El nieto de Chaplin presenta La víspera de los abismos, a partir de hoy en el Teatro Pedregal
Mi intención, que el público sienta cosas que no entiende: James Thiérrée
El teatro puede transformar la energía de muerte a la de vida, afirma
Mi lenguaje, basado en las emociones del cuerpo
La obra es un concepto multidisciplinario de pantomima, circo y danza
Ampliar la imagen Los sue�de James Thi��(en la imagen) transitan por el escenario
Tras el éxito obtenido el año pasado con The Junebug Symphony, James Thiérrée (Suiza, 1974) regresa a México con un nuevo espectáculo denominado La víspera de los abismos. Estas presentaciones, que forman parte de una gira internacional, se llevarán a cabo a las 21 horas en el Teatro Pedregal del 23 de noviembre al 4 de diciembre. Nieto de Charles Chaplin y bisnieto de Eugene O' Neill, este actor ha desarrollado un concepto escénico multidisciplinario que transita por la pantomima, el circo, la música, la danza y la actuación. Sus propuestas teatrales son un canto a la imaginación, donde lo estático recobra vida y la vida funge como conciencia inquieta que invita al espectador a desplegar las alas de la fantasía sin ningún límite.
-En su concepto teatral hay una confrontación entre el consciente y el subconsciente, ¿en qué consiste esa búsqueda?
-Es algo muy complicado porque a los 20 años tener un culto al inconsciente está bien porque uno no quiere pensar mucho pero, ahora, a mis 30, es mucho más complicado porque el cerebro ya quiere construir y fabricar sentidos. Lo que intento es fabricar tal vez el no-sentido, que conlleva a la fabricación de emociones. Mi lenguaje no es metal, es una construcción subterránea que se basa en las emociones del cuerpo. Lo que me interesa es que el público sienta cosas que no entiende porque lo que no se entiende, te hace progresar.
En el circo, mis raíces
-El universo del subconsciente es algo todavía muy desconocido, ¿cree que las emociones pertenezcan a este estadio de la conciencia?
-Sí, porque el subconsciente es como una caverna oscura y emotiva que me despierta mucha curiosidad. El subconsciente atrae mi mirada y es ahí donde creo tener algo que decir. Mis raíces están en el circo, el cual es un arte bruto y crudo, que propone de manera simple. Después hubo una renovación del circo que intentó darle otro sentido a esa expresión, pero nunca me adherí a esa visión. Así que tomé un camino que se orientaba hacia el encuentro con la humanidad. No quiero impresionar a la gente como en el circo, eso es arrogante, intento desarrollar un lenguaje que está al nivel del público. La música, la pantomima o la danza son expresiones de la humanidad y las quiero llevar a un punto donde las barreras entre los artistas y el público se reduzcan, mediante un lenguaje optimista, mágico, y que se vuelva una experiencia colectiva.
-Su anterior espectáculo tenía un hilo conductor que era el sueño de un hombre que sufría insomnio, ¿cuál es el hilo conductor de este nuevo montaje?
-Este no es tan obvio como el anterior. Aquí los personajes buscan un autor que les escriba una historia, es decir, buscan el sentido de su vida. Se hacen preguntas existenciales sobre las cosas simples, como por qué me tengo que sentar en esta silla. Es como un laboratorio humano que está en búsqueda y que, poco a poco, van descubriendo respuestas. No es una búsqueda trágica, sino quiero mostrar personajes que luchan desde el optimismo.
-¿Se inspira en sus sueños?
-Lo chistoso es que no recuerdo nunca mis sueños y eso me representa gran frustración. Cuando abro los ojos todo se escapa; quizá mis sueños se escapan a mi escenario teatral o a mi vida, como ahora, me parece que esta entrevista ya la viví. Es todo muy raro. Mis sueños transitan en el escenario, no sé qué diablos pase en mi cabeza por la noche. A lo que sí recurro mucho es a mis fantasías.
-Usted dijo que la actual violencia mundial la transforma en el escenario, ¿cómo el teatro puede transformar la violencia?
Divertir, demasiado sencillo
-Cuando uno se dedica al espectáculo no puede vivir separado del mundo. Antes pensaba que tenía que divertir a la gente para que se olvidara de la realidad, pero ahora me doy cuenta de que eso es demasiado sencillo. El teatro sigue siendo un reflejo de nuestra sociedad y nuestra única salvación es el sentido del humor. En el teatro uno puede transformar la energía negativa. Hoy tenemos mucha energía de muerte, y en el teatro se puede recordar que también existe energía de vida; esa es la magia que podemos transmitir los artistas.
-Ha anunciado que en su propio espectáculo le gustaría, por primera vez, usar la palabra verbal, ¿cómo se daría esa transición?
-La palabra es algo muy delicado y no hay que decir cualquier cosa, porque las palabras tienen sentidos precisos. No quiero hablar por el placer de hablar, y ahora estoy en el proceso de pensar cómo usar la palabra. Las palabras tienen que ser complementarias al lenguaje corporal, pero no sería un espectáculo donde la gente hablara mucho. En realidad el tema será gente hablando, pero donde no interese de qué estén hablando, sino por qué y para qué hablamos. Hoy en día uno se la pasa hablando por Internet, por teléfono celular, pero no me parece que nos estemos comunicando.
-Su espectáculo también es pluricultural, ¿es intencional?
-No era una meta artística, pero era importante contar con personas que no fuesen todas de origen cultural francés porque quería hablar de la humanidad y para eso es bueno no estar encarcelado en una única cultura. Pero mientras le estoy contestando esta pregunta, me estoy dando cuenta de que fue por instinto. Me gusta esa fragilidad mía de no saber bien por dónde voy, me dejo llevar por el instinto.
-Es inevitable relacionarle con su abuelo, ¿qué hay de él en usted?
-La pantomima. Aunque no quiero ni puedo luchar contra mi pasado artístico, me apoyo en él para volar.
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