México: naturaleza moribunda
Hasta ahora, los gritos de alarma sobre el estado de nuestro entorno ecológico y la salubridad de los habitantes del país se han escuchado, sobre todo, en aquellos puntos donde el turismo puede verse afectado. Eso es explicable, porque dar una noticia sobre las malas condiciones de higiene y salud en la Montaña de Guerrero, o en cualquier otro punto que no afecte la afluencia de los visitantes, sobre todo si son extranjeros, difícilmente enciende focos rojos entre las autoridades y difícilmente ocupa las primeras planas. Pero no cabe duda que este afán por minimizar el desastre nos está llevando a un rezago ambiental irreversible y a una crisis ecológica en infinidad de puntos poco visibles de nuestra geografía, pero cancerígenos para el cuerpo social y personal de los mexicanos.
El oceanógrafo veracruzano Luis Martínez Wolf acusó al gobierno mexicano por ocultar los datos sobre la polución en las aguas costeras de México, al recibir este sábado un premio de Naciones Unidas por su trabajo ambientalista. Por supuesto que las aguas costeras están altamente contaminadas, particularmente donde desembocan los desechos de las grandes aglomeraciones humanas, pero es necesario cobrar conciencia de que lo que aparece en las playas arranca desde el nacimiento mismo de nuestras cuencas hidrológicas.
La UNAM, con su proyecto Las Regiones Sociales en el Siglo XXI (Pro-Regiones), ha iniciado trabajos en tres zonas del país buscando mejorar su entorno ecológico y elevar su calidad de vida. En la cuenca del río Atoyac, en la Costa Grande, ha coordinado sus esfuerzos con la Universidad Autónoma de Guerrero. El problema desde la sierra hasta la costa siempre es técnico y social al mismo tiempo: en el Filo Mayor, en la parte más alta, donde se encuentran los principales manantiales del río, la pesadilla es la tala inmisericorde de los bosques, la proliferación inexplicable de permisos de explotación otorgados por Sagarpa y Semarnap en montañas casi peladas, donde los camiones ya no bajan con grandes troncos, sino con maderas de diámetro ridículo (¿cuántos lugareños y ecologistas no han sido apresados por oponerse a estos depredadores?). "¿Por qué no incautas los camiones que transporten madera en las carreteras de nuestro municipio, sin importar si traen o no permiso?", sugería un campesino a Pedro Brito, presidente municipal electo que tomará posesión en Atoyac este primero de diciembre.
Luego viene el asunto de los drenajes en los pueblos: en El Paraíso, la tierra de Lucio Cabañas, que hoy cuenta con unos 10 mil habitantes, todo va al río, sin ningún tratamiento, y el único tubo que colecta 20 por ciento de esos desechos sólo los conduce río abajo, volviéndolos a verter en su cauce, como si así se terminara el problema. La basura también se deposita ahí, se avienta desde un puente: "todo eso se limpia cuando viene la crecida en época de lluvias", se nos ha explicado. Con excepción de los productores orgánicos de la sierra, también va al afluente la cáscara del café, terriblemente contaminante. Conforme la cuenca sigue su curso, en las riveras se aprecia a los campesinos maiceros de autoconsumo empleando herbicidas poderosísimos subsidiados por la Sagarpa para "limpiar" sus cultivos, y hasta para pescar por envenenamiento en los remansos ("¡que se dedique la mitad de ese dinero al composteo, que tiene los mismos resultados!", es el reclamo de mucha gente). Así llega disminuido y poluto el cauce a las ciudades grandes de Atoyac y San Jerónimo. En la primera de ellas, el rastro avienta las vísceras y los desperdicios crudos a sus aguas, el mercado usa el lecho como basurero a cielo abierto y la planta de tratamiento del drenaje no sirve: hace algunos años las autoridades vendieron su maquinaria flamante a otro municipio. Sí, en efecto, cuando vienen las lluvias todo eso desemboca en las lagunas costeras, cuya contaminación rebasa al menos 200 veces los límites máximos de fecalidad y donde son consumidos peces y crustáceos. Luego, cuando la presión abre la barra, una parte de esa pestilencia se adentra en el océano. ¿Cómo crear conciencia entre los niños y los jóvenes sobre la necesidad de revertir este ecocidio y esta fuente de destrucción de su propia salud? ¿Cómo capacitar a sus profesores si muy pocos de ellos han recibido educación ambiental, si no está observada enseñanza alguna a este respecto en los planes de estudio, si muchos de esos maestros compraron su plaza al sindicato y, al nunca haber asistido a una normal, ahora además hay que capacitarlos? Es una ardua tarea, hay que abrir espacios de participación de los ciudadanos y las organizaciones sociales, convocar y acompañar a las autoridades de los varios andamiajes, a las instituciones de apoyo y financiamiento, buscar los diagnósticos y las obras correctivas desde los institutos de tecnología del agua, de ingeniería ambiental, de geología de los desechos sólidos, de participación social, de turismo ecológico, de empresas productivas. Pro-Regiones-UNAM intenta mostrar que esto es posible y que si se logra recuperar algunas cuencas se establecerá un ejemplo a seguir en otras, y eso deberá ser reforzado en este 2006, cuando el Congreso Mundial del Agua tendrá lugar en Cuernavaca.