Usted está aquí: martes 22 de noviembre de 2005 Economía Polariza a China el debate sobre arroz transgénico

Polariza a China el debate sobre arroz transgénico

A pesar de los positivos resultados en laboratorio y campo, el gobierno teme las implicaciones sociales e internacionales de la aprobación del cultivo

Economist Intelligence Unit/The Economist

Ampliar la imagen Una china carga una gallina muerta mientras platica con un inspector de salubridad en Huainan, provincia de Anhui. Una variedad agresiva de la gripe aviar fue hallada en un poblado cercano a mediados de noviembre FOTO Reuters Foto: Reuters

Ampliar la imagen Yang Guiying, trabajadora migratoria de la provincia china de Henan, recoge algod�n una granja en Shihezi. Elevar los ingresos de los campesinos y cerrar la brecha econ�a entre la China rural y la urbana fueron temas candentes para los l�res de este pa�durante el pleno anual de Partido Comunista, a principios de octubre FOTO Reuters Foto: Reuters

El futuro del arroz transgénico o genéticamente modificado (GM) depende de la manera en la que el gobierno resuelva su empeño de lograr seguridad alimentaria y estabilidad social.

Mientras concluye el próximo plan quinquenal económico, mejorar la calidad de vida de 750 millones de campesinos del país es ahora una prioridad trascendental para los líderes chinos. En la toma de una resolución agrícola muy debatida, el gobierno enfrenta una controversia inédita en la larga historia del país: permitir o no el cultivo de arroz transgénico.

Luego de años de investigación y éxitos recientes en pruebas de pre producción, los científicos incrementan la presión para que los funcionarios aprueben la producción de arroz transgénico. Los investigadores dicen que esto elevaría los volúmenes de la cosecha más importante del país y colaboraría a que China logre la meta gubernamental de autosuficiencia alimentaria. Los científicos chinos que evalúan las pruebas de campo informan que su cultivo en gran escala impulsaría la producción global de arroz de la nación y reduciría de forma sustancial el uso de pesticidas. Pero a pesar de las perspectivas positivas de los resultados de laboratorio y campo, no han podido acelerar la aprobación. El gobierno teme que las implicaciones sociales y una latente reacción internacional anulen cualquier beneficio económico.

La miseria campesina

Elevar los ingresos de los campesinos y cerrar la brecha económica entre la China rural y la urbana fueron temas candentes para los líderes chinos durante el pleno anual del Partido Comunista, a principios de octubre. Aunque los ingresos rurales crecieron cerca de 7% en 2004, la tasa más alta desde 1997, los analistas no esperan una tasa de crecimiento similar para este año. Esto significa que la brecha de ingresos entre el sector urbano y el rural seguirá siendo notable, lo que agravará la miseria de los campesinos que están plenamente conscientes de su atraso respecto de los obreros que trabajan en la manufactura en regiones costeras del país.

En respuesta, el gobierno ha reducido los impuestos a la agricultura y ha comenzado a subsidiar a los campesinos en las principales zonas de cultivo de arroz, además de prometer abolir el año próximo todos los impuestos a la agricultura a lo largo de la nación. Pese a ello, persisten temores de que las tensiones en el campo se eleven y puedan estallar, amenazando la estabilidad social y el monopolio del partido en el poder. La chispa que podría disparar una reacción en cadena sería que un gran aumento de la producción hiciera caer los precios y desplazara a más campesinos de sus tierras.

Las estimaciones sobre el efecto que el arroz transgénico tendría en la producción varían de manera significativa. En abril, un estudio publicado en la revista Science concluyó que podría haber un incremento de 9%. Sin embargo, algunos científicos chinos hablan de un aumento de producción de hasta 20 por ciento. Sin embargo, Chen Xiwen, el principal creador de políticas agrícolas de China, ha proclamado su preocupación de que las abundantes cosechas que se esperan este año puedan causar más caídas en los precios del grano y aumentar la penuria de los campesinos. Después de un periodo de 14 años a la baja, que finalizó en 2003, cuando el país sólo cosechó 430 millones de toneladas de granos (incluyendo arroz, frijol y maíz), la producción de China ha ido al alza. Este año se esperan obtener 475 millones de toneladas, por arriba de los 469 millones de 2004.

Incluso el más ferviente defensor chino del maíz transgénico, Huang Jikun, quien es director del Centro de Normas Agrícolas de China, dependiente de la Academia China de Ciencias, admite que una de las principales razones por las que hasta ahora no se ha dado su explotación comercial es porque ''hay pocas evidencias de que los cultivos transgénicos mejoren de verdad los ingresos de los campesinos". Huang encabeza un importante grupo local que presiona para que se tome una decisión sobre el arroz MG antes de fin de año. Su grupo se ha mostrado activo en dar publicidad a las exitosas pruebas preproductivas de un cultivo de arroz transgénico, el primero que reportó la revista Science. En noviembre, los científicos planean proponer al Comité Estatal de Bioseguridad Agrícola y Cultivos Transgénicos cuatro variedades de arroz transgénico para su evaluación: tres resistentes a los insectos y una inmune a plagas bacteriales. Este sería el último paso antes de que se apruebe la plantación del nuevo arroz a gran escala.

Adaptable desde el comienzo

China fue uno de los primeros países en autorizar cultivos de tecnología GM. El Ministerio de Agricultura ha concedido seis licencias comerciales para cultivos transgénicos: dos para algodón resistente al gusano rosado, dos para tomates de lenta maduración y resistentes a los virus y una licencia, respectivamente, para pimiento dulce y para petunias de color alterado. Con todo, el gobierno chino ha procedido con cautela en lo concerniente a la autorización del cultivo en gran escala de arroz de tecnología GM. Ningún otro cultivo modificado genéticamente sería consumido sin procesar por humanos en tales cantidades, y se carece de investigación sustancial en relación con los efectos a largo plazo del arroz GM sobre la salud humana.

En la actualidad, las nuevas políticas populistas y de conciencia ambiental prometidas por el presidente chino Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao pueden significar el retraso de la decisión sobre la explotación comercial de arroz transgénico. La vieja guardia del comité de bioseguridad fue remplazada a principios de este año, y se agregaron expertos en protección ambiental y seguridad alimentaria

Acusaciones de ilegalidad

Greenpeace, grupo ambientalista internacional, aseguró a principios de este año que el arroz de tecnología GM se cultiva de manera ilegal en China y se vende sin aprobación de las autoridades. La imputación, negada con vehemencia por el Ministerio de Agricultura, hace temer que el comercio chino pueda ser afectado por las preocupaciones internacionales sobre el daño potencial a la salud humana por comer arroz GM. China es uno de los más grandes exportadores de arroz del mundo. En 2004 embarcó cerca de 900 mil toneladas de arroz a casi 19 países, entre ellos sus vecinos Corea del Sur y Japón, donde el rechazo de los consumidores a los alimentos modificados genéticamente es muy alto. Mientras tanto, las empresas nacionales de fertilizantes se han unido al coro de quienes se oponen al cultivo comercial del arroz transgénico, con el argumento de que provocaría pérdida de empleos y reduciría los ingresos fiscales de los gobiernos locales.

Disminuyen las tierras de cultivo

A pesar de la oposición existente en diversos niveles, el gobierno chino no puede posponer una decisión sobre el cultivo comercial de arroz GM por mucho tiempo. El arduo reto de alimentar a una quinta parte de la población del mundo con una séptima parte de la superficie cultivable mundial es más intimidante cada día, en la medida en que la producción de granos se ve afectada por la pérdida de tierra de cultivo en virtud del desarrollo industrial y de la desertificación. De acuerdo con los informes oficiales en 2003, por ejemplo, el área de cultivo nacional se desplomó a sólo 99.41 millones de hectáreas, el nivel más bajo desde la fundación de la China comunista. Como resultado, la producción de granos cayó en picada y los líderes escucharon sonar las alarmas. Incluso, el ministro de Agricultura emitió una circular de emergencia en enero de 2004 que fijaba las metas mínimas de superficie de plantación de granos y de producción total.

Demostrar que el país puede alimentar a su creciente población ha sido la prueba fundamental de legitimidad para cada generación de líderes comunistas. La autosuficiencia alimentaria es también considerada asunto de seguridad nacional. Sin embargo, para el liderazgo chino, equilibrar la necesidad de una seguridad alimentaria universal con el anhelo de los campesinos por ingresos más altos y mayor equidad social será una tarea en extremo difícil.

FUENTE: EIU

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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