Grozny, ciudad en ruinas, atrapada en un círculo vicioso de violencia y sin futuro
Chechenos acuden a las urnas para un episodio de ficción política del Kremlin
Ampliar la imagen Una mujer destruye la propaganda electoral en un edificio de Grozny, la semana pasada FOTO Reuters Foto: Reuters
Grozny, Chechenia, 27 de noviembre. Volver a Grozny, tras un paréntesis de varios años por las dificultades de movimiento propias de una zona oficialmente declarada como restringida para la prensa extranjera, es volver a una ciudad que, devastada por casi 11 años de guerra, sólo conserva el nombre.
A riesgo de caer en el lugar común, y por más idea aproximada que se pueda traer, impacta ver que no existe más aquella Grozny de los años 80, con su emblemática plaza Minutka, o incluso la Grozny de finales de los 90, ya severamente lastimada por la primera guerra ruso-chechena.
"Soy el alcalde de la ciudad más destruida", comentó este domingo a La Jornada Movsar Temirbayev, el máximo responsable de Grozny.
En efecto, la capital de Chechenia, escenario de encarnizados combates calle por calle y arrasadores bombardeos hasta que cayó en manos del ejército federal en la primavera de 2000, ahora está reducida a un montón de ruinas y casas en deplorable estado, muchas con riesgo de desplomarse pero aún habitadas a falta de otra posibilidad para las familias que se hacinan en ellas.
La plática, con un reducido grupo de enviados de medios internacionales, tiene como telón de fondo, en una céntrica calle de esta capital, varios edificios a punto de caerse. Ante la abrumadora evidencia, el alcalde no tiene más remedio que reconocer que es insuficiente el financiamiento para reconstruir Grozny.
En opinión de muchos inquilinos de esas casas fantasma a medias, que se quejan no sólo de carecer de una vivienda digna, sino de no recibir ni siquiera las mínimas compensaciones prometidas por la pérdida de todos sus bienes, altos funcionarios del gobierno local se quedan con gran parte del dinero destinado para la reconstrucción de Grozny.
Así era y nada cambió, dicen, cuando el presidente Vladimir Putin ordenó instrumentar este año un programa federal con esa finalidad desde que, tras sobrevolar la ciudad en helicóptero, se mostró impresionado por la magnitud de la devastación.
Bonanza aparente
Con más razón, resulta chocante el islote de aparente bonanza, rodeado de incontables retenes militares y campos minados, en el que se concentran la sede del Ejecutivo y otros edificios administrativos del gobierno local.
Con este escaparate, el Kremlin sugiere que ya están colocados los cimientos para un arreglo político que, en realidad, sólo busca chechenizar el conflicto contraponiendo al clan Kadyrov, favorecido sobre los demás, lo que más temprano que tarde, en esta sociedad estructurada por vínculos de sangre y tradicionales zonas de influencia, puede derivar en un problema aún más grave.
Mientras, en las calles de la capital de Chechenia, es permanente la sensación de peligro, la gente intenta retornar a una vida con visos de normalidad, sin albergar muchas esperanzas de cara al futuro.
Las conversaciones con cualquier checheno, apenas se siente en confianza de hablar con un periodista extranjero, ponen en evidencia la frustrada vocación independentista de un pueblo, por un lado extenuado ya por la guerra y, por el otro, atrapado en el círculo vicioso de la violencia recíproca que propicia el incesante derramamiento de sangre.
En este contexto, y en medio de un redoblado despliegue de seguridad que sólo confirma que es factible y preocupa a las autoridades un ataque de los separatistas, los chechenos fueron convocados a la urnas para elegir este domingo a los miembros de un Parlamento bicamaral, que en opinión del Kremlin debe servir de nuevo testimonio, tras la adopción de la Constitución y la elección presidencial de 2003, de que se "normaliza" la situación aquí.
Pero el pretendido golpe de efecto propagandístico, pensado más hacia fuera que dentro de Rusia, con unos comicios amañados de principio a fin, es insuficiente para encubrir este enésimo episodio de ficción política en Chechenia.
No puede llamarse de otro modo una votación cuyos resultados se conocen de antemano y que hasta fueron de alguna manera pactados, según admiten en privado dirigentes de partidos que, de no haberse prestado al juego de legitimar al régimen, jamás podrían aspirar a tener representación en el Parlamento, aunque ésta sea más bien simbólica.
Y esto es así porque todos saben en Chechenia que las listas de los supuestos partidos de oposición incluyen a muchos candidatos "delegados" por Ramzán Kadyrov, vicepremier a cargo del aparato de seguridad que ostenta el poder real por encima del presidente nominal, Alu Aljanov.
Junto con esa aberración que de entrada desvirtúa los comicios, nadie duda que el partido oficialista obtendrá mayoría absoluta, gracias a la peculiar tecnología electoral, todo un catálogo de recursos de dudosa factura moral, al servicio del gobierno local.
Quizás el principal de ellos, de acuerdo con reiteradas denuncias de organizaciones de derechos humanos con sede en Grozny, cerca de 200 mil almas muertas, número de votantes imaginarios que figuran en el padrón de casi 600 mil chechenos exclusivamente para inclinar la balanza conforme se vaya necesitando hasta alcanzar la composición del Parlamento planeada con antelación.
Además, para que el triunfo parezca más contundente, el partido oficialista se va a beneficiar de los votos de los cerca de 80 mil militares rusos estacionados en Chechenia, al tiempo que el casi millón de chechenos que, al huir de la guerra, conforman la diáspora en todo el territorio de Rusia están imposibilitados de ejercer su derecho al voto en sus actuales lugares de residencia.