Usted está aquí: miércoles 16 de noviembre de 2005 Política Pérdida del liderazgo regional, saldo de la errática política exterior foxista

A quién sirven las confrontaciones del gobierno mexicano, se preguntan en AL

Pérdida del liderazgo regional, saldo de la errática política exterior foxista

Con Castañeda y Derbez en la cancillería se deterioraron las relaciones con Cuba y Venezuela

El inquilino de Los Pinos se halla cada vez más aislado en los foros internacionales

BLANCHE PETRICH

Un año de despedirse del poder, el presidente Vicente Fox cuenta con dos amigos latinoamericanos menos en su lista: Cuba y Venezuela. Este saldo, catastrófico para la imagen de México en el mundo, puede ser bien visto por el PAN, que abonó con declaraciones y alianzas este desenlace y aplaude la política de su militante, el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, artífice de estas dos desavenencias. Quizá Fox reciba también una palmada de Washington.

Pero más allá de las porras que logró el gobierno por la debacle de la relación de México y Venezuela, fuera de nuestras fronteras, mirando al sur, ningún país de la región ha tomado partido en favor de Fox en su pleito callejero con Hugo Chávez. Lo que prevalece es alarma y preocupación, porque esta nueva fractura refleja un abismo mucho más grande entre los tres socios de Norteamérica y los líderes de Latinoamérica que rechazan el llamado de George W. Bush a alcanzar más acuerdos de libre comercio sin negociar antes términos que permitan salvar los efectos de las asimetrías económicas.

Ayer mismo, el Mercosur salió al ruedo ofreciendo sus buenos oficios para restañar las heridas de este pleito. Tal vez se logre. Pero lo que difícilmente logrará rescatar es el papel de líder regional que México alguna vez tuvo.

Sueños pasajeros

A principios del régimen panista hubo quienes en La Habana pensaron que México podría liberarse de la hipoteca que el último presidente priísta, Ernesto Zedillo, había adquirido con Washington. Y que vista la buena voluntad que Fox le tenía a Fidel Castro podría ser una pieza importante en la delicada trama de contactos que se harían necesarios en las siempre tensas relaciones de Estados Unidos con Cuba.

Más al sur, en Chile, Brasil y Argentina, hubo quienes vieron en el sui generis nuevo presidente mexicano una oportunidad para modernizar la agenda hemisférica. Otros más, alentados por el flamante canciller Jorge Castañeda y los presidentes de Chile, Ricardo Lagos, y Henrique Cardoso, de Brasil, vislumbraban al régimen foxista como avanzada de una alianza de gobiernos de liberales y de derecha moderada que pudiera superar el anquilosado club de gobiernos neoliberales ortodoxos, algunos de dudosa vocación democrática: Carlos Menem, Alberto Fujimori, Hugo Bánzer y después Gonzalo Sánchez de Lozada y otros más. Todo ello, desde luego, en armónica sintonía con Washington. Luiz Inacio Lula da Silva aún no era presidente de Brasil y Néstor Kirchner ni siquiera imaginaba que pudiera serlo de Argentina.

Pero Latinoamérica pronto dejó de ser la región bien portada, pagadora de deudas y dócil ante su creciente empobrecimiento. Revueltas populares derrocaron a gobiernos neoliberales en Bolivia, Ecuador y Argentina. Procesos electorales inclinaron el destino de sus países hacia la izquierda (Venezuela) o centroizquierda (Argentina, Brasil, Uruguay). Cuba, en el Caribe, pudo ampliar sus relaciones. Y en Caracas se definió el liderazgo de Hugo Chávez como un permanente desafío a Estados Unidos. El gobierno de Fox no pudo adaptarse al escenario cambiante del continente.

La agenda del Güero Castañeda

En sus primeros pasos en la escena latinoamericana Fox se mostró encantado con Castro y Chávez. Pero en los márgenes, su secretario de Relaciones Exteriores, Jorge G. Castañeda, urdía otros planes: privilegiar los lazos con la derecha republicana -recuérdense sus caravanas al ultra Jesse Helms- sacrificando lo necesario.

Pronto empezaron los roces con La Habana y siguió la crisis de la cumbre la ONU sobre financiamiento para el desarrollo, en Monterrey, Nuevo León. Como Fox no pudo evitar la asistencia de Castro en el mismo espacio con Bush -ya que era Kofi Annan, no México, el anfitrión- hizo la descortés petición a su homólogo cubano: "Te invito a un almuerzo, inclusive que te sientes a mi lado, y terminado el evento y la participación, digamos, ya te regresas". Y le pidió otro favor: "Que estando en casa a mí me serviría muchísimo que no hubiera declaraciones (...) pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush". Castañeda quiso ocultar la presión. Cuba hizo pública la conversación telefónica.

Al año siguiente, en abril de 2002, la derecha venezolana intentó un golpe de Estado contra Hugo Chávez. La OEA condenó el golpe. México no estuvo en la primera fila de ese pronunciamiento, si bien lo suscribió.

Derbez y la agenda panista

En 2003 Castañeda renunció y Luis Ernesto Derbez lo sustituyó. En Argentina la ortodoxia monetarista había hecho rodar las cabezas de varios presidentes. Néstor Kirchner dejó en claro que no se dejaría chantajear por la banca internacional. El brasileño Lula le robaba reflectores a Fox. Y mientras México se alejaba más de Cuba, Argentina, Brasil y Venezuela.

En marzo México enfrentó su mayor desafío internacional. Los votos mexicano y chileno en el Consejo de Seguridad Nacional de la ONU serían definitivos para inclinar la balanza en favor o en contra de los planes de guerra de Bush en Irak. Ricardo Lagos nunca dudó. Fox se decidió a último minuto, afortunadamente por el no.

En los foros internacionales el presidente mexicano se vio cada vez más aislado. Una crónica de Juan Manuel Venegas de la cumbre iberoamericana en Santa Cruz, Bolivia, lo retrata malencarado, junto a José María Aznar (el entonces mandatario español), los dos únicos presidentes que se negaron a aplaudir el discurso de un indígena que interpeló fuertemente a los gobiernos del área.

Fox ha asistido a incontables cumbres. Chávez describió así ese ejercicio diplomático cupular en la Iberoamericana de República Dominicana: "Nosotros vamos de cumbre en cumbre; los pueblos van de crisis en crisis". A mediados de 2004 Derbez y el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, profundizaron la fractura con Cuba al calor del affaire del empresario Carlos Ahumada. Cuando éste, prófugo, se refugió en Cuba y La Habana lo devolvió a México, Derbez decidió dar al embajador cubano, Jorge Bolaños, 48 horas para abandonar el país, declaró persona non grata al ministro político Orlando Silva y acusó de espionaje a funcionarios del Partido Comunista Cubano. La embajadora mexicana, Roberta Lajous, también fue retirada. En el PAN clamaban por la ruptura. Derbez y Creel respondieron al clamor.

Después fue necesario enmendar el error y Derbez viajó a Cuba no a ofrecer disculpas, sino a platicar a puerta cerrada el arreglo del conflicto. Tres meses después Bolaños y Lajous volvían a despachar en sus respectivas oficinas.

Este mismo año Derbez volvió a dañar otra de las fuertes alianzas mexicanas: contrariando el compromiso que había hecho México de apoyar la candidatura del ex canciller chileno a la secretaría general de la OEA, el secretario de Relaciones Exteriores vio la oportunidad de colarse a ese importante cargo cuando el candidato de Washington, el salvadoreño Francisco Flores, se vio salpicado por cargos de corrupción. México y Chile se trenzaron en una sucia carrera por votos a cambio de promesas en todo el continente. Y México perdió hasta la compostura, pues Derbez ni siquiera pudo guardar las formas de la cortesía cuando su contrincante tomó posesión al frente del organismo.

Así como el PAN ha acogido iniciativas de las organizaciones anticastristas de Miami, su nuevo líder, Manuel Espino, ha abrazado la causa antichavista en Venezuela. El 3 de septiembre comprometió seriamente al presidente Fox al organizar un encuentro con el líder del pequeño partido opositor Primero Justicia, Julio Borges. El vocero presidencial, Rubén Aguilar, ha negado la reunión, pero los periódicos venezolanos publicaron la inequívoca foto de ambos.

Con el lastre de todas estas pifias, Fox y Derbez llegaron a la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. Cuando naufragó la propuesta de Estados Unidos de relanzar las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas, que el presidente mexicano abrazó como causa propia, arremetió contra Argentina y Venezuela. Luego llevó su resentimiento contra Chávez al desenlace conocido: la antesala de la ruptura.

En América Latina varios gobernantes levantan la ceja. Y esto, ¿a quien le sirve?

 
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