Usted está aquí: miércoles 16 de noviembre de 2005 Opinión Descomposición partidaria

Editorial

Descomposición partidaria

La pérdida de valores cívicos básicos en la clase política del país es ya una alarmante referencia que estará presente en los procesos electorales del año entrante y en la sucesión presidencial programada para diciembre de 2006. El deterioro es general, pero particularmente grave en los partidos que han venido cogobernando, sobre todo en materia de política económica, desde el sexenio pasado: Acción Nacional y el Revolucionario Institucional. En el segundo tiene lugar un enconado pleito de mafias, cuyo más reciente episodio fue el duelo de lodo que protagonizaron ayer el virtual candidato presidencial tricolor, Roberto Madrazo, y la ex secretaria general Elba Esther Gordillo, cuya expulsión del PRI parece inevitable e incluso inminente.

Sin ideas, sin propuestas de país, sin proyectos políticos, ambos dirigentes se acusaron mutuamente de recurrir a la traición, a la intriga, a la mentira y a los golpes bajos; en suma, de ser lo que efectivamente son: priístas de la tradición más autoritaria, corrupta e inescrupulosa.

No debe pasar inadvertido el hecho de que ambos se echaron en cara sus alianzas vergonzantes con el salinismo y con el foxismo, lo que pone en evidencia hasta qué punto esos dos factores han estado presentes en las guerras intestinas del Revolucionario Institucional, y qué grado de distorsión han provocado en la vida interna de ese partido. La persistencia del poder salinista en el PRI habla de la incapacidad de ese instituto político de regenerarse y de romper con su pasado; la injerencia foxista indica, por otra parte, que el gobierno en funciones sigue maniobrando, a pesar de las promesas de "cambio", en la vida interna de los partidos.

Ante este panorama, no es de extrañar que los militantes y simpatizantes del tricolor hayan desairado mayoritariamente la mascarada de elección primaria realizada el pasado domingo, con la que Madrazo pretendió dar legitimidad a su candidatura presidencial venciendo abrumadoramente a un rival meramente escenográfico. Lo que pueda quedar de honesto y de propositivo en ese partido no tiene representación posible en las cúpulas mafiosas representadas por Arturo Montiel o los propios Gordillo y Madrazo. Es lógico suponer, por ello, que el deplorable intercambio de ayer entre la lideresa charra del magisterio y el ex gobernador de Tabasco no hará sino alimentar el desánimo y la desmoralización en las filas del PRI.

Pero, más allá del horizonte priísta, la palpable descomposición de la clase política y del grupo gobernante constituye un mensaje desmovilizador para la ciudadanía en general, la cual no encuentra razones para creer en la política como instrumento de resolución de conflictos, transformación social y económica o herramienta de convivencia. Los políticos se han labrado a pulso una imagen exasperante como personajes inescrupulosos, convenencieros e inmorales, preocupados no de servir a la población sino de enriquecerse y de obtener, mantener y multiplicar puestos y cotos de poder a costa de lo que sea.

El proceso electoral del año entrante está a la vuelta de la esquina y ocurrirá, previsiblemente, en un entorno de profunda degradación de la política y ante una palpable frustración social respecto de la democracia. Cada día queda menos margen para que dirigentes partidistas, candidatos, representantes populares y funcionarios realicen un ejercicio de autocrítica y una corrección de fondo de actitudes que son, sin embargo, indispensables para garantizar un nivel mínimo de civilidad en la vida republicana del país.

 
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