En el refrigerador, cuatro horas
La noche, al caer sobre el ruedo, tenía solemne floración púrpura cuando David Fandila El Fandi lo cruzó al terminar la corrida, triunfante, en la congelada Plaza México, después de cuatro horas de corrida. Sí, cuatro horas que sólo toleramos los locos del toro.
La corrida /va de nuez/ con toros gordos, disparejos de presentación descastados, débiles y rodando por el redondel, mas un novillín perdido que pese a las protestas no fue devuelto. Habrá que agregar los herraderos por la debilidad de los caballos de la pica a tono con los toros, a dos de los cuales hubo necesidad de los caballos de la pica a tono con los toros, a dos de los cuales hubo necesidad de levantar en medio de ridícula y cruel pachanga pueblerina.
La gente no se equivocó. Pese a estar en el cartel dos figuras de la torería española; Fandi y Morante de la Puebla, el coso registró una pésima entrada. Ocho toros son muchos para faenas interminables como se acostumbran en la actualidad. El resultado: cuatro horas, sí, cuatro horas de "festejo".
La tarde se animaba con dos estoconazos de un Cuate Espinosa que venía a triunfar a como diera lugar, y lo consiguió imprimiéndole dramatismo a su quehacer a cambio de toreo. En el mismo tenor El Fandi, a quien se le notan las 100 corridas toreadas en la temporada española, dueño de un sitio y un reposo envidiables, llenaba de torería el coso al despedir la negra y fría noche. Previo a calentar el coso con las banderillas, recortando, cruzándose, asomándose al balcón y salir apoyado en los garapullos.
Los que íbamos a disfrutar del toreo del sevillano Morante de la Puebla, nos quedamos con las ganas de verlo. Dos o tres chispazos de antología resultaron en la tarde noche con el torero que no está para encimarse en toros descastados y eternizarse pegando pases. Hay mucho, pero mucho torero en Morante de la Puebla.