El humanismo en la radio
Texto del locutor fallecido el 10 de noviembre, que presentaría en una conferencia en el primer Congreso de Comunicación y Medios, organizado por la Universidad Autónoma de Nayarit, efectuado del 21 al 26 de noviembre. Al referirse al conocimiento, asociado casi inmediatamente al tedio, Emilio Ebergenyi prosigue con su ponencia
Aquí entra en juego otro factor intangible que sirve para desacralizar a la cultura como una entidad lejana, ajena a nuestra vida cotidiana: la ligereza que promueve, no la chabacanería, a la que nos tienen tan acostumbrados esas voces, que no son sino altoparlantes de los mercaderes a los que sirven y los explotan, sino aquella que emana del sentido del humor, agudo, incisivo y cáustico que busca minar las estructuras recalcitrantes, autoritarias e intolerantes que sustentan a un conglomerado, normalmente pobre en sus concepciones culturales.
Los medios electrónicos de comunicación son sólo reflejo de la sociedad que emanan. Es difícil que estos cambien sus mecanismos y su naturaleza, aislados como un universo aparte, si no se propician los que la sociedad en su conjunto necesita.
Y aquí entramos en un aparente círculo vicioso, pues sin la competencia de los medios, es casi absurdo pensar inyectarle un cambio a nuestra dinámica social.
La responsabilidad de pensar a los medios en términos humanistas, así contemplada, demanda de las generaciones que aspiran a construirlos un compromiso ético de enorme dimensión.
Resulta lugar común experimentar la incompetencia de los médicos que no curan, de los abogados que más parecen coyotes, de los mecánicos que hacen como que arreglan los desperfectos, preparando el terreno para que se descompongan otros elementos.
De la misma manera, los que aspiran a ocupar un lugar frente al micrófono o la cámara, siempre de acuerdo con mi experiencia, manifiestan un creciente desdén por lo que huela a estudio y análisis, que convierte a una inquietud saludable y necesaria para emprender los caminos de la comunicación, en mera búsqueda de efímera popularidad que merma lo que de otra manera florecería en la búsqueda por lugares más propicios para la convivencia y el entendimiento.
Los estudiantes de comunicación se han olvidado del libro como la herramienta primigenia que nos distingue de otras especies; no contemplan a la prensa escrita como baluarte del pensamiento que se razona desde el presente con rigor y detenimiento. Ante sus ojos, acostumbrados al vértigo de los videoclips, el teatro se les antoja anacrónico. Sus oídos, bombardeados y taponados con decibeles en dosis tóxicas ya no están interesados en someterse al aparente suplicio de un concierto, donde los ejecutantes y creadores arriesgan sus mayores virtudes. La salida, su salida, es siempre la más rápida, la del menor esfuerzo, la de la falta de ortografía que esconde a la irresponsabilidad profesional.
Como los médicos, que son capaces de olvidar un escalpelo en la entraña de un paciente, o como los abogados que se regodean para embrollar más un asunto, con el solo fin de sacar más provecho económico, los ''comunicólogos" de nuestros días no comunican; abonan con su dejadez el estado de confusión que sólo beneficia a los empresarios, que tienen concesionado un bien que es patrimonio de la sociedad en su conjunto y a los mediocres políticos que los cobijan.
Algunos sentirán agresión en estas palabras; lastimosamente serán los menos. La mayoría seguirá pensando que todas estas palabras son como los antiguos regaños que se propinaban para llamar a una disciplina impuesta y sin razonamiento. Esos están llamados a engrosar los rebaños de corderos y conformistas, y seguramente terminarán haciendo otra cosa completamente ajena a la rica aventura que representa tener el privilegio de encontrar un lugar en la cotidianidad de las personas, por el solo hecho de hacer lo que se tiene que hacer, con corazón, con imaginación, con valor, con preparación y compromiso.
No hay ningún secreto en todo esto. La vía Perro Bermúdez, el paradigma Paty Chapoy estarán siempre a disposición para quien quiera tomar el fast track al arcón los trebejos desechables.
Pobre es el arquitecto que sólo sabe de arquitectura, como deplorables resultan las personas que habiendo elegido la comunicación como un camino profesional, conciban a la cultura y al humanismo que de él emana, como un lastre y no como la brisa que nos permite volar y fortificarnos, para enfrentar un entorno social que se complica día a día y vuelve oscuras nuestras mañanas.
Los convoco fraternalmente a vencer la abulia. Esta no es una responsabilidad de las escuelas o de los planes de estudios, mucho menos del hogar que nos ha permitido acceder a una educación universitaria. Esta es una responsabilidad íntima que todavía puede sacudir a la parte pensante que nos habita a todos.
¿Qué propongo para que esto no quede en la informalidad y el olvido de una charla circunstancial?
Emprender el camino de la lectura, cuando éste no se inculcó amorosamente desde la infancia, demanda redoblar la voluntad, pero no es imposible. Puede empezar por la disciplina de leer primero un libro cada mes; escogerlo con cuidado de acuerdo con nuestros sueños e intereses, asesorado por alguien que tenga amor por la literatura y su contagio. Acortar, siempre de acuerdo con nuestra disposición, la cuota de tiempo que le destinemos, aprovechando todos esos momentos aparentemente muertos que se cruzan en nuestro camino diario, como el transporte o las esperas asociadas a la consecución de un trámite o la consulta médica; o apartar media hora al día, tal vez antes de dormir hurgando en alguna revista o el repaso de algunos artículos periodísticos. Hay que poner en juego la imaginación para que la imaginería literaria nos habite y forme parte sustancial de nuestro crecimiento creativo.
Los museos han cambiado radicalmente. Ahora son entidades verdaderamente divertidas e interactivas, que propician con cierta informalidad una vía atractiva de contacto con creaciones de índole muy variada y enriquecedora.
Asistir periódicamente a una representación teatral que vaya más allá de las propuestas de una cartelera comercial, ignorando si en ellas participan figuras de moda, siempre dejará un resquicio para la reflexión que propicia un arte que está más vivo que nunca. Aquí, la recomendación es perderle el miedo a arriesgarse con otro tipo de experiencias, que igual puede aplicarse a las propuestas musicales o a la danza.
El cine, que nos gusta a tantos, ha tomado en muchos casos el papel que antes jugaban los libros; cuentan historias, sin tener, aparentemente, que entrar al farragoso camino de leer. Pero si ahondamos en el proceso creador de una película, caeremos en la cuenta de que para que esas historias fueran proyectadas finalmente en la pantalla, tuvo que haber, antes que nada, algo escrito: un buen libro, un guión... una historia que sólo esperaba ojos amorosos para ser leída y recreada en su totalidad. El cine, siempre demandará activos y creativos lectores, para hacerlo o disfrutarlo en pantalla.
Y lo mejor de todo esto es que es perfectamente compatible con las necesidades que tienen todos ustedes como gente joven, con sus demandas de esparcimiento convencional, con sus inquietudes deportivas y hasta afectivas y amorosas. Lo mejor, también, es que les apoyará para ser personas más responsables con su entorno y los llevará a actuar mejor como profesionales, siempre y cuando se resuelvan a incorporarlo como un riesgo necesario para vencer la mediocridad que el mismo espejismo de los medios ha creado en nuestro inconsciente colectivo.
Están en la mejor etapa de su formación, en aquella en la que entra en juego verdadero su definición y su futuro. Ojalá estas palabras les apoyen para llegar a la siguiente meta: gozar y vivir en plenitud el rumbo profesional que han escogido.
Nadie tiene la capacidad suficiente para liberar a todo un conglomerado, sin el concurso de una cierta dictadura. Pero, la liberación personal es no sólo factible, sino posible, a través de un despertar interno que sólo demanda estar alerta frente a los retos que aparecen en nuestro camino, para vencerlos mediante el conocimiento que se abraza con cabalidad.
Hagamos de la comunicación un proceso pleno de humanismo y liberación.