Usted está aquí: jueves 1 de diciembre de 2005 Opinión Homenaje a Julio Scherer

Elena Poniatowska/ II y última

Homenaje a Julio Scherer

Durante el sexenio echeverrista la prensa mexicana padeció el golpe más fuerte a su libertad de expresión conocido como ''El golpe a Excélsior" del cual rindió cuentas con Vicente Leñero y Alan Riding en su libro Distant Neighbors. Julio Scherer García salió con 200 hombres y mujeres del diario que era su vida. Más tarde habría de escribir en su libro Los presidentes:

''De sobra es conocida mi posición y la de Proceso frente al 8 de julio de 1976: el presidente Echeverría nos expulsó de nuestra casa. Combinó como es usual, la fuerza, el sometimiento y una gran recompensa."

Desde el poder presidencial, Luis Echeverría manipuló la asamblea de cooperativistas de Excélsior para sacar a Julio y terminar con una línea crítica e informativa que todas las mañanas le agriaba el desayuno. José Pagés Llergo ofreció a los periodistas ''damnificados" la sede de la revista Siempre!, como antes se la había ofrecido a Fernando Benítez cuando ''El Rey viejo" (como lo llamaba Carlos Fuentes) renunció a Novedades.

Durante la dirección de Proceso de Julio Scherer García, su equipo de reporteros y articulistas le fue tan fiel como Vicente Leñero, con quien comparte la afición por el beisbol, porque le va a los Yanquis y en el futbol al Atlante. Ambos siguen metiendo goles a la antigüita porque desconfían de la computadora y usan su Remington, ¿o será Olivetti?, beben whisky y no fuman. Otros colaboradores entrañables han muerto: Carlos Pereyra, Miguel S. Wionczek, Samuel Máynez Puente, César Sepúlveda, Genaro María González, Abel Quezada, Carlos Quijano, Gaspar Elizondo, Francisco Carmona Nenclares, Javier Peñalosa, Jorge Ibargüengoitia y René Zabaleta. ¡Ah! Y una muerte dolorosa, la de su secretaria, la entrañable, leal, eficaz y modesta Elenita Guerra.

A Julio Scherer García -sin duda alguna el periodista más importante de México- hay que reconocerle su entrega a la patria, palabra que ligada a él no suena cursi o sentimental.

A lo largo de su trayectoria sólo ha recibido tres premios, dos internacionales, el María Moors Cabot que otorga la Universidad de Columbia. En 1971, año del premio, Armando Vargas, de la agencia Ap, intentó entrevistarlo y Scherer respondió, algo que siempre ha mantenido: ''Ni madres (...) yo soy reportero y las preguntas las hago yo".

En México obtuvo el Manuel Buendía en 1986 que sí aceptó y, aunque muy tarde, en 2003, el Premio Nacional de Periodismo. Al recibir el de la trayectoria periodística que le otorgó el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, no el gobierno, Julio declaró: ''Nada se agradece como la claridad, sin la cual no hay argumento que se sostenga y nada fortalece tanto como una posición que se asume y defiende con ánimo decidido (...) El mundo se ha endurecido y pienso que el periodismo habrá de endurecerse para mantenerse fiel a la realidad, su espejo insobornable. Si los ríos se enrojecen y se extienden los valles poblados de cadáveres víctimas del hambre y la enfermedad, así habrá que contarlo con la imagen y la palabra (...) Me duele decirlo: un gobierno que se valora por su imagen, es un gobierno frívolo. Pesadas tareas nos esperan a los periodistas. Esta es nuestra pasión".

Julio Scherer es un parteaguas en el periodismo mexicano. Cortó con ese diarismo lambiscón que rinde pleitesía al gobierno, con la prensa vendida e incondicional e hizo surgir en Proceso un periodismo comprometido, de investigación, de crítica y de denuncia. En un país en el que no había oposición, en el que ningún diputado, ningún senador se atrevía a contradecir al Presidente, la denuncia de los reporteros limpios y capaces actuó como un freno a la corrupción. No hay que olvidar tampoco que los periodistas políticos eran todopoderosos, Scherer condenó a los columnistas que ponen su talento al servicio de intereses inconfesables. Deshacerse de ellos resultó un acto temerario.

Por su capacidad de mando, Julio Scherer también ha sido un hombre de poder. Incluso al perder Excélsior su poder moral se acrecentó.

Julio Scherer ha sido el detonador de cambios invaluables en el periodismo mexicano. Desde luego, Julio se rodeó de excelentes plumas que lo siguieron como palomas de papel. Consiguió las firmas de don Daniel Cosío Villegas, que hizo época; la de Marcos Moshinsky, la de Rosario Castellanos, la de Jorge Ibargüengoitia, la de un prometedor y deslumbrante Carlos Monsiváis. Estimuló nacientes vocaciones como la de Guillermo Ochoa, a quien sonsacó de Novedades. Reconoció y amó a Rosario Castellanos, quien colaboró en Excélsior hasta el día de su muerte; como ahora admira a Sanjuana Martínez y Anne Marie Mergier. Y desde luego a doña Raquel Tibol.

El gran tema de Scherer a lo largo de toda su vida es el diagnóstico del cáncer mexicano y la insistencia por atrapar a un solo personaje: ''El mal", al que persigue a cada golpe de tecla, a cada cuartilla terminada y a cada hora de su vida.

¿Es peligroso ser periodista en México? Si nos atenemos al asesinato del columnista de mayor influencia en su época, Manuel Buendía, integrante del equipo de Excélsior, si recordamos a los reporteros eliminados a media calle por el narcotráfico en los estados fronterizos, sabremos lo que significa ser periodista en nuestro país y concluiremos, por tanto, que la conducta de Julio Scherer es épica.

Es por eso, compañeros y compañeras aquí presentes, que todavía hoy me cuestiono si es posible entender la realidad de México sin la pluma de Julio Scherer García, cuya actitud en la vida ha sido el sello moral de nuestro gremio.

 
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