Usted está aquí: sábado 10 de diciembre de 2005 Opinión Dos proyectos alternativos para la ciudad

Enrique Calderón A.

Dos proyectos alternativos para la ciudad

Hace un par de semanas estuve en uno de los edificios de Nacional Financiera en el sur de la ciudad. Desde el noveno piso tuve la oportunidad de observar a lo lejos el segundo piso del Periférico a la altura de Las Flores. Eran cerca de las 13 horas y el tráfico era reducido; el conjunto se veía en verdad bonito, como parte de una ciudad moderna.

Qué diferente se ve cuando me dirijo a mi casa en la noche al salir de la oficina. Las pocas veces que lo hago antes de las nueve de la noche resulta desesperante por igual utilizarlo abajo que por el segundo piso; a partir de Las Flores -y cuando tengo más suerte desde San Angel Inn- la supuesta vía rápida se convierte en un gigantesco estacionamiento. Los autos avanzan a cinco o seis kilómetros por hora.

Los viajes en la mañana no son distintos: los embotellamientos hacia el norte empiezan al sur de San Jerónimo y se mantienen por varias horas. El segundo piso del Periférico habrá quedado obsoleto mucho antes de haber sido terminado y su mayor logro quizás habrá sido dar empleo a varios cientos -quizás miles- de trabajadores por un buen tiempo. En el estricto sentido vial, los 5 mil o 6 mil millones de pesos gastados han servido para trasladar los embotellamientos de unas partes de la ciudad a otras.

De hecho no podía ser de otro modo, el crecimiento del parque vehicular puede observarse y sentirse de un mes a otro; según el censo de 1990 en pleno gobierno de Carlos Salinas había más de millón y medio de autos; en estos 15 años ese número se ha duplicado. El problema no sólo está en la imposibilidad de abrir nuevas vías en cantidad suficiente, sino en la dificultad creciente para estacionarlos en las aceras cercanas a los lugares donde necesitamos acudir.

Hoy más que nunca resulta claro que seguir comprando automóviles para resolver el problema del transporte urbano tiene tanta lógica como querer curar la diabetes con terrones de azúcar; sin embargo, la tendencia continúa en aumento como respuesta a las millonarias campañas promocionales. ¿Cómo parar esta locura? Creo que muchos pensamos que la única solución posible está en el transporte público, su instrumentación implica la participación central y el liderazgo de los gobiernos locales, en este caso el de la ciudad de México, ofreciendo transportes públicos dignos, confiables, seguros y eficientes, capaces de desmotivar el uso del automóvil entre amplios sectores de la población.

En este sentido el Metrobús que circula por avenida Insurgentes resulta una espléndida solución de corto, pero sobre todo de largo plazo, por varias razones. La más importante es desde luego el uso de un carril confinado, que si bien puede parecer factor de ineficiencia, permite mostrar a la población que es más rápido trasladarse en Metrobús que en automóvil, y que puede planear su tiempo de llegada a su destino, cosa que es imposible para quienes usan carro.

A partir de esta experiencia es posible afirmar que si la introducción del Metrobús se pudiera realizar en todas las grandes avenidas que tiene la ciudad, creando carriles confinados de manera que los autos no los puedan invadir, pero los autobuses tampoco pudieran salirse de ellos, estaríamos creando los mecanismos para inhibir significativamente el uso de los autos, en la medida en que se abriría un buen número de rutas en las que el autobús resultaría más rápido y desde luego más económico que los carros.

Sabemos que la línea del Metrobús costó menos de la décima parte del segundo piso del Periférico, incluyendo los autobuses mismos, dando servicio inclusive a más usuarios. Corregir este error y optar por soluciones sustentadas en el transporte público constituye un aspecto vital para el futuro de la ciudad.

Por ello sería conveniente que los próximos gobiernos del Distrito Federal pensaran menos en soluciones para quienes nos trasladamos en auto y más en hacer de la ciudad de México una metrópoli moderna, sustentada en el transporte público urbano. No tengo duda de que ello permitiría inclusive ahorrar recursos que podrían ser destinados a otros problemas de la ciudad no menos graves.

 
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