En gran tarde, otro "indio" tlaxcalteca refrenda la vocación taurina de México
José Luis Angelino realizó dos completas y toreras faenas con mansos de Xajay
Por especular, Sebastián Castella malogró un fino trasteo
Ignacio Garibay, entregado
Ampliar la imagen Expresi�sentimiento y temple en este natural de Jos�uis Angelino FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
Como si un conjuro de voces indignadas se hubiese puesto de acuerdo para gritar tajante su rechazo a los neoencomenderos taurinos que aún deambulan por estas tierras, el joven torero de Apizaco, José Luis Angelino, se alzó con dos merecidas orejas por sendas faenas a descastados toros de Xajay ayer en la quinta corrida de la temporada 2005-06 en la Plaza México, donde malos aficionados a toreros hicieron menos de un cuarto de entrada.
Bautizados con nombres en honor del extraordinario compositor zacatecano Tomás Méndez, los de Xajay, bien presentados en general, acusaron escasa bravura en varas, agarrándose al piso en el tercio final, a excepción del tercero de lidia ordinaria y el segundo de regalo, que apenas si fue picado.
Acertado había estado el juez de plaza Miguel Angel Cardona, incluso al regalarle varios minutos de faena a un inspirado Castella, hasta que cometió la pifia de ordenar la vuelta al ruedo a los despojos de Palomito que, subrayo, recibió una vara simbólica, precisamente por el escaso juego que en el último tercio dio toda la corrida. Pero los tiempos cambian y ahora, antes que la bravura, se premia la repetitiva nobleza, por lo que de ahora en adelante habrá que llamar a la degradada fiesta de toros, fiesta noble.
Que al final del festejo Castella y el ganadero Javier Sordo también fueran sacados a hombros, refleja sobre todo el profesionalismo de los cargadores de oficio.
Tercer espada en el cartel, José Luis Angelino venía dispuesto a salir como primer triunfador y a fe que lo consiguió, mal que les pese a neoencomenderos y a mexhincados.
Con su primero, Huapango torero, alegre de salida, José Luis apenas permitió que lo picaran -se había fijado bien en el discreto juego de los dos primeros toros- y realizó un vistoso quite combinando chicuelinas y tafalleras. En banderillas dejó un par espectacular por los adentros, no a toro pasado sino cuadrando en la cara.
Tal era su hambre, que en vez de primero fijar al toro en la muleta se puso a torear por derechazos y a punto estuvo de ser herido al resbalarse en un remate. Más asentado, empezó a ligar suavemente con la zurda hasta conseguir una tanda de cinco soberbios naturales a pies juntos, recios, raciales, interiores, muy bien rematados. Se fue por derecho y cobró un estoconazo de efectos fulminantes. Con la oreja en la mano, recorrió el anillo en olor de apoteosis.
Con su segundo, Aguacero, que empujó en el puyazo, Angelino se superó con los palos, dejando un primer cuarteo preciso, un segundo espectacular de poder a poder yendo de espaldas al toro, para después girar, clavar en todo lo alto y salir andando de la suerte. ¡Vaya estampa torera! Y un tercero por dentro, no por expuesto menos certero, en la querencia natural de toriles. ¡Aprendan, colonizados!
Luego vino otro despliegue de entrega, más que de repertorio, ya que el toro llegó tardo a la muleta e impidió la continuidad, pero no la voluntad encastada de Angelino, que culminó su trasteo con otro estoconazo hasta las cintas para recibir otra incuestionable oreja. ¿Estará Angelino en el cartel del próximo 5 de febrero aunque El Juli gracias al cielo ya no banderillee?
Poco pudo hacer con su lote el francés Sebastián Castella, por lo que obsequió a Palomito, también de Xajay que, como se ha dicho, a falta de bravura en el caballo derrochó calidad, alegría y repetitividad en la embestida.
Con él, Castella bordó el toreo hasta acabar toreando de salón y, lo peor, toreando de muy mala manera al público que, acostumbrado ya a confundir ligazón con emoción, empezó a pedir el indulto del noblote. Así, en vez de escuchar su dignidad torera y matar oportunamente al boyante Palomito, en su inmadurez Sebastián se dedicó a especular ante el juez la posibilidad de evitarse la difícil suerte suprema. Con un pinchazo, media caída, dos descabellos, un aviso y una orejita de consolación, coronó el espada galo lo que debió haber sido réplica digna al rabo rabón concedido a Ponce en la corrida inaugural.
El primer espada Ignacio Garibay, que repetía luego de su entregada presentación, anduvo toda la tarde en torero... y en pinchador, consecuencia de lo poco que ha toreado este año. Memorables los naturales hondos a su segundo, así como sus hermosas verónicas y cuatro dosantinas ligadas al que regaló. Volvió a salir al tercio.