nativas, así como para los aymaras, los cercos de La Paz por las manifestaciones de estos últimos años -incluido el de 2005, que llevó a que el Parlamento fuese desplazado para reunirse en la conservadora ciudad de Sucre- recuerdan la gran insurrección anticolonial de hace más de dos siglos.
El segundo momento fue durante la revolución de 1952, que nacionalizó el estaño, realizó una reforma agraria, sustituyó las fuerzas armadas por milicias populares, hasta que fue cooptada por la oligarquía conservadora.
El tercero comenzó con la derrota del plan de erradicación de coca del ex dictador Hugo Banzer, elegido luego como presidente constitucional, y se concretó con la guerra del agua, cuando los campesinos impidieron la privatización de la misma. Desde el año 2000 Bolivia vive una situación revolucionaria.
Frente a todo esto, las oligarquías bolivianas tiemblan. Si es verdad que derrotaron a Tupac Amaru, a Tupac Katari y a Tomás Katari; si es verdad que neutralizaron y cooptaron la revolución boliviana de 1952; si es verdad que asesinaron al Che; si es verdad que derrotaron la Asamblea Popular de Juan José Torres, los viejos fantasmas reaparecen de nuevo con cara de indios. Saben que pueden intentar derrotar a Evo Morales, pero, ¿se atreverán a despertar una vez más la ira popular, de la que ya tuvieron pruebas de su capacitad para rebelarse? ¿O tratarán de cercar a Evo Morales a partir de lograr alguna mayoría parlamentaria? En este caso, ¿tendrán que impedir la convocatoria de la Asamblea Constituyente, una de las exigencias de la plataforma del movimiento popular boliviano, junto con la nacionalización de los hidrocarburos, el bloqueo a la privatización del agua y la lucha por la recuperación de la salida al mar, anulada por Chile? ¿Lo conseguirán?
CNN hizo su papel. Después de conversar con un taxista y trabajadores de un hotel, todos en favor de Evo Morales, el canal estadunidense seleccionó a todos los entrevistados que declararon que nada cambiará en Bolivia, que todos los gobiernos son iguales, etcétera, en total contraposición con aquello que la prensa destaca: las grandes manifestaciones que marcaron la campaña electoral. Desde Miami, el comentarista sobre las elecciones en Bolivia no esconde sus preferencias por Quiroga y presagia un periodo aún más confuso para el país.
Pocas veces la historia de un país aparece tan expuesta como la de Bolivia en este diciembre de 2005. En este momento, los de arriba parece que ya no podrán dominar como antes, mientras los de abajo ya no quieren seguir siendo dominados.
En estos momentos, el pasado se mezcla con el presente con toda la carga de vivencias históricas, apuntando los caminos de un nuevo asalto al cielo.
Traducción: Ruben Montedónico