Usted está aquí: martes 22 de noviembre de 2005 Opinión Alamilla: Miraje

Teresa del Conde

Alamilla: Miraje

La última vez que vi museografiadas algunas pinturas de Miguel Angel Alamilla fue también en el Museo José Luis Cuevas, donde se presenta su exposición individual. Aquellas eran todas del mismo formato, siguiendo así las especificaciones del curador, Isaac Masri, pues aunque ofrecían variantes, formaban serie a modo de tema con variaciones.

Salvo excepciones, no sucede lo mismo con esta muestra que reúne 30 obras, todas realizadas este año: creo que una eclosión de productividad genera, aunque el autor no lo quiera, el efecto retórico propio de enfrentamientos cotidianos con modos de hacer que se han desenvuelto en el lapso circunscrito a unos cuantos meses. Eso me hace pensar que tal vez una selección más apretada hubiera redundado en mayor desahogo visual y así el espectador se hubiera concentrado en las piezas princeps. Tal cosa no es privativa de esta exposición, sucede en otras también.

Alamilla tiene sus ancestros, a quienes por cierto no acude para inspirarse, aunque a lo largo del tiempo se le adivinen afinidades con ellos, uno es Sergei Poliakoff, otro quizá Nicolás de Stäel y en cuanto el uso de los negros puede recordar ligeramente a Soulages. En 1996 hizo un elogio propositivo de Willem de Kooning, mas sin glosarlo o traerlo a colación.

En un tiempo practicó una suerte de geometría blanda, texturada, que le atrajo la admiración de muchos, no la abandonó del todo, los rastros o residuos de ella pueden detectarse aquí y allá en algunos de sus óleos, que ahora se encuentran antecedidos por dos temples sobre papel del año 2000, cuya inclusión me parece muy afortunada porque supone un guiño hacia la vena que ahora propone: lírica, gestual si se quiere, a fuer de que manifiesta dos opciones básicas: una dinámica y la otra más bien estática, ambas regidas por cierta voluntad de orden y en algunos casos por el aspecto especular que da nombre a la exposición: Miraje (mirage quiere decir espejismo) y al castellanizar el término quizá se está refiriendo también al ángulo desde el que se miran las cosas. El suele decir que la pintura sigue su propio camino, se va haciendo sola, pero lo cierto es que siempre hay un pensamiento inmemorial inscrito en ''nuestra fábrica interna" (frase de Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción).

Entre las obras más destacables, está Paisaje de plomo que presenta efectos encontrados debido a su complicada composición que produce la impresión de un movimiento abarrocado a la vez que hace la apología de lo que puede realizarse utilizando una variedad considerable de tonos de gris, que pone en relieve la presencia muy dosificada de colores más vivos. Los grises de Alamilla, en éste y otros cuadros no están compuestos de negro y blanco, sino de mezclas de otros colores, son grises asoleados, ahumados, ensuciados, si eso puede decirse, que restituyen su valor no sólo a otros tonos, sino hasta al negro mismo.

La inundación, cuadro de formato amplio que da ingreso a la muestra, es una pintura que parece encontrarse mojada por una lluvia descendente.

En Casa china hay una forma dentro de otra que flotan en el espacio y Paisaje alado provoca la impresión de estar agitado por el viento.

A veces hay formas, más que trazos, que recuerdan a los calígrafos de oriente y también ocurre evocar auras o ectoplasmas de presencias que otrora tuvieron formas mayormente definidas, como sucede con Paisaje amarillo, así denominado porque un ocre claro y luminoso ocupa ciertas áreas reducidas, aunque estratégicas, de su superficie.

El recorrido queda rematado por Puente de piedra verde, su ubicación bajo el segmento de arco tendido no pudo ser mejor toda vez que el tiro visual provoca que a cierta distancia quede enmarcado con las jambas de cantera que dan ingreso a la última sala.

Técnicamente (dice el maestro y teórico egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Raúl García Jiménez, quien ha sido profesor en La Esmeralda) ''su vocabulario se ha enriquecido utilizando barridas o desplazamientos de pigmento por medio de movimientos ayudados por un artefacto tipo limpiador; jala, desplaza el volumen de color hacia la derecha, creando de esa manera efectos tipo fantasma. Y eso es inédito en él". Transcribo su decir porque me parece acertado y también porque coincide conmigo cuando pienso en ''aura" o ''ectoplasma". El mejor público que puede tener Alamilla está integrado por sus colegas y gentes del medio y este texto es una explícita invitación a mirar la exposición.

 
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