Usted está aquí: sábado 12 de noviembre de 2005 Opinión PRI, hora decisiva

José Murat

PRI, hora decisiva

Después de un accidentado proceso interno, estigmatizado por el retiro de uno de los dos precandidatos con presencia real, la jornada del domingo 13 será mucho más que la oficialización de una candidatura perfilada: la legitimidad la dará no la mayoría contable, sino la participación nutrida. Un alto abstencionismo minaría para el PRI las posibilidades de retorno a la casa presidencial en 2006.

Un partido provisto de una estructura organizativa que le ha permitido ganar la mayoría de las elecciones estatales y municipales, ya sin el gobierno federal, no puede permitirse porcentajes ínfimos de participación como el PAN, donde sólo acudieron menos de uno de cada tres militantes a elegir a su candidato presidencial, para consumar una victoria escuálida con el sustento de menos de 200 mil votos.

El reto es mayor en una atmósfera de cuestionamientos por una competencia que no se percibe real, dada la dimensión contrastante de los contendientes. Una figura nacional frente a otra testimonial, que no cuenta entre sus activos con un solo puesto de elección popular. No hay competencia, es la conclusión anticipada de la opinión pública.

Pero es la militancia de nombre y apellido la que tiene que decidir en las urnas y salir al paso de las críticas, fundadas o no.

El costo de las filtraciones televisivas en espacio triple A y la posterior declinación del aludido ha sido enorme para el partido. Los estudios de opinión así lo acreditan. Pero no fue un golpe letal, como diagnostican análisis apresurados o, peor aún, interesados. El camino hacia la contienda constitucional aún es largo para todos.

El llamado voto duro de los partidos es cada vez menor. El voto amarrado de otros tiempos es marginal, o al menos no definitivo. Es el voto ciudadano, razonado y volátil por naturaleza, el que ahora resuelve. Por ello ganará la contienda quien presente una plataforma de gobierno, una oferta de país más articulada, más convincente. Esa etapa no ha iniciado. Hasta ahora todo ha sido decantación de fuerzas internas. Escarceos y posicionamiento en la línea de arranque.

El PRI tendrá candidato este domingo y lo que sigue es trabajar por la unidad, pero no en la versión antigua de la cargada en busca de la bendición superior y la búsqueda de los cargos administrativos y legislativos. Lo que tiene que buscarse, y es urgente, es la unidad ideológica, la identidad de proyecto para unificar fuerzas y hacerlo plan de gobierno.

A nadie conviene la impostura de una unidad de corto plazo que no tenga la inspiración de una plataforma de transformaciones que la sociedad reclama. Un abanico de asignaturas pendientes que el "gobierno del cambio" dejará irremediablemente, porque el tiempo de las realizaciones se ha agotado.

La reforma del Estado con todas sus aristas: un equilibrio de poderes que no frene la marcha y la gobernabilidad del país; el deslinde entre la jefatura de Estado y la jefatura de gobierno, como corresponde a la mayoría de democracias modernas; la construcción de un auténtico federalismo fiscal, que descentralice recursos y, sobre todo, facultades; la revisión del oneroso costo de la democracia, reduciendo tiempos de campañas y precampañas; y el diseño de una política de Estado en materia de combate a la pobreza, más allá de los actuales esquemas asistenciales, por citar sólo algunos ángulos de la reforma pospuesta.

La herencia de las decisiones postergadas es inmensa y está expresada en números, tanto en estudios nacionales como internacionales, de agencias públicas y privadas.

Para empezar, una población depauperada, más de 50 por ciento, más de 50 millones de mexicanos por debajo de los mínimos de bienestar social, según el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y las propias dependencias del gobierno con sus nomenclaturas dulcificadas.

Inflación contenida a cambio de secar la economía, paralizarla; reservas internacionales récord, a cambio de encarecer el crédito, y moneda fuerte a cambio de reducir las exportaciones no petroleras son cuentas de un neoliberalismo ineficaz, de realidades virtuales que un priísmo de avanzada tiene que corregir desde el gobierno, un gobierno a construir desde la unidad ideológica, no desde la sumisión a figuras fuertes del pasado que hoy regresan como adalides de la modernidad.

Unidad en las ideas para encabezar un gobierno que haga crecer la economía, que genere los empleos que demandan las nuevas generaciones, justamente las más refractarias, las menos receptivas al mensaje y la imagen del PRI.

Unidad en lo fundamental para revertir la caída libre del país en materia de competitividad. En efecto, el rosario de posiciones a la baja de esta administración incluye el último reporte del Foro Económico Mundial, que consigna que ya de manera segmentada la competitividad empresarial de México cayó al lugar 59, mientras el índice de tecnología se situó en el 48 y el nivel de negocios en 53, de un total de 104 países.

Unidad en las ideas para invertir más en educación, ciencia y tecnología, para crear el capital intelectual que inserte a México en una globalidad con posición de fuerza, como actor, no como víctima de decisiones ajenas.

Hacia allá debe marchar el PRI después de la jornada interna de este domingo 13: hacia la unidad en torno a valores y metas que trasciendan los fuegos artificiales de las ambiciones de poder. Si no es así, la batalla está perdida desde ahora.

 
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