MEXICO SA
Fracaso del modelo económico en AL; candidatos no lo cambiarán
Especuladores calientan motores
Las rebanadas del pastel:
EN BUSCA DEL sustento del gran capital, que del social ni quién se acuerde, la mayoría de los candidatos presidenciales machaconamente dicen que ni por aproximación alterarán el modelo económico impuesto en el país casi cinco lustros atrás, de tal suerte que son su mejor garantía para que la situación no se transforme.
SON DE LA idea de que fácilmente lograrán el voto ciudadano, de tal suerte que lo importante es amarrar los dineros necesarios para sus costosísimas campañas, aunque ello implique compromisos que ahoguen al país una vez alcanzado el objetivo político, en el eventual caso que lo consigan.
LA MANERA MAS práctica para agenciarse dichos apoyos financieros es gritar a los cuatro vientos que el modelo económico es la octava maravilla, que será intocado con ellos sentados en la gran silla y que, a final de cuentas, la plutocracia debe estar tranquila.
PUES BIEN, CON la ayuda de la Cepal, enterémonos qué ha pasado en México y América Latina a lo largo del citado periodo: el crecimiento económico regional en las dos recientes décadas ha sido bajo y volátil. El insatisfactorio desempeño económico y escaso progreso social que ha exhibido la región ponen en duda la efectividad de las políticas económicas y sociales puestas en práctica por las autoridades nacionales, que en los pasados 15 años, aproximadamente, han estado inspiradas por los principios del Consenso de Washington.
DE HECHO, EL "aumento" anual del ingreso per cápita fue aproximadamente de medio punto porcentual en el periodo 1980-2004 y se estima que en 2002 unos 220 millones de personas (44 por ciento de la población) vivían por debajo de la línea de pobreza. A pesar de que la reducción de la pobreza fue prioritaria en la reciente década, la combinación de crecimiento lento y desigualdad persistente generó pobreza crónica e insatisfacción social.
EN GENERAL, LA reducción de la desigualdad de ingresos y riqueza, así como el fomento de la participación y habilitación populares, entre otros objetivos sociales, no han sido prioritarios en las políticas. La apuesta a una estrategia de reducción de la pobreza impulsada por el crecimiento arrojó resultados insatisfactorios en la mayor parte de los países de América Latina, quizás con la excepción de Chile hasta la segunda mitad de la década de 1990.
SOLO PAISES QUE presentan un crecimiento muy rápido y sostenido -como China e India, pero desde luego no como México- pueden enorgullecerse de una real superación de la pobreza por segmentos de su población, algo que no ha sucedido en la mayor parte de América Latina en los pasados 25 años. Aun cuando se logre mantener un crecimiento acelerado, su efecto en términos de pobreza dependerá de la intensidad de uso de la mano de obra, del crecimiento y de la desigualdad. La posibilidad de que el Estado contribuya a la reducción de la pobreza y la desigualdad dependerá de su capacidad para recaudar ingresos que se puedan destinar al gasto social; de su capacidad de gestión de políticas sociales, y de la voluntad política de las autoridades de mejorar la situación de los grupos más pobres y desfavorecidos de la sociedad.
LA POLITICA ECONOMICA debe propiciar un entorno que favorezca la creación de riqueza, como condición material básica para que los derechos (humanos, económicos, sociales, políticos) puedan ejercerse. Sin embargo, el desarrollo, además de ser un tema económico, tiene un componente político. La satisfacción de las necesidades y el ejercicio de los derechos dependen de la disponibilidad de recursos y las estructuras de poder existentes, que afectan la distribución efectiva del ingreso y el ejercicio de los derechos económicos y cívicos.
NO HA SIDO así. El crecimiento lento y volátil y la persistente desigualdad social han dado lugar a un significativo nivel de pobreza y una marcada fragmentación social en América Latina. Para revertir estas tendencias sociales es preciso acelerar el crecimiento económico y reducir la desigualdad. Al mismo tiempo, el actual enfoque de la política social, basado en la focalización en "los más pobres" y en servicios sociales privados para quienes puedan pagarlos, parece exacerbar la estratificación social en las sociedades latinoamericanas y podría debilitar su estabilidad política.
TANTO LA FOCALIZACION de los beneficios sociales como la elección individual entre proveedores privados de servicios sociales, aunque son conceptos meritorios, plantean a la política social serios problemas de información, ejecución y economía política. La segmentación excesiva de los servicios sociales en términos de calidad y acceso afecta a la clase media, que paga impuestos pero recibe prestaciones generalmente caras y de limitada cobertura.
UN CONTRATO SOCIAL que reconozca en mayor medida los derechos sociales y económicos de los pobres y la clase media como sujeto válido de los beneficios de la política social, puede ser una opción más promisoria. Este nuevo contrato social, para ser económicamente viable, debe buscar formas de acelerar el crecimiento sostenible y movilizar los ahorros, la inversión y el potencial de innovación de nuevas fuentes tradicionalmente excluidas del proceso económico.
ES IMPORTANTE HACER de la clase media un sujeto legítimo de las políticas sociales, y ampliar su acceso, así como el de los pobres, a los activos y a la acumulación de capital, pues estos grupos contienen una importante reserva de talento, iniciativa empresarial e innovación. Por último, la aplicación de mejores políticas sociales y de cobertura más amplia también contribuirá a reforzar las todavía débiles democracias latinoamericanas al fortalecer la clase media, un segmento tradicionalmente estabilizador de la democracia.
EN POCAS PALABRAS, ese es el modelo que ni por aproximación alterarán los candidatos que todo el día hablan de "cambio".
CON EL FUERTE olor a gasolina que dejó la desafortunada declaración del secretario de Economía, Sergio García de Alba, los especuladores calientan motores: ayer el tipo de cambio del peso frente al dólar cayó 1.4 por ciento, algo así como 15 centavos en una sola jornada.