Usted está aquí: sábado 12 de noviembre de 2005 Opinión Las cumbres borrascosas de Hugo Chávez

Jorge Enrique Botero

Las cumbres borrascosas de Hugo Chávez

Entre los casi 100 periodistas acreditados para la 17 Cumbre del Grupo de Río, que asistían a aquella rueda de prensa rutinaria en la misteriosa ciudad peruana de Cusco, sólo unos pocos advirtieron que estaban presenciando el advenimiento de una nueva forma de diplomacia al más alto nivel.

"Ha llegado la hora de que los presidentes de América Latina se digan crudamente las verdades", advirtió en tono enérgico el presidente venezolano, Hugo Chávez, aquel 23 de mayo de 2003, no sin antes afirmar que mientras los mandatarios andaban de cumbre en cumbre, sus pueblos andaban de abismo en abismo.

Acostumbrados a posar sonrientes para una foto colectiva y a estampar su firma sobre documentos y declaraciones en los que prácticamente ni siquiera participaban, los presidentes que asistieron a la mítica meca de la civilización inca tomaron atenta nota de las declaraciones de su colega, pero no realizaron pronunciamientos sobre el asunto.

Hoy, dos años y medio después -según coinciden analistas, ex diplomáticos y periodistas especializados- la crudeza anunciada por Chávez parece haber ingresado en el escenario, tradicionalmente adusto y eufemístico,' de las relaciones presidenciales. Ahora, opina la mayoría, las diferencias se hacen más evidentes. Y en todo ello tiene mucho que ver un jefe de Estado que se refiere a George W. Bush, el presidente de la principal potencia del mundo, como Míster Danger, y que le dice a Fidel Castro, domingo a domingo, que se siente su hijo y que lo venera como a un padre.

Una cuestión de estilo

Quienes han tenido cerca al presidente Hugo Chávez (incluido este corresponsal) coinciden en que su rasgo más sobresaliente es la calidez. Amistoso, dicharachero, cargado de anécdotas y siempre dispuesto a saber algo de su interlocutor, el mandatario venezolano suele pasarle el brazo a quien esté a su lado, recibe con un abrazo entrañable a personas a las que nunca ha visto en su vida y bromea mientras mira fijamente a los ojos de sus contertulios. Su equipo de asistentes le mantiene detalladamente informado sobre las personas con quienes se entrevista, así que casi siempre logra sorprenderlas con alguna alusión personal, mediante la cual construye relaciones fluidas, marcadas por sensaciones como la confianza y la amistad. "Al poco rato de estar con él, sentí que estaba conversando con un viejo amigo", comentó uno de los miembros del consejo asesor de Telesur, que fue recibido en el Palacio de Miraflores el pasado 24 de julio.

Estos rasgos de su personalidad se mantienen en todas las circunstancias, incluso cuando se mueve en los más altos y refinados círculos del poder. Los periodistas venezolanos Cristina Marcano y Alberto Barrera aseguran que "su espontaneidad y su sentido del humor -imprudente y tosco, en ocasiones, vulgar a veces- hiere susceptibilidades y causa molestias. Hugo Chávez se muestra confianzudo, uno de los rasgos de la venezolanidad, con colegas a quienes apenas ha visto". Según relatan en una biografía no autorizada del mandatario, Chávez ha roto todos los protocolos. En su primer encuentro con Vladimir Putin en Moscú, en 2001, recibió al premier ruso en posición de karateca, mientras le expresa sonriente "he oído que eres cinta negra de karate"; en Inglaterra abraza y besa a la reina Isabel, en Japón también abraza al emperador Akihito y saluda con un apretón de mano a todos los guardias del palacio imperial, juega beisbol con Fidel Castro, se arrodilla reverencial ante el papa Juan Pablo II, sonríe ampliamente para las fotos con el presidente colombiano, Alvaro Uribe, su antítesis en política, y oficia de sabio consejero con su homólogo ecuatoriano Lucio Gutiérrez, al tiempo que le regala a Bill Clinton, entonces presidente estadunidense, el libro Bolivar Forever.

La vuelta al mundo

Tras su primer triunfo electoral, en 1998, Chavez diseña una ambiciosa agenda de apertura de Venezuela hacia el mundo. Antes de tomar posesión de su cargo, visita 12 países en seis semanas y podría decirse -siete años después- que han quedado muy pocas naciones fuera de su incesante itinerario. Tras focalizar sus prioridades diplomáticas hacia los países petroleros y darle un nuevo aire a la hasta entonces alicaída Organización de Países Exportadores de Petróleo, para luego asomarse a las remotas India, Rusia, China e Indonesia, Chávez se concentra en América Latina, el escenario donde mejor se desenvuelve. Saca su arsenal favorito, el ideario de Simón Bolívar, y emprende pacientemente una campaña de integración regional que hoy lo sitúa como uno de los líderes más influyentes y polémicos del continente.

¿Forma o fondo?

Aunque la mayoría de los críticos de Chávez coincide en afirmar que el mandatario no pasa de ser un buen constructor de frases efectistas, carentes por completo de profundidad, algunos analistas que conocen al dedillo el mundo de la diplomacia, aseguran que la actual ruptura de modales y formas encabezada por Chávez responde, sobre todo, a los cambios de posiciones y de fuerzas que se están dando en la región.

"Los países del continente tuvieron durante años posiciones uniformes frente a muchos temas en torno a los cuales ya no hay consenso", opinó para La Jornada el ex canciller colombiano Rodrigo Pardo, hoy dedicado al periodismo y al análisis político. Según Pardo, salidas como la de Chávez calificando al presidente Vicente Fox de "cachorro del imperio" son un claro reflejo de las visiones diferentes que se tienen respecto al papel de Estados Unidos en la región. "Lo que ha cambiado es el fondo, no las formas", asegura el ex ministro, quien vivió en primera fila varias cumbres y reuniones de alto nivel.

No obstante, periodistas especializados en temas internacionales insisten en que las formas sí han tenido un vuelco radical, al tiempo que exhiben la larga lista de incidentes y frases fuera de tono que han marcado los más recientes encuentros presidenciales de la región. En la mayoría de ellos -subrayan- aparece el presidente Chávez, bien como protagonista o antagonista, pero nunca en papeles secundarios.

La lista de rivales con quienes Chávez ha tenido altercados o roces la encabezaba de lejos, hasta hace unos meses, su colega y vecino colombiano Alvaro Uribe, calificado por sectores radicales venezolanos como "títere de Washington". El clímax de las constantes disputas entre ambos tuvo lugar entre diciembre de 2004 y febrero de 2005, cuando las relaciones bilaterales pendieron de un hilo tras el secuestro en territorio venezolano del dirigente de las Fuerzas Armads Revolucionarias de Colombia, Rodrigo Granda, por parte de fuerzas combinadas de la policía colombiana y agentes venezolanos pagados por el gobierno de Bogotá. Fuentes de alto nivel del Partido Liberal de Colombia, que estuvieron muy cerca de la crisis, confirmaron a La Jornada que durante los momentos mas álgidos, epítetos de alto calibre cruzaron en doble vía la extensa y ardiente frontera de los dos países. Las relaciones ya habían llegado a un punto de no retorno cuando apareció la providencial figura venerable del sabio de la tribu, Fidel Castro, quien atemperó los ánimos y consiguió una salida aceptable para ambas partes. El gobierno colombiano ofreció unas confusas excusas por el episodio y Uribe tuvo que viajar a Caracas para resarcir el daño. Los dos jefes de Estado han evitado desde entonces referirse al otro, hasta el punto de que, según fuentes del alto gobierno venezolano, la "línea" que se ha instruido sobre Colombia es "Duro con Bush, suave con Uribe".

Aprovechando su pasión por los deportes, en especial por el beisbol, Chávez ha intentado ridiculizar a algunos de sus homólogos diciendo, por ejemplo, que "Bush sufrió un knock out fulminante en la cumbre de las Américas" o que al presidente de Perú, Alejandro Toledo, "le tiré una curva que ni la vio pasar". El presidente Bush recibe todas las semanas una larga lista de adjetivos y títulos entre los que figuran "el mayor terrorista del mundo" y -el preferido de Chávez- "Míster Danger".

Entre sus peleas no se deben olvidar las sostenidas con el ex presidente argentino Carlos Saúl Menem; con el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, a quien acusó -estando en visita oficial en Madrid- de haber sido cómplice del fallido golpe de Estado de abril de 2001, y con el ex mandatario ecuatoriano Lucio Gutiérrez. A este último se refiere con frecuencia ridiculizándolo y reprochándole que no hubiera seguido sus consejos de apoyarse en el pueblo cuando recibía presiones de Washington.

Así como es pródigo en cazar peleas, el presidente de Venezuela es generoso al extremo con quienes considera sus socios en la misión integradora que se ha propuesto. Esta lista la encabeza de lejos Fidel Castro, de quien se refiere en público como su padre en política. Le siguen Lula, Kirchner y Tabaré Vásquez, los mandatarios que llegaron al poder cabalgando sobre un discurso de izquierda.

Según Rodrigo Pardo, tanto los tropeles constantes que arma Chávez como sus expresiones de amistad sin límites, forman parte de un gran objetivo personal que se ha trazado el mandatario venezolano: ser líder indiscutible de América Latina. "Pero él sabe que su principal instrumento para alcanzar su meta no son los adjetivos de su discurso, sino los barriles de petróleo, que alcanzan precios jamás imaginados en el mercado internacional". Según el ex ministro, no es casual que el canciller de Chávez sea Alí Rodríguez, el ex presidente de Petróleos de Venezuela, la compañía estatal petrolera.

Sea como sea, es un hecho que hoy día casi todas las luces de la escena se dirigen al presidente venezolano, quien pasa de cumbre en cumbre como el galán principal de una serie televisiva cuyo título -según la ironía popular venezolana- es La cumbre interminable y en la que Chávez parece ser guionista, director y el actor protagónico.

 
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