El Congreso aprobó el paquete fiscal para 2006. Este es un presupuesto hecho a la medida del último año de gobierno. Austero, lo definió el presidente Fox, con un criterio, dijo, como el que usa un ama de casa que no gasta más de lo que tiene. No es claro que se pueda comparar la administración de un país, de una sociedad compleja, con el manejo de un hogar, aunque así gusten hacer los políticos. Lo que sí indica este presupuesto es la intención de evitar cualquier perturbación de la estabilidad financiera en que se ha instalado la economía. Es, pues, consistente, con la oferta presidencial de que su gobierno no acabará con un episodio de inflación y devaluación. Este no es, por ciento, un asunto menor. Así parece que quiere ser recordado Fox. Pero ésta es solo una parte de la historia que no puede contarse por pedazos, pues cuando el relato es comprensivo, el activo que representa la estabilidad no es suficiente. Además, el presupuesto equilibrado que salió de San Lázaro no expresa la fortaleza de las finanzas públicas que se pretende existe hoy. El déficit tradicional no incluye los requerimientos financieros del sector público, que equivalen a 1.5 por ciento del PIB y seguirá creciendo. Es una cuenta que incluye los recursos que deben destinarse a la seguridad social, o los que requieren la deuda diferida por obras públicas. La estabilidad en un entorno de lento crecimiento y baja productividad es precaria, además cuesta mucho sostenerla, como indica el costo de oportunidad de mantener reservas internacionales del orden de 65 mil millones de dólares. Un horizonte fiscal como el que se propone para 2006 es una vara para medir la gestión económica de este sexenio §
