Morir en México
Si acaso tiene planeado morir en los próximos meses, le recomiendo, si le es posible y si quiere a su familia y aprecia al médico que llenará su certificado de defunción, que lo haga en el hospital y no en casa. Si por algún motivo o razón, digamos, si vive en el Distrito Federal y el tráfico le impide llegar al hospital, le sugiero, si es factible, que lo escondan en la cajuela del automóvil donde viajaba y luego lo depositen en algún servicio de urgencias. Si acaso vive en la miseria y es usted uno de los 60 millones de pobres que lo siguen siendo, a pesar de las cifras de Vicente y de Marta, y fallece en casa, lo insto a que lo entierren a escondidas sin que nadie se entere. Finalmente, si no logra morir en casa, lo invito a escribir unas horas antes del fallecimiento una carta en la que se disculpe con sus familiares por el desmadre que tendrán que vivir antes de enterrarlo y una pequeña nota donde explique a su galeno que no son voluntarios ni la pena ni los dolores de cabeza que le acarreará hasta conseguir un certificado de defunción y lograr que éste sea avalado por las autoridades de salud y por los encargados de las agencias funerarias.
En estos "días mexicanos", plagados de Ionesco y de ideas foxianas, morir en casa es un verdadero intríngulis. Intríngulis que demuestra la falta de tino a la que tan acostumbrados nos tienen nuestros jerarcas (recuerdo, por ejemplo, el ridículo que hizo Rubén Aguilar, el vocero de la Presidencia, al llamar a Andrés Manuel López Obrador: "el señor López", o la genialidad de nuestro ministro Abascal al solicitar que no se leyese en las escuelas el libro Aura, de Carlos Fuentes).
El problema que motiva estas líneas, y que me permite, afortunadamente, indignarme, es el siguiente. En septiembre, los médicos recibimos la información siguiente, de la que destaco dos apartados. Primero: "en virtud de que la Secretaría de Salud ha restringido la dotación de formatos de certificados de defunción a todos los establecimientos de salud, debido principalmente al número de certificados que se cancelan... su disposición se restringirá". Segundo: "Para los casos de pacientes externos se suspende temporalmente la entrega de certificados de defunción, por lo que se anexan los datos de la Oficina de Trámites Funerarios de la Secretaría de Salud encargados de proporcionar certificados de defunción (de acuerdo con lo que me explicaron mis pacientes, el teléfono de la Secretaría de Salud del Distrito Federal no contesta en horas inhábiles).
La semana previa dos queridos enfermos tuvieron el mal tino de no programar su muerte en el hospital, de morir a "altas horas de la noche" -donde el más depurado ionesquianismo mexicano toma carta de realidad- y de no haber leído la información de la Secretaría de Salud. Uno tenía la suerte de ser rico, por lo que mediante una "ayudadita" consiguió un certificado de defunción (espero que no sea "chueco" para que no manden desenterrarlo). La otra fue sepultada 36 horas después de morir gracias a que conseguí un certificado de defunción en el hospital donde laboro, no sin antes haber sido advertido de que si lo llenaba mal no habría reposición.
Aunque se escuche inverosímil, no puedo dejar de compartir mi buena suerte. Mientras continuaba mi catarsis por medio de estas líneas me hablaron de la Oficina del Registro Civil para informarme que para el Ministerio Público no era suficiente mi diagnóstico de defunción, ya que las personas no se mueren "sólo por infarto agudo al miocardio", por lo que solicitaron más datos. Repliqué: "senilidad". Contestó la licenciada: "debe venir a escribirlo con su letra". Expliqué: "mi letra es muy fea, lo llenó mi secretaria y hoy no trabaja". Me advirtió: "Pues espero que no tenga problemas, doctor".
No sé de quién fue la brillante idea de complicarle al muerto la muerte, a los deudos que sufren ser víctimas de la tramitología mexicana y a los médicos exponerlos a entuertos indignos. No sé quién fue pero, PRI-PAN-PRD dixit, temo que "alguien" pretenda desestabilizar la paz de los panteones para distraer a la opinión pública ante los conflictos políticos acarreados por Montiel y Stan.
Víctima de la estupidez "del nuevo manual para morir en México" sugiero: A) De preferencia es mejor fallecer en casa. B) Si se muere en el domicilio debe, idóneamente, ser en horas hábiles. C) Los médicos no pueden equivocarse al llenar los certificados de defunción. D) Los galenos deben tener buena letra. E) Los doctores deben saber más medicina para no defraudar los conocimientos del Ministerio Público. F) Kafka vive y es mexicano.
Por suerte nuestras autoridades gozan de buena imaginación y siempre tienen la capacidad de indignar y sorprender. No dudo que "mi próximo muerto" comprobará lo que pienso: es más fácil conseguir un kilogramo de cocaína que llenar un certificado de defunción.