Fiel a sí mismo, el juez Ramitos le echó a perder la tarde a Alfredo Ríos El Conde
Dos orejas cortadas con clase, pundonor y sitio se llevó El Cuate de la México
Otro apéndice para El Fandi
Con mansos de De Santiago, Morante estuvo en autista
Ampliar la imagen Enrique El Cuate Espinosa mostr�s adelantos FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza
Ante ocho mansos de la vacada de De Santiago, el quinto de los cuales era un novillo que el juez Jorge Ramos Ramitos se negó a devolver a los corrales para arruinarle la tarde y, probablemente, la vida a Alfredo Ríos El Conde, ayer salieron triunfadores Enrique Espinosa El Cuate y David Fandila El Fandi, mientras Morante de la Puebla estuvo gélido y, valga la contradicción, seco, metido en lo suyo pero a mil años luz de la gente que acudió a la Monumental Plaza Muerta (antes México) para ver su presentación en la temporada un poco menos chica 2005-2006.
En justicia, los cuatro alternantes tuvieron detalles dignos de recordación efímera por decir lo menos. Un remate de El Conde con el capote en la mano izquierda, algunos muletazos de Autista de la Puebla a los dos de su lote; el primer par de calafia que El Fandi clavó en los medios al cuarto de la tarde y desde luego las dos faenas de El Cuate, pero lo que nadie olvidará fue el acto de sadismo cometido por Ramitos, la criada bien criada, que ignorando el abucheo general del público en contra del quinto de la tarde, se empecinó en que permaneciera en el ruedo para quedar, como siempre, bien con el ganadero en turno y con la "empresa".
Vestido de rosa y oro, El Conde se vio muy puesto frente a Camisero, castaño bragado, astifino y paliabierto, de dizque 480 kilos, al que veroniqueó despacio y por abajo, caminándole hacia los medios. Después de una vara en la que el bicho recargó antes de rajarse, El Conde invitó a su colega El Fandi a cubrir el segundo tercio, cosa que ambos lograron con poco lucimiento por la escasa fuerza del animal, rasgo que se acentuó durante la faena de muleta en la que Ríos alternó una extraña técnica, bajando la mano en una tanda, realizando a media altura la siguiente, y luego abajo otra vez y arriba de nuevo a la otra con la que no consiguió aprovechar más a su enemigo ni estructurar el poema ni nada. Con mucho pundonor, mato de volapié atrasado, oyó un aviso, palmas y silencio.
La gente quería verlo ante el quinto, de nombre Horchatito y de dizque 491, pero Ramitos aceptó como toro lo que no era sino un novillo de desecho, manso que huía para peor, infecto, y los aficionados, después de mentarle la madre muchas veces a la abominable caricatura de juez, le dieron la espalda al Conde, por agachón y sumiso. Quién le manda.
Ausente de la Puebla estuvo muy fino ante Don Ja, cárdeno oscuro y cómodo de dizque 541, pero lo mató mal y tarde y recibió un aviso. Más creativo, alegre y rumboso, pero igualmente desconectado, lució ante Navideño, negro bragado de 492, al que le dio otras pinceladas y despachó al cabo de otro aviso. A nadie le consta que se haya enterado de que ayer acudió a la plaza más grande del rumbo.
El que llegó con enorme sitio, pese a las poquitas corridas que lidió este año, fue El Cuate, que se la rifó ante Corvas Dulces, cárdeno bragado corniapretado de 512, manso distraído, al que le extrajo a fuerza de arrimarse un quite de orticinas y tafalleras magnífico. Gazapeaba el engendro cuando olisqueó la muleta, pero el diestro consintiéndolo pudo embarcarlo y ligarlo por derechazos. Un cambio de mano en la cara volteó la faena a la izquierda y la hizo crecer en dramatismo y plasticidad. La gente se le entregó al muchacho cuando éste sufrió dos maromas sin cornada y algunos empezaban a gritarle ¡torero! cuando mató de soberbio estoconozao para cortar la primera oreja de la tarde. A Genetista, su segundo enemigo, negro zaino y playero de 535, lo obligó a pasar por ambas manos, templándolo en cada imprevista embestida, y por la gracia de otro espadazo hasta los gavilanes obtuvo su segunda oreja y el triunfo total.
Luego de pasar inédito ante Tauromago, el más fuerte del encierro, al que decoró muy bien; más asentado y menos ratonero que el año anterior, El Fandi cuajó al octavo y último del festejo Machadito, cárdeno bragado y corniplatanero, de dizque 418, al que le colgó tres pares excepcionales, antes de enseñarlo a embestir por la izquierda, en lentos y cadenciosos naturales de vuelta completa que exaltando la nobleza y docilidad del animal. Ya los cursis preparaban los pañuelos para pedir el indulto cuando el cuadrúpedo, que había deribado a caballo y picador en la única vara que tomó, empezó a tratar de escaparse, pero el andaluz lo acorraló en tablas y le exprimió los últimos pases que le quedaban, aprovechando al máximo la calidad plástica de sus acometidas, y entonces lo mató con tres cuartos de acero para cortar la primera oreja de su vida en el embudo de Insurgentes.