Regina Orozco y Jesusa Rodríguez participaron en el programa A la pared
Cristeta Tacuche y Borola Burrón compraron un piso del Carrillo Gil
Ampliar la imagen Arriba, Borola Burr�Jesusa Rodr�ez) admira un dibujo de Dolores Olmedo realizado por un tal Diego de la Glorieta de Rivera. Sobre estas l�as, la misma Borola con su t� la millonaria Cristeta Tacuche (Regina Orozco), de shoping por el recinto de Revoluci� Altavista FOTOS Marco Pel� Foto: Marco Pel�
La noche del jueves la millonaria Cristeta Tacuche (quien tiene cierto parecido a la actriz Regina Orozco) y su sobrina pobre con gustos de nueva rica, Borola Burrón (quien tiene un aire familiar con la actriz Jesusa Rodríguez), compraron un piso del Museo Chascarrillo Gil, con todo y acervo, en la módica cantidad de 5 mil millones de dólares. Una ganga.
Fugitivas de la célebre historieta de Gabriel Vargas -La familia Burrón-, sacadas del papel y vueltas personajes de carne y hueso, ambas participaron en el performance Chunga en el callejón del Cuajo, revisión de la colección del Museo Carrillo Gil, de la artista estadunidense Nicole Eisenman (1965).
La timbona, es decir, "la exquisita y fina dama entrada en carnes", embutida en un vestido blanco para coctel, es Cristeta Tacuche. La escuálida, o sea, la de magro físico, la de vestido amarillo-discreto, es Borola Burrón. Ambas lucen sendos abrigos de piel, tan bonitos que parecen sintéticos. Una es rica ostentosa y la otra sólo tiene gustos de nueva rica. Andan de shoping.
Por una omisión inexplicable e imperdonable, Cristeta no aparece en la lista Forbes de los más ricos, pero su fortuna supera con mucho a la del tal Carlos Slim. Su única preocupación en la vida es en qué gastar el dinero. Esta noche se le ha metido en la cabeza comprar un museo para dar un recital de "agrias" de ópera.
Borola es diseñadora de imagen y asesora de su tía en la adquisición del recinto para el capricho operístico. Mujer con necesidad y con aspiraciones -ambiciosa y servil por lo mismo-, está atenta al mínimo deseo de su parienta.
Cuando arriban al museo, "la rascuache multitud" ya las espera impaciente. La rampa de ascenso al primer nivel del edificio parece andén de la estación Pino Suárez del Metro a las siete de la noche en viernes de quincena.
Los apretujones exprimen de la memoria una frase de Chava Flores en su canción Sábado Distrito Federal: ''...un hormiguero no tiene tanto animal''.
A la manera de doña Carmen Romano
En la sala del primer piso todos los cuadros están envueltos para regalo. Tía y sobrina los van desenvolviendo: aparece un Siqueiros de cabeza junto a un Nicole Eisenman; subiendo a la izquierda, un Eisenman entre dos Orozcos. De este lado un desnudo, un dibujo de Dolores Olmedo realizado por un tal Diego de la Glorieta de Rivera. Borola de inmediato encuentra un error: "¡Mira nada más, tía! Se ve que el vello púbico le salió en la cabeza".
-¿Y este cómo se llama? -pregunta Cristeta Tacuche ante el cuadro de Eisenman -Swimers, 1996- en el que aparece un grupo de promiscuos nadadores desnudos en una piscina.
Borola responde:
-¡Un domingo en Oaxtepec!
Un piano y un caudal de seres más corrientes que comunes van siguiendo a la distinguida pareja. Cristeta está buscando el mejor lugar para dar su recital de "agrias" de ópera. Adonde va ella la sigue el piano.
Borola recuerda que eso no se había visto desde los tiempos de la difunta Carmen Romano de López Portillo, quien, según cuenta la leyenda, hizo romper el muro de un hotel en Guanajuato para que pudieran ponerle un piano en su habitación.
La sobrina de su tía aprovecha una parada en el recorrido y arranca de un cuadro de Alfaro Siqueiros un pollo unidimensional para llevar de comer a sus hijos.
En la última parada, Cristeta y Borola se embelesan ante sus respectivos retratos en tamaño natural. Los califican de dos obras maestras del arte universal.
Ahí la tía encuentra la atmósfera ideal para su recital de "agrias" de ópera, acompañada al piano por Isaac Bañuelos. Una de las ventajas de ver a Cristeta Tacuche de carne y hueso es que también se le puede oír. La rascuache multitud queda subyugada.
Así termina Chunga en el callejón del Cuajo, sexta intervención del programa A la pared, ideada por Jesusa Rodríguez y Nicole Eiseman.
Un comunicado del museo traduce al español solemne lo que el performance representó: "Como un proyecto 'a cuatro manos' se plantea esta nueva versión del programa Revisiones de la colección, con la participación común de la siempre asombrosa dramaturga mexicana Jesusa Rodríguez y de la joven artista estadunidense asimilada al feminismo radical, Nicole Eisenman.
''Brillantes, aguerridas y valientes, cada una a su manera ha contribuido con feroz imaginación al campo de la creación de imágenes y, con aguda capacidad crítica, a la ridiculización a rajatabla de algunas de nuestras más arraigadas estructuras de poder y sus vicios respectivos (la segregación sexual y racial, la jerarquía eclesiástica, la corrupción política, las trampas de los medios de comunicación".
El performance fue videograbado y se proyectará durante el tiempo que duré la intervención.