No ofrecer disculpas, regla no escrita
En las relaciones entre países, es práctica generalizada que los gobiernos no ofrezcan ni pidan disculpas cuando se suscitan conflictos, diferencias o incidentes. Ante una situación así, el buen oficio diplomático recomienda desplegar contactos a diversos niveles para resolver el desaguisado en cuestión mediante un acuerdo mutuo. La diplomacia mexicana se caracteriza por ser muy sensible a esta norma no escrita.
Existe el antecedente de que un secretario de Relaciones Exteriores mexicano pidió perdón a un Estado extranjero por el contenido de una declaración política, y fue cesado de inmediato.
Fue en 1975. La ciudad de México fue sede de la primera Conferencia Internacional de la Mujer, que convocaba la Organización de Naciones Unidas. Al concluir, se emitió una declaración en la que se equiparaba el sionismo con el racismo. La reacción de la comunidad judía en Nueva York fue drástica. En protesta, un lobby organizó un boicot turístico en contra de México como anfitrión de la cumbre femenina. La campaña golpeó duramente al país.
En un esfuerzo por restañar la fractura entre México e Israel, el canciller Emilio Rabasa viajó a Tel Aviv. Después de sus encuentros con funcionarios israelíes, ambas partes se dieron por satisfechas con el acuerdo. De regreso a México, Rabasa ofreció una atropellada conferencia de prensa en el aeropuerto. El canciller explicó que el incidente había sido superado, y a la pregunta de si "todo estaba perdonado", contestó que sí. Ante el revuelo provocado por esa declaración, que sugería que México había pedido perdón a un gobierno extranjero, el entonces presidente, Luis Echeverría, retiró a Rabasa del cargo dos días después.
Desde luego, ha habido otros momentos, casos más extremos, cuando un gobierno se ha visto obligado a ofrecer disculpas a otro país. Fue el caso del bombardeo estadunidense a la embajada de China en Belgrado, en mayo de 1999, con un saldo de tres ciudadanos chinos muertos y decenas de heridos. Pekín rechazó la explicación inicial del gobierno de Bill Clinton de que se trató de un accidente. Washington tuvo que ofrecer disculpas públicas y una fuerte compensación económica antes de que la República Popular China accediera a reanudar relaciones militares y restablecer contactos en todos los niveles con Estados Unidos.
Pero el reciente sainete con el gobierno venezolano, que ha colocado a la cancillería mexicana en una línea de confrontación y de "exigir disculpas", no tiene desde luego la envergadura de un bombardeo, involuntario o intencional. Así, la irritación que se vive en México y en Caracas por el intercambio de frases entre los presidentes Vicente Fox, que acusó a su homólogo de "irresponsable", por haber ido "a calentar a la gente" en Mar del Plata en contra del Area de Libre Comercio de las Américas, y Hugo Chávez, quien reviró lamentando que el mandatario mexicano se hubiera comportado como un "cachorro del imperio", bien puede resolverse con una discreta conversación formal. A menos de que alguna de las partes pretenda atizar el conflicto.
Blanche Petrich