Estudia un asteroide en ruta hacia nuestro planeta
Un halcón japonés, en misión que podría salvar a la Tierra
Desde todos los confines de la Tierra, especialistas en planetas contemplan fascinados una saga que se desenvuelve en las profundidades del espacio, cuyo capítulo más reciente tuvo lugar el sábado 19. A 290 millones de kilómetros de nuestro mundo, una pequeña y relativamente barata nave japonesa llamada Hayabusa (Halcón), intenta pasar a la historia capturando muestras de un minúsculo asteroide.
En una misión que costó 170 millones de dólares, Hayabusa está diseñado para ser la primera nave que descienda en un asteroide, recoja algunos fragmentos y los traiga a la Tierra. Sin embargo, tales hitos rara vez se logran sin momentos que crispan los nervios. El 4 de noviembre, una inesperada "señal anómala" paró en seco el ensayo general. El sábado 5 se realizó una segunda prueba que se consideró exitosa, si bien un pequeño artefacto de descenso, Minerva, no llegó a su objetivo, lo cual planteó dudas de si el halcón había tomado un bocado más grande de lo que puede masticar.
¿Qué hace allá Hayabusa? Las muestras de material cósmico no son tan difíciles de encontrar. Desde tiempo inmemorial, las personas han recogido meteoritos que caen del cielo. La mayoría son trozos de piedra o metal sin nada digno de verse, aunque algunas de las muestras más raras contienen compuestos orgánicos, agua y diamantes diminutos.
Si bien se puede medir la edad y composición de esos meteoritos, no hay forma de determinar las regiones precisas de la Luna y Marte de donde proceden. Todos parecen ser sobrantes, de miles de millones de años de antigüedad, de la formación de los planetas. Se cree que la mayoría son fragmentos de cuerpos rocosos -asteroides- que desaparecieron en pedazos durante innumerables colisiones. Pero no existe prueba sólida de ello.
Muestras de hace más de 30 años
"Al presente sólo podemos inferir que los meteoritos provienen de asteroides", indica Monica Grady, experta de la Universidad Abierta. "No existe un vínculo probado entre el tipo más común de meteorito y los asteroides." La importancia de la "verdad en el terreno" fue demostrada por las cajas llenas de rocas que trajeron de la Luna los astronautas del proyecto Apolo, hace más de tres décadas. Cada muestra fue fotografiada y registrada minuciosamente por los caminantes lunares antes de ponerla en las bolsas de muestras. Ello permitió a los científicos armar los 4 mil millones de años de historia de cada sitio de descenso.
Sin embargo, las rocas lunares y marcianas fueron alteradas por enormes impactos, vulcanismo y derretimiento. En contraste, los asteroides contienen material prístino que ha cambiado poco desde el nacimiento del sistema solar. Una muestra del suelo de un asteroide podría ofrecer pistas sobre las materias primas con las cuales se formaron los planetas y sobre las condiciones que prevalecían en la nube de gas y polvo que ro-deaba al Sol en ese tiempo.
La importancia de la misión Hayabusa reside en su potencial de examinar de cerca un asteroide particular y luego traer fragmentos para análisis en laboratorios de la Tierra. El objetivo de la nave, conocido como Itokawa, se eligió porque se cree que es uno de los ubicuos objetos de tipo S (inicial de stony, "pétreo" en inglés) que pueblan el sistema solar interior.
Este fósil celeste también parece ser un representativo bastante típico de los objetos pequeños y rocosos que por lo regular cruzan la órbita terrestre. Los cálculos sugieren que podría chocar con nuestro planeta en el curso del próximo millón de años. Al aprender más de la densidad y estructura interna de esta arma potencial de destrucción masiva, podríamos darnos una especie de seguro contra una devastación futura.
Las mediciones de la densidad de Itokawa ya han indicado que el asteroide podría no ser más que un montón de escombros unidos por la gravedad. "No conocemos la dureza general de los asteroides ni qué tal fácil sería desviarlos si estuvieran en curso de colisión con la Tierra", señala Grady.
Hayabusa ha vencido ya muchos obstáculos en su expedición. Lanzada el 9 de mayo de 2003, la nave fue golpeada por una llamarada solar, y luego su llegada al asteroide se pospuso desde mediados del verano hasta el pasado septiembre. También ha perdido dos de tres ruedas de reacción.
Pese a estos contratiempos, el halcón ha logrado pasar los dos meses anteriores flotando sobre Itokawa, tomando fotografías y mediciones de esa "papa deformada" de 600 metros de largo.
El pasado sábado 19, los científicos sufrieron una nueva desilusión. El Hayabusa se acercó a unos metros del asteroide, pero entonces el control en la Tierra perdió contacto durante tres horas. El próximo viernes 25 se realizará un nuevo intento de recoger fragmentos. Se espera que el halcón se quede en el asteroide hasta principios de diciembre. El obstáculo final de su "misión imposible" se presentará en junio de 2007, cuando está programado que la cápsula y sus muestras entren en la atmósfera terrestre y desciendan en paracaídas en el campo australiano.
(*) Colaborador científico de The Independent. Su libro más reciente, Distant Worlds (Mundos distantes), será publicado en breve en Gran Bretaña
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Traducción: Jorge Anaya