¿LA FIESTA EN PAZ?
Entregas y entreguismo
HAY TOREROS QUE me sacan de la plaza -por su falta de interioridad o por su demagogia- y hay toreros que me sacan de mi casa -por su verdad sin adjetivos- para ir a verlos donde se presenten e incluso seguirlos en sus actuaciones.
A ESTE ULTIMO grupo pertenecen el mexicano Ignacio Garibay y el francés Sebastián Castella, con un torerismo y una entrega inversamente proporcionales a sus administraciones, por lo menos con relación a la empresa de la Plaza México.
EN EL SEGUNDO festejo de la temporada 2005-2006 la imaginación empresarial de los promotores, agotada con la apoteosis matraquera de la corrida inaugural, volvió a su acostumbrado nivel de incompetencia en lo que a combinación de toros y toreros se refiere.
DE OTRA MANERA no se entiende con qué merecimientos una rejoneadora francesa completamente desconocida en México fue incluida en el cartel. Vaya, es como si mi vecino Pepe Zamacona, entusiasta caballista él, fuera contratado para la feria de Nimes. En ese sentido, ¿podrá el público capitalino ver esta temporada al magnífico rejoneador Jorge Hernández Gárate, o sólo se trata de anunciar toreros de a caballo como relleno?
¿A QUIEN RESPONSABILIZAR de los lamentables resbalones de las cabalgaduras de Julia Calaviere que le costaron la vida a su caballo Tango y por poco la propia? ¿A la caballista francesa? ¿Al de la pipa por no echar agua o poner demasiada? ¿A la empresa por andar contratando sin ton ni son? ¿Al destino?
IGNACIO GARIBAY anduvo toda la tarde exponiendose entre los pitones de su descastado y peligroso lote. Convencido y convincente, sobre todo con la muleta, batalló con la sólida debilidad y la prestigiada mansedumbre de las reses de Vistahermosa, siempre bien presentadas, siempre descastadas.
Y SEBASTIAN CASTELLA, con 23 años de edad y cinco de alternativa, reiteró por qué triunfó en la pasada Feria de San Isidro, aunque acá venga como si hubiera triunfado en Uriangato: una vocación que no admite especulaciones, una estética quietud intemporal -aquel rotundo péndulo en el centro del ruedo a su primero-, una muleta de mano muy baja y un gusto enorme por estar en la cara del toro. No obstante sus deficiencias con la espada, el público, en entrega recíproca, le otorgó dos orejas "morales".
JORGE BARBACHANO PONCE es un ganadero tan serio que nomás no logra que sus toros den otro espectáculo que caerse o desarrollar sentido. Luego de sus reiterados reveses, ¿a qué atribuir que siga viniendo cada temporada? ¿A su amistad con el empresario? ¿Al precio al que vende sus encierros? ¿A los plazos que concede para que le paguen? Caprichos de nuestra voluntariosa y subdesarrollada fiesta.
LOS MAMACALLOS DE la empresa de la Plaza México insisten en que los rejoneadores deben hacer número con los toreros de a pie, "olvidando" que el convenio taurino entre México y España establece lo contrario. Pero los nietos de Maximiliano se siguen reproduciendo y su entreguismo parece no tener fin.