Usted está aquí: miércoles 14 de diciembre de 2005 Opinión Espino, el estratega

Luis Martínez

Espino, el estratega

Estábamos en el entendido que en el PAN se tenía como referencia ideológica, como punto de partida a Manuel Gómez Morín, a Rafael Preciado Hernández, a Christlieb Ibarrola, pero no, ahora nos enteramos que los verdaderos ideólogos de cabecera del señor Manuel Espino Barrientos -como se desprende de la entrevista de Claudia Herrera Beltrán, La Jornada, 12-XII-05-, son los cristeros recientemente llevados a los altares, como Anacleto González Flores (Tu serás rey), el padre Heriberto Navarrete (Por Dios y por la patria) y Luis Rivero del Val (De las patas de los caballos).

La entrevista no tiene desperdicio: nos anuncia Espino que la libertad religiosa es una materia pendiente del Estado mexicano, y nos previene y advierte que si el PAN sigue en el poder hay que ajustar la ley. Seguramente se refiere a la Constitución política.

Olvida el presidente del PAN que la relación Estado-Iglesia quedó definida desde el siglo XIX y no como él lo afirma, que se hizo en los tiempos de la "persecución religiosa".

Lo que parece fantástico y aquí me atengo a don Manuel Gómez Morín, es la confusión para analizar los problemas, que carecen de un sentido de realidad que ocurren en México, y esto viene a cuento porque a Espino no le preocupa que los maestros se dediquen a educar, a enseñar historia, biología, física, matemáticas, gramática, geografía, civismo, inglés y computación. A Espino no le preocupa que el magisterio no cuente con las condiciones que le permitan elevar el nivel de la educación en México, sino lo que verdaderamente le preocupa es que los maestros en las escuelas públicas no puedan orar con sus alumnos y que la ley siga prohibiendo las expresiones religiosas públicas a un pueblo tan religioso como el mexicano.

La entrevista nos acerca a conocer la estructura mental y política de Espino Barrientos. Me atengo a una apretada síntesis de su florilegio conceptual: tengo mis mocherías; mire, mi yunquecito; no me dieron trato de galleta de animalitos, sino de galleta con bombón; Manuel Espino es un cabrón por imparcial; el Presidente será un plus para el proyecto; es uno de los presidentes de mayor reconocimiento en el mundo; a mí no me gusta decir que soy hechura de tal prócer; yo me encargué de que se le agriara el proyecto político a Marta Sahagún; yo no soy foxista y no acepto que me pongan etiquetas.

Postula también el presidente del PAN que llegado el caso sabría negociar con Roberto Madrazo y le diría: te vamos a dejar de madrear con el tema de tus departamentos, no te vamos a madrear, pero a cambio tú cédenos esto... un maletincito que nos mandes, etcétera, etcétera... con el PRD nunca nos vamos a poner de acuerdo sobre el aborto y la eutanasia, si perdemos una elección por ser tercos y decir que respetamos el derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte, ni modo.

Pero a pregunta expresa de la reportera, "¿A usted qué cambio le gustaría ver en materia religiosa si siguiera el PAN en el poder?", la respuesta de Manuel Espino es contundente: "es una materia pendiente del Estado mexicano hacer vigente de manera plena la libertad religiosa, porque en la práctica ya está. Ajustemos la ley y demos vigencia plena a esa libertad".

El señor Espino ha utilizado el tema religioso para entrar al cambalache religioso, al cambalache político; pretende politizar la religión, quitándole su sentido íntimo para convertirla en pretexto de facción política. Nuestro texto constitucional impide que a nombre de las religiones y de las iglesias se haga mala política. Ya en el año de 1912 existió un partido que en las urnas ponía un lema: "Aquí se vota por Dios".

Don Ignacio Ramírez, el Nigromante, pedía para México una Constitución que pusiera al país en orden y en movimiento. Respecto de la religión y respecto de la política, el artículo 130 consagra el principio histórico de la separación del Estado y las iglesias.

Dejemos atrás viejos problemas. Pensar hoy en una iglesia única resulta un anacronismo; desde el siglo XIX se resolvieron problemas fundamentales como el de las relaciones Estado-Iglesia, que cuando la resucitaron a principios del siglo XX produjeron trastornos fratricidas, heridas dolorosas. México encontró su propio modelo, su propia ruta en la vigencia de una sociedad laica, en un Estado laico.

 
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