Usted está aquí: martes 13 de diciembre de 2005 Mundo Asesinan en Beirut a Jibran Tueni, importante periodista y político libanés

Declarado enemigo de Siria, una bomba dejó hecha pedazos su limusina blindada

Asesinan en Beirut a Jibran Tueni, importante periodista y político libanés

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Polic� libaneses inspeccionan la zona donde fue asesinado Jibran Tueni, parlamentario y director del diario m�importante de L�no, An Nahar, ayer en un suburbio de Beirut FOTO Ap Foto: Ap

Beirut, 12 de diciembre. Nadie está seguro. Los trozos de cuerpos en las calles, la sangre -qué oscura se vuelve una hora después de haber sido derramada en el pavimento- y los autos incinerados, los pedazos de la cerca a través de la cual fue lanzada la limusina de Jibran Tueni por la bomba hacia un barranco lleno de pinos: tal es hoy la naturaleza de la guerra en Líbano.

Tueni era el director de An Nahar, el diario más prestigioso de Líbano, y prominente parlamentario, hijo de un ex embajador de su país ante Naciones Unidas que recibió la Legión de Honor en París apenas la semana pasada. Y Tueni ha quedado pulverizado, volado en pedazos escasas horas antes de que, según se espera, el comité de la ONU que investigó el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri, encabezado por Detlev Mehlis, responsabilice a Siria de ese crimen.

Y Tueni era enemigo de Siria. Hace unos días exigió que ese país sea llevado ante el tribunal internacional de La Haya por la ejecución de soldados libaneses, hace 15 años.

Cierto, ¿cuántas veces nos van a decir que estos asesinatos en Líbano no benefician a Siria? El momara, el "complot", significa que los israelíes mataron a Tueni para enlodar a los sirios; que los estadunidenses querían librarse de un librepensador (ortodoxo griego, como saben todos los libaneses, quienes tienen bien aprendido su diccionario sectario) ahora que el ejército sirio se ha ido. No, tal vez no fue el presidente Bashar Assad de Siria, pero, ¿qué tal los espías del partido Baaz, de quienes la mayoría en este país sospechan que asesinaron a Hariri el 14 de febrero de este año?

Nadie está a salvo

De pie en el estrecho camino de montaña, la mañana de este lunes, cuando aún salía humo del convoy carbonizado y la sangre oscurecida estaba todavía húmeda en el pavimento -¿cuántas veces mis amigos libaneses y yo tendremos que regresar de esos lugares de espanto y lavar, más que limpiar, nuestros zapatos en el tapete de la puerta?-, recibí algunas lecciones obvias. Esta es la guerra. Me repito: nadie está a salvo. Líbano cuenta con miles de soldados, miles de policías, espías y científicos forenses. Los había por cientos la mañana de este lunes en Mkalles, patrullando, buscando pedazos de bomba en el bosque de pinos, cuando ellos -y los reporteros- deberían estar ordenando manaouche (sándwiches) de queso en algún café y disfrutando de las nuevas libertades.

Pero ¿para qué están aquí esos miles de soldados? No pueden proteger a nadie. O así parece. El presidente pro sirio de Líbano, Emile Lahoud, debería haber dirigido un mensaje a la nación después de un crimen tan brutal. Pero no hubo más que silencio. En el Parlamento, Marwan Hamade, ministro de Telecomunicaciones y tío de Tueni -él mismo resultó herido de gravedad en un ataque con coche bomba, en octubre del año pasado-, demandó que todos estos asesinatos prominentes (los de Kemal Jumblatt, Bashir Gemayel, Rashid Karami, el Gran Mufti Khaled, Danny Chamoun, Rafiq Hariri y demás) sean investigados por un tribunal internacional.

Qué esperanzas. Apenas una hora después del asesinato de Tueni -padre de cuatro y alguna vez vocero del mesiánico general Michel Aoun-, Hamadi, de anteojos oscuros, se presentó en el lugar donde murió su sobrino. "Es un nuevo crimen en Líbano, no hay más que decir", replicó cortante a quienes estábamos parados entre la sangre. Más tarde, ya más tranquilo, culpó a la "hegemonía dictatorial" de Bashar Assad. "Si los sirios lo quieren así, sabremos responder", exclamó. ¿Cómo?

Uno miraba los pinos de aspecto tan pacífico, los autos humeantes, los guardias del forense con sus nuevos ponchos negros, un policía de chamarra de cuero que metía en una bolsa lo que podía ser un detonador, y de inmediato se hacía la pregunta obvia: apenas unas horas antes Tueni había regresado de su exilio voluntario en París. Había tomado una estrecha calle de la montaña para evitar el tráfico matutino después de salir de su casa: un camino "seguro", y sin embargo alguien sabía que pasaría por allí. El asesino recibió aviso quizá semanas antes para preparar el crimen, y debió haber tenido a la vista tanto la bomba como la víctima -quizá desde el alto edificio blanco que se levanta al este- para poder detonarla en el momento en que pasó la limusina blindada. Sólo metro y medio separaban a Tueni del artefacto que lo voló en pedazos.

El informe de Mehlis sobre Hariri debió poner fin a estos asesinatos, enfriar el ánimo de Masacres de Líbano SA -o Masacres de Siria SA- y mandar a los homicidas a sus madrigueras. Pero conservan toda su operatividad. Nos dimos cuenta de ello cuando Samir Kassir, prominente periodista opositor al régimen pro sirio, fue asesinado poco después de Hariri. Luego fue George Hawi, viejo dirigente del Partido Comunista, y más tarde un atentado contra May Chidiac, otro prominente reportero antibaazista.

Pero luego vino el "suicidio" del general brigadier Ghazi Kenaan, ministro sirio del Interior -¿sabía demasiado?, ¿tenía intención de revelarlo a los chicos de Mehlis?- y el cociente de prestigio de los asesinos volvió a elevarse. Si Keenan pereció, ¿por qué no Walid Jumblatt, el líder druso, quien apenas este domingo se enteró de un plan de ataque con bomba en su contra en un paso de los montes Chouf? ¿O Samir Geagea, el ex líder de las milicias cristianas maronitas? ¿O el general Michel Aoun, quien encabezó una inútil guerra de "independencia" contra Siria hace 15 años? ¿Quién más?

El coche bomba de este lunes contenía unos 40 kilogramos de explosivos y lanzó el vehículo de Tueni hacia el barranco; al menos siete hombres perecieron. Hubo una llamada telefónica anónima de quien dijo representar a "los Combatientes por la Unidad y la Libertad en Damasco" y anunció que "todo aquel que contemple atacar a quienes han sacrificado todo en aras del arabismo y de Líbano correrá la misma suerte". Pero cualquiera puede hacer una llamada. Igual que cualquiera puede ser asesinado en Líbano.

"Era un hombre arrogante, pero ésta no era la forma", declaró uno de los seguidores de Hariri una hora después de la muerte de Tueni. Arrogante pero valiente, ¿o debería ser más bien, en los tiempos que corren en Líbano, valiente pero arrogante? Dio la impresión de que Tueni estaba perturbado cuando apoyó a Aoun en 1990. Pero como director de An Nahar -era el jefe de Kassir- era un intelectual. Como hijo de Gassan Tueni, era el hijo predilecto de un imperio periodístico.

Siria ha adoptado la práctica de anunciar que quien comete tales crímenes son los enemigos de Líbano. La tarde de este lunes, el ministro sirio de Información, Medí Daklallah, negó que su gobierno tuviera relación con el crimen, y sostuvo que "quienes están detrás son los enemigos de Líbano".

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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