Usted está aquí: domingo 18 de diciembre de 2005 Espectáculos La elaboración de piñatas, tradición que perdura

La elaboración de piñatas, tradición que perdura

JAIME WHALEY

Ampliar la imagen Foto: Yazm�Ortega Cort�

Dale, dale, dale, no pierdas el tino... piñatas de siete picos, de ornamenta de papel, que aprisionan panzonas ollas repletas de cañas, naranjas, mandarinas, cacahuates, tejocotes.

Piñatas decembrinas de siete picos, los siete males, para romperse previo a la Navidad y quedar limpio de culpa.

Piñatas multicolores con su alma de barro, que se rompen sonoras ante el regocijo de la chiquillada que atesta el patio.

Piñatas que elaboran las familias de los Salazar, los Ceballos, los Serrano en el callejón de Cuitláhuac, allá atrás de La Viga, trajín en el que se emplean lo mismo chicos que grandes. Aquellos, con sus manos menudas, atan el lazo en torno al cuello de la olla y cuidadosos las ponen una sobre otra, y éstos, con sus manos fuertes y calludas, doblan la cartulina para los conos.

Piñatas de vida efímera que por millares se hacen y van lo mismo a la posada capitalina que a adornar el aparador de la tienda de las ilusiones o que viajan a tierras de Michoacán.

Piñatas cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.

Recias ollas revestidas con papeles de fantasía, metálicos y de China, y que se rajan de muerte al duro golpe del palo.

Piñatas, tradición que no se pierde.

 
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