Francia
En su prólogo a la edición mexicana, se dice: "machismo, rechazo al extranjero, desprecio a los discapacitados y aborígenes, marginación de los ancianos, homofobia, antisemitismo y odio social son males de todos los tiempos y latitudes, pero hoy están en plena expansión. Para el lector mexicano estos temas no le serán ajenos, sino por el contrario, muy comunes; lamentablemente, padecemos los mismos estereotipos. Los parámetros de lo 'lindo' y lo 'feo', de lo blanco y lo negro. Todos somos víctimas primero y crueles victimarios después. Este libro sólo será útil para el lector mexicano si encuentra los paralelismos entre nuestras sociedades. Les aseguro que no será difícil".
Se trata de un espantoso reportaje-ensayo escrito por Víctor Ramos, con el título de Racismo y discriminación en Argentina, publicado por la Editorial Catálogos de Buenos Aires. Lo que en este libro se reflexiona y documenta puede ser aplicado en mayor o menor grado a cualquier país de este planeta; y lo peor: múltiples signos anuncian que los horrores de la discriminación, el racismo, la xenofobia están, en efecto, en expansión.
Theodoro Adorno escribió: "La exigencia de que Auschwitz no vuelva a ocurrir es el primer principio de toda educación, nos ruboriza hasta tener que plantearlo, precede necesariamente a cualquier otra, que ni creo ni debo tener que fundamentar... Tener que fundamentarlo resulta algo monstruoso, habida cuenta de la monstruosidad que fue. Ahora bien, si esa exigencia y los interrogantes que plantea encuentran tan escaso eco, es señal de que lo monstruoso no se ha removido de lo más profundo del hombre, es un síntoma de que subsiste la posibilidad de su repetición, al menos en lo que afecta al estado de conciencia o de inconsciencia del hombre... Se habla de la amenazante recaída en la barbarie. Pero tal recaída ya lo fue Auschwitz". Las recaídas son, ahora, masivas y cotidianas en el globo.
Un dicho atribuido a Borges dice con un retintín socarrón que "los argentinos descendemos de los barcos". Pero Ramos lo toma en serio: es ésa una peculiaridad muy poco relevante si se repasa la forma en que históricamente europeos y musulmanes de muchos lares se vieron históricamente entre sí, donde la discriminación -y su soporte, el prejuicio respecto del otro- ha sido cotidianidad, agravada después con la inmigración de los morenos de diversos países latinoamericanos vecinos. ¿En qué país latinoamericano no ha sucedido algo similar o peor? ¿En cuál "desarrollada" nación los extranjeros no fueron siempre prejuiciadamente extraños, y por ello alejados, rechazados, esclavizados, maltratados, asesinados?
La mujer, la mujer indígena, el pobre, el indio en general, el desocupado, el alcohólico, el teporocho, el homosexual, el morenito o el negrito, el físicamente minusválido, el judío, el ignorante, el ladino... la lista no tiene término. El poder económico, por supuesto, es fuente permanente de discriminación y desprecio hacia el resto de la sociedad. Pero más allá de la riqueza, todos los grupos humanos y los individuos cultivan con atroz empeño el prejuicio, después del cual hay sólo un paso hacia alguna forma de discriminación. Terminamos siendo todos discriminados y discriminadores; sólo el poder político o económico o una estatura intelectual reconocida tiene defensas frente a esta vileza "humana".
El prejuicio es una evaluación negativa de las personas. Se cree que existe una inferioridad natural o genética en el grupo o persona segregados. O se "descubren" diferencias culturales que explicarían la inferioridad de los otros o diferencias intolerables.
Por supuesto hay una gradación inmensa. Existen quienes viven en el fondo de la discriminación y quienes ocupan la cima, pero no por ello pueden evitar odios y prejuicios de los de abajo.
Una forma de discriminación, dice Víctor Ramos, se profundiza y mineraliza cuando interviene en su construcción un "gran hombre". Ramos repasa la sorprendente contribución de Sarmiento, Facundo Quiroga, Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Juan Bautista Alberdi, entre otros.
Shakespeare-Otelo dramatizó en llanto y hasta el fondo de su alma pensando si su dolor de celos mortales no provendría acaso de su "horrible" color.
Fox dijo un día que los mexicanos trabajan en Estados Unidos en labores que "ni los negros" aceptan. Y Gabilondo Soler educaba a los niños mexicanos cantándoles la historia de una negrita, llamada Cucurumbé, que quería ser blanca como la luna y por ello se fue a bañar al mar, para ver si las blancas olas su carita podían blanquear...
Desde los sesentas los valores se han ido volviendo cada vez más individualistas y subjetivos. Savater propuso convertir la hospitalidad en el valor humano más estimable: recíbanse los unos a los otros tal cual son. Mientras la educación no remueva el prejuicio -lo monstruoso referido por Adorno-, seguiremos siendo, todos frente a todos, un mundo de extraños desconocidos, sospechosos y repudiables, sin saber quiénes somos.