El uso terapéutico del veneno del alacrán, con resultados favorables en enfermos de cáncer
Se inicia en Cuba segunda etapa para estudiar toxinas del Rhopalurus junceus
Su captura en estado silvestre pone en riesgo su sobrevivencia y la investigación, alertan especialistas
El gobierno designó a la farmacéutica Labiofam para dirigir el análisis
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Guantanamo, 6 de diciembre. El empleo terapéutico del veneno de una especie de alacrán en el tratamiento de algunos tipos de cáncer ha dado el salto a una segunda etapa de investigaciones en Cuba, después de arrojar resultados "esperanzadores", según los más recientes informes del caso, conocidos en una reunión científica en esta ciudad del extremo oriental de la isla.
La semana anterior sesionaron aquí el primer Simposio Internacional de Toxinología, el primer Encuentro Internacional de Aplicación Clínica y el segundo Taller Nacional sobre Venenos de Escorpiones, con decenas de médicos, científicos y especialistas de distintas ramas, cubanos y extranjeros, con interés convergente en los resultados conocidos y potenciales de un producto elaborado con porciones diluidas de toxina del Rhopalurus junceus.
Descubrimiento de hace 20 años
El descubrimiento del uso anticancerígeno del veneno de ese escorpión, hace unos 20 años en esta región cubana, abrió una etapa de indagaciones empíricas y de difusión indiscriminada. De la explosión inicial de hallazgos y experiencias espontáneas, que ha desembocado en la mejoría reconocida de miles de pacientes, se ha pasado a una fase de ordenamiento científico, marcada por la decisión gubernamental de que la empresa farmacéutica Labiofam asuma el liderazgo de la investigación.
"Algunos estudios permiten hacer un análisis estadístico confiable y asegurar que el producto tiene elementos importantes", dijo el doctor Sinoel Llorente Sánchez, especialista de la Dirección Provincial de Salud de Guantánamo.
Llorente citó en particular casos de cáncer de colon y de intestino, que han tenido "niveles de sobrevida y de calidad de vida significativos" tras el tratamiento con la sustancia. "Los resultados señalan que hay que seguir buscando."
La celebración de los tres foros especializados y simultáneos en Guantánamo permitió "reunir a todas las personas que de una forma u otra trabajamos en este proyecto" dentro y fuera de Cuba, señaló el doctor José Ramón Rodríguez Alonso, de la Facultad de Ciencias Médicas de la provincia, uno de los principales promotores del encuentro.
Ahora "comienza una segunda etapa más rigurosa desde el punto de vista científico", señaló Rodríguez, y advirtió del riesgo de "sobrevalorar" los resultados conocidos. "Esta es una lucha que comienza ahora en una segunda etapa, podríamos decir, y se le avizora un futuro esperanzador."
Estimó que un logro notable del encuentro fue "reunir a todas las personas interesadas en tratar de lograr una estrategia común de trabajo".
Parte de la reunión fue una visita al Centro de Desarrollo de la Montaña (CDM), enclave científico ubicado en la cima de un cerro en la región de Sabaneta, en la provincia de Guantánamo.
El director del CDM, Jesús Martín Pérez, explicó que esa entidad, fundada en 1994, se dedica a estudiar las potencialidades de la biodiversidad de la montaña. Parte de su objeto de trabajo es el entorno bioecológico del Rhopalurus junceus, materia en la que colabora con otras instituciones cubanas.
Martín Pérez expuso que, al amparo del conocimiento popular de los efectos terapéuticos de la toxina, se practica la captura y ordeña indiscriminada del alacrán en estado silvestre.
Esas acciones, señaló, ponen en riesgo la sobrevivencia de la especie y el consiguiente desarrollo de la investigación. Un efecto colateral puede ser, además, que pacientes inadvertidos estén adquiriendo fórmulas preparadas sin control científico, que pudieran ser poco más que agua sin destilar.
La reunión sirvió también para precisar la ruta que ha seguido el descubrimiento y la investigación.
Opción médica
El ingeniero pecuario Guillermo Ubaldo Bory Pérez, ahora responsable de la investigación en la sede de Labiofam en Guantánamo, relató que el descubridor de la aplicación de la toxina fue un médico originario de la localidad costera de Baracoa, de quien no se tienen mayores datos.
Añadió que él, junto con el desaparecido biólogo Misael Bordier, empezaron la experimentación en escala, que pasó por el estudio en perros y ratones hasta llegar a seres humanos.
Bory recordó que la necesidad los llevó a crear un grupo interdisciplinario de nueve personas, que en 1995 obtuvo la patente del producto. La búsqueda de una alternativa para combatir el cáncer arrojó ese núcleo original a distintos caminos, que ahora vuelven a una senda común.