Cero discursos y que no hubiera exclusión ni intolerancia, reglas a los comensales
Comida convocada por GULA unió a las izquierdas en convivencia armónica
Cientos de rebeldes rindieron homenaje a las revoluciones del mundo
Acto faccioso, pero de buena comida y bebida
Asistieron Encinas, Ortega, Ebrard, Martín del Campo, entre otros
Ampliar la imagen Los chefs Jos�moros, Mohamed Mazeh y Osvaldo Cald�recha) flanquean a Marco Rasc�n la comida organizada por GULA FOTO Mar�Luisa Severiano Foto: Mar�Luisa Severiano
En el pecado de la gula llevaron la penitencia, es decir, la disidencia. Fueron cientos los reunidos, que en vez de pedir cambios sociales y políticos o revoluciones táctiles e ideológicas exigieron más carne, quesadillas, tacos, pozole... tragos. Fue la segunda convención culinaria Comida de las Revoluciones, organizado por el grupo Gastrónomos Unidos por la Libertad y Arte (GULA), que se efectuó el sábado pasado en el bosque de Tlalpan.
Las huelgas, los plantones, la propaganda, la guerrilla urbana se cambiaron por la degustación de costillas, lomos, tacos árabes, frutas, cervezas, tequila, ron y vino, por la plática y la música de son y rock de los grupos Son de Caché (o Los funcionarios del ritmo, encabezados por el arquitecto Jorge Legorreta), Willi y su Son, así como de Palomazo Informativo, que amenizaron el "acto de unidad" (en el que por cierto los precandidatos a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Marcelo Ebrard y Jesús Ortega, ni siquiera se voltearon a ver), al que convocó GULA "en el ánimo de la convivencia armónica y como un homenaje a todas las izquierdas y revoluciones del mundo, no como acto político, por eso cancelamos los discursos y la promoción política".
Igualdad culinaria
Pasado el mediodía, los comensales izquierdistas, entre los que se contaban políticos, miembros del movimiento del 68, ex sindicalistas e ideólogos ("todos hombres con gran pasado, pero sin ningún futuro", bromeó una chica invitada) llegaron a un rincón de ese bosque por una entrada casi secreta. Parecía un acto faccioso, pero para disfrutar de buena comida y bebida.
Se exigió a todos los invitados al festín ser revolucionarios en la política, la ciencia, los negocios, el arte, el amor y, por su puesto, en la gastronomía.
Las reglas que los GULA impusieron a los comensales fueron que no hubiera discursos, que no se comieran los unos a los otros, que no existiera promoción política, ni exclusión e intolerancia. Todas las mesas tuvieron los mismos derechos, "ni se hizo responsable a nadie por la pérdida de la virginidad de cualquier persona".
Las mesas se fueron llenando conforme transcurrían los platillos y los sones. Llegaron la actriz y legisladora María Rojo; el pintor Phil Kelly; los miembros del movimiento del 68 Félix Hernández Gamundi, Raúl Alvarez, Daniel Molina, Jesús Martín del Campo; la economista Amapola Grijalva; el sindicalista Juan Manuel Ramos Moreira y los delegados Eliseo Moyao Morales (Tlalpan) y Patricia Ruiz Anchondo (Gustavo A. Madero).
Alta escuela revolucionaria
El olor de la carne y las quesadillas de huitlacoche y hongos se diseminaba por las mesas como volantes informativos de resistencia. Esta vez había que cercearse a no probar el choripán y el lomo de cerdo, preparados por el argentino Osvaldo Caldú, de El asado argentino, y por el uruguayo José Amoros, de El Candombe de los Feos. Dos asadores de alta escuela revolucionaria. Mientras, la chef Chepina Peralta hacía de su comida rápida circulares de reacción inmediata, al tiempo que Mohamed Mazeh (de Al Andaluz) promovía sus tacos como actos de subversión.
Los alcoholes y las ideas se compartían. Los funcionarios del ritmo recetaban unos sones cubanos. Martín del Campo e Iván García Solís, de la Comisión de la Verdad, entre otros del Frente Amplio de Uruguay y la izquierda argentina (los montoneros), vieron pasar al precandidato del PRD Marcelo Ebrard quien, luego de que llegó su contrincante, Jesús Ortega, partió tras comentar: "La gastronomía da unidad. Aunque en México hay muchas izquierdas, pero es buena idea de que por esta vía se pueda pasar un rato juntos."
Diferencias, no divisiones
A unas mesas (que no redondas ni de debates), el otro precandidato, Jesús Ortega, quien no quiso levantar el puño izquierdo y se retiró antes de que la concurrencia cantara La internacional, expresó: "Con el mayor gusto estamos acá recordando historias; recordando esfuerzos comunes, a veces con coincidencias o con diferencias, pero lo importante es que viene todo mundo y eso es muy significativo."
Se le comentó sobre la falta de unidad de la izquierda en México. "Hay diferencias, pero no se han convertido en divisiones. Nunca se ha dividido el PRD, a veces no se valora que este partido fue un aglutinador enorme de la izquierda", dijo.
Ortega, acompañado por Armando Quintero, dijo estar dispuesto a apoyar a Ebrard si sale vencedor de los comicios internos, con la condición "de que la elección sea limpia".
Anochecía y los izquierdistas seguían bebiendo y pecando de gula. Unos más ensuciados que otros ("mientras sea sólo de comida no importa", coincidieron muchos).
Este menú tenía capacidad de unificación, dijo Marco Rascón, del restaurante Peces. Aunque aceptó que no hay unidad íntegra porque los proyectos políticos, incluyendo a la izquierda, tiene una representación de intereses. Con estos platillos se corrió el riesgo de enmugrarse, pero no de llenar todo el mandil o la camiseta, "ni vomitarle al de al lado".
Willi y su Son convocaban al bailongo, a dirimir diferencias de arquetipos políticos.
La lluvia apareció como acto represor, pero más bien incitó a la sedición proyectada en el baile, a rejuntarse en grupos más compactos.
Llegó el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, quien alabó este tipo de reuniones, de encuentros. Compartió con los anfitriones bebida y comida, antes de que Palomazo Informativo transformara las noticias en conjuros acústicos que calentaron aún más el húmedo ambiente del bosque. Cada uno se retiró poco a poco, a seguir su lucha desde su nicho.
La izquierda entendió una vez más, como hace un año mediante una megacomilona, que la unidad es sólo "un problema de sobrevivencia".
GULA lo volvió a hacer.