Juegos de guerra devastan el Ajusco
Jugosas ganancias de gotchas en zonas ejidales; grave daño ecológico con tolerancia oficial
Ampliar la imagen Los propietarios de los gotchas pagan de 2 mil a 8 mil pesos mensuales por enormes extensiones ejidales.Los magueyes son usados de parapetos por los combatientes y muchas de las especies locales son destruidas en esos encuentros FOTO Yazm�Ortega Cortes Foto: Yazm�Ortega Cortes
Ampliar la imagen En la zona del Ajusco, las zonas de conservaci�on devastadas con el fin de instalar centros para la pr�ica de gotcha FOTO Yazm�Ortega Cortes Foto: Yazm�Ortega Cortes
En los escenarios artificiales de guerra y competencia montados en terrenos ejidales del Ajusco para la práctica del gotcha, se vale todo: arrasar con la vegetación, remover grandes volúmenes de tierra, construir muros o losas de cemento y concreto, colocar yips tipo militar chatarrizados, e incluso un enorme avión, ya en desuso.
Todo bajo la tolerancia de las autoridades y la resignación de los núcleos ejidales.
En el Ajusco, los últimos años han sido de un explosivo crecimiento de ese "deporte de alto impacto" -basado en eliminar al contrincante con marcadoras o pistolas que disparan balas rellenas de pintura- y los campos, disfrazados de proyectos ecoturísticos, proliferan cada día más, a grado tal que nadie sabe a ciencia cierta cuántos existen en esa extensa reserva ecológica del Distrito Federal.
La falta de apoyos gubernamentales para actividades agropecuarias ha orillado a ejidatarios a aceptar 2 mil, 5 mil u 8 mil pesos que pagan mensualmente los dueños de los gotchas por la renta de 30 mil, 40 mil o más metros cuadrados de suelo. Las autoridades delegacionales, con el fin de que mantengan y no vendan sus tierras, dan a esos campesinos 400 pesos al año por concepto de "servicios ambientales".
Un recorrido efectuado por La Jornada por al menos siete de esos campos permitió confirmar la afectación al entorno ambiental. Al tomar la avenida Picacho-Ajusco se descubre que aquellos letreros en los que antes se ofrecía la renta de motos, caballos, juegos inflables o pesca de trucha ahora cedieron su lugar a los anuncios de gotcha. El primero que sale al frente es Gotchamanía, asentado en el ejido de San Nicolás Totolapan.
Uno de sus principales escenarios es el de magueyes, donde grandes variedades de esta planta sirven de protección a los competidores -muchos ataviados con uniformes militares-, razón por la cual las pencas están perforadas por los disparos. E igual que en otras ambientaciones, no hay brechas por donde transitar, por lo cual algunas especies vegetales pequeñas son destruidas por las pisadas de los jugadores.
En el mismo campo, pero metros más adelante, está un impresionante escenario. Su nombre lo dice todo: Vietnam. Dentro de esta zona, cercada por bardas de medio metro, se instaló un avión en desuso; en un extremo hay costales rellenos de arena y a su alrededor media docena de yips convertidos en chatarra; en el otro extremo puentes colgantes, tambos, chozas de madera y todo lo que sirva para pertrecharse.
René, responsable de la página web de ese gotcha, asegura, orgulloso, que es el más grande de América Latina. Cada fin de semana lo visitan cerca de 300 personas, cada una de las cuales gasta en promedio 500 pesos, lo que deja ganancias por 150 mil pesos.
Siguiendo la carretera Picacho-Ajusco se encuentra el Tepozanes, y para montar su escenografía se cortó toda la hierba. Aquí el ejidatario Nazario Pérez constató que a unos metros del campo de combate crecía un madroño, planta en vías de extinción.
En ese mismo lugar se observan las trincheras formadas con mitades de tinacos de agua sujetos de los árboles por alambres, o bien pequeños muros construidos con piedra y cemento, y por todos lados las municiones, supuestamente biodegradables.
Un caso similar lo constituye el gotcha Hurones, en cuya entrada se construyó un área de descanso, pero el piso es una losa de concreto. Conforme se avanza se advierten los daños ambientales: árboles con las huellas de disparos de las balas de pintura. También escenarios de combate donde se construyeron muros con cemento; otro con llantas de avión, tarimas de cimbra, costales de arena.
Uno de los responsables de este lugar, quien pidió el anonimato, reconoce que existe daño ambiental, pero afirma que tratan de atenuarlo plantando árboles, instalando estructuras desmontables o vendiendo balas que son "biodegradables".
Y alega a su favor: "nosotros somos ignorantes de lo que es un buen árbol y la gente no nos lo dice. También hemos pedido ayuda a las autoridades para que nos digan qué está bien y qué está mal y no nos dicen nada, no nos contestan".
Acerca de la poca paga por la renta de hectáreas, el entrevistado asegura: "nosotros en un mes les pagamos lo que en un año de siembra obtendrían de utilidad". Además, argumenta que la presencia de estos campos ha ayudado a evitar los asentamientos irregulares en esta zona de conservación.
Siguiendo el recorrido por la carretera Picacho-Ajusco, el panorama no cambia: Planet Gotcha, Sykarios, Saiko Gotcha, Gotchestreet y más, todos con mayor o menor grado de impacto ambiental.
Los ejidatarios de la zona del Ajusco aseguran que hay entre 12 y 15 gotchas, todos operando sin mayor vigilancia o trámites ante las autoridades delegacionales y ambientales.