Venezuela, México y la nueva guerra fría
En la era de la Guerra contra el Terror, Venezuela es para Estados Unidos una filial del eje del mal. En la nueva geografía del poder diseñada por la Casa Blanca, Hugo Chávez se ha convertido en compañero de viaje de Irán, Siria y Corea del Norte.
De la misma manera en la que durante la guerra fría se inventó un enemigo a modo, Washington ha puesto manos a la obra para hacer del mandatario venezolano la encarnación de todos los males. La imagen difundida en los medios de comunicación no tiene matices. Chávez es, según el Imperio, dictador, populista, amenaza para América Latina y represor.
La administración de George W. Bush busca, por todos los medios, aislar internacionalmente a Venezuela. Y, como en la región cuenta tan sólo con el apoyo explícito de Colombia, ha echado mano del gobierno mexicano. Y en Los Pinos han aceptado gustosos la encomienda. El pasado 3 de septiembre, el presidente Fox recibió a Julio Borges, dirigente del partido opositor Primero Justicia. El dirigente del Partido Acción Nacional, Manuel Espino, aseguró que ese instituto político emprenderá "todas las acciones que sean necesarias" para debilitar al mandatario venezolano. Finalmente, vino la ofensiva del Ejecutivo mexicano en Mar del Plata y la exigencia de su secretario de Relaciones Exteriores de recibir una disculpa pública de Caracas.
Pero las acusaciones contra Chávez no resisten un análisis serio. Desde que en 1998 ganó la presidencia con más de 56 por ciento de los votos, ha triunfado en todos los comicios, incluido el refrendo de agosto de 2004 para definir su continuidad en el puesto, observado por el Centro Carter. Resistió un intento de golpe de Estado y un paro empresarial. En la pasada contienda obtuvo por sí solo 58 por ciento de los sufragios. La oposición conquistó sólo dos de las ocho gobernaciones que controlaba, 90 de las 211 alcaldías y menos de 20 por ciento de los concejales. Las encuestas señalan que el partido del presidente obtendrá las dos terceras partes de los escaños de la asamblea nacional en las próximas elecciones.
Curiosamente el último sondeo de Latinobarómetro, que evalúa los gobiernos y las elites latinoamericanas, arroja mucho mejores resultados para Hugo Chávez que para Vicente Fox. Mientras el gobierno y el presidente venezolano ocupan el tercer lugar en la aprobación y la confianza de sus ciudadanos, los mexicanos se ubican en el lugar 11. Venezuela es la segunda nación en la que sus habitantes tienen más confianza en que su gobierno gasta bien sus impuestos, en tanto México ocupa la posición número 11.
Nuestro país, en cambio, se ubica en un dudoso primer lugar en la obtención de privilegios por ser simpatizante del partido de gobierno, mientras Venezuela es el séptimo. Este último y Uruguay son los únicos países que en su mayoría consideran que la política no es tan complicada y se entiende. Según 76 por ciento de los venezolanos, su país es democrático; en cambio, sólo 51 por ciento de los mexicanos piensan eso. Venezuela es el segundo país en América Latina en el que sus ciudadanos están satisfechos con la democracia, pero México es apenas el 11.
Latinobarómetro 2005 midió por primera vez la imagen de los líderes en América Latina: en una escala de uno a 10 Lula obtuvo una calificación de 5.8, Chávez 5, Bush 4.8 y Castro 4.4. De Vicente Fox no hay mención alguna. Venezuela es el segundo país en la región en el que su población cree que su país está progresando, mientras México ocupa el noveno sitio.
Esta convicción de que Venezuela prospera económicamente está basada en hechos palpables. En tanto el ingreso per cápita entre 1970 y 1998 cayó alrededor de 35 por ciento, este año culminará con un pequeño aumento, a pesar del enorme daño a la planta productiva provocado por la huelga petrolera de 2002-2003. La economía creció casi 17.4 por ciento durante 2004, y este año lo hará entre 6 y 7 por ciento.
El gobierno de Hugo Chávez ha utilizado la renta petrolera, que en el pasado se destinó al beneficio de las elites, para financiar programas de combate a la pobreza. Poco más de 45 por ciento de la población tiene acceso a alimentos subsidiados, se proporcionan servicios sanitarios gratuitos a los sectores más necesitados y cientos de miles de personas han sido alfabetizadas y escolarizadas. El régimen bolivariano ha emprendido una ambiciosa reforma agraria que marcha a contracorriente de los lineamientos del Banco Mundial, además de instrumentar medidas para alcanzar la soberanía alimentaria. Asimismo ha promovido la formación de complejos industriales para impulsar el desarrollo endógeno.
El intento por aislar internacionalmente a Hugo Chávez se ha topado con muchas dificultades. La guerra de la propaganda tiene límites. El primero es el enorme respaldo que el gobernante tiene de su pueblo, y los resultados que su gestión han dado a su país. Vicente Fox debió saberlo antes de prestarse a hacerle el trabajo sucio a nuestros vecinos del norte. Ahora, no sólo pasará a la historia como un pésimo gobernante dentro de México, sino que terminará sus días siendo el hazmerreír de América del Sur.