Relatan habitantes de Holbox los destrozos del huracán Wilma en la región
Sentí tristeza ver mi pueblo patas arriba, pero me dio más pena esa joven muerta
Después de cinco días la enterraron; "seguro era cubana, nunca supimos quién era"
Ampliar la imagen Aspecto de una de las caba�del hotel Villas Flamingo tras el azote de Wilma FOTO Aurelio Fern�ez Fuentes Foto: Aurelio Fern�ez Fuentes
Mientras pasaba el ojo del huracán, salimos a la plaza, cuenta Víctor Velázquez, "y unos compas encontraron una nevera llena de chelas. Cuando quisieron arrastrarla, vieron ahí junto un cuerpo. Corriendo, fuimos a avisar a los soldados que ahí estaba un muerto". Ellos llegaron, lo envolvieron en una lona y lo dejaron nomás ahí, porque ya soplaba el viento del lado contrario y salieron corriendo para guarecerse en la partida militar.
Saturnino López, un pescador joven y arrogante que acompañaba al piloto de la lancha que nos regresaba de Holbox a Chiquilá, redondea la historia de Víctor. "El teniente del destacamento me pidió que lo ayudara porque habían encontrado un muerto. Era una mujer, jovencita, yo creo de unos 19 años. Seguro que era cubana. La envolvimos en un papalote, la lona de una tienda, y la amarramos muy bien de acá y de acá -dice señalando la cintura y los tobillos- y nos fuimos corriendo porque nos ganaba el huracán. Estaba recién muerta, porque la toqué y estaba suavecita."
Víctor, que es algo así como el cronista de Holbox, ya nos había contado que, cuando las 10 o 15 personas que se quedaron por su cuenta y riesgo en esta isla vieron el cadáver, dudaron sobre su género. "Tenía los pechos muy chiquitos, y dentro del calzón tenía un bulto. Cuando el soldado le rompió el calzón, vimos que la arena se le había metido y que era mujer. Tendría unos 20 años. Era muy bonita, seguro que era cubana, de gran belleza; daba mucha tristeza, en medio del desastre, ver esa belleza muerta."
El peor momento que vivimos en Holbox por el huracán duró interminables seis horas en las que Wilma golpeó desde el noreast", según el marinero. Vecinos de los que se quedaron salieron a ver qué había pasado. Saturnino y Vicente, cada quien por su lado, fueron a buscar los restos de la náufraga. Ya no estaba. Saturnino y su compadre buscaron por los patios de las casas, "sabía que por ahí andaba, pero durante horas no la pudimos encontrar", cuenta casi a gritos para superar el ruido de la lancha.
Víctor, laudero del pueblo y maestro de muchas cosas -quien perdió por completo sus herramientas y su taller-, asegura que la segunda crecida de la marea rompió las ataduras del cuerpo de la difunta y ,"lo que son las cosas, se lo fue a aventar a la posta de los marinos".
-Como no encontrábamos el cuerpo, decidimos irnos a comer algo al Carioca, sigue Víctor; su dueño todavía podía preparar algo de comer. Venía un señor por las calles buscando entre la arena revuelta una botella de refresco o de agua para tomar. Y vio una mano. Nos gritó y fuimos con él. Debajo de anuncios y maderas estaba la muchacha, pero ya no estaba tan bonita; tenía cortadas en la cara y el cuerpo, y estaba golpeada. La cargamos y la dejamos en la alcaldía. Al otro día me vino a buscar el teniente y me dijo: "oye, Saturnino, tú que no le tienes miedo a los muertos, ven y ayúdame con la muchacha ésa". Yo le dije: "consígame un tambo para meterla", y así le hicimos entre mi compadre, yo y los marinos. La metimos, rellenamos el tambo con arena y le pusimos, con unos palos, una cruz, para que la gente supiera que había un muerto ahí.
Vicente se revuelve de coraje cuando lo recuerda. "Estos canijos... era el quinto día, y todavía la tenían en el bote, porque no llegaba el Ministerio Público. Ya escurría y todo. Nos juntamos un grupito y le fuimos a decir a los soldados que ya la enterraran aunque no llegara el Ministerio Público; ya no se aguantaba la peste. Yo sentí una tristeza grande, grande, viendo mi pueblo todo patas arriba, pero lo que más me daba tristeza era ver a esa muchacha, tan joven y tan bonita, ahí muerta en el tambo. Luego ya se la llevaron por ahí y la enterraron, y nunca supimos quién era. Dijeron que la balsa había llegado a Cabo Catoche y que uno se había quedado ahí, pero que los demás qusieron seguir.
"A mí y a mi compadre nos avisaron -cuenta Saturnino mientras el agua salta por los costados del bote- que la lancha de los cubanos andaba por ahí, encallada, pero nadie la quería ir a recoger. Yo y mi compadre fuimos y nos la trajimos. La puse ahí enfrente de mi casa. Nosotros sabemos cuándo es una lancha cubana y cuándo es una de las de nosotros, porque han llegado por acá algunas de los balseros."
Otro cadáver también apareció en la laguna entre Holbox y Chiquilá, dicen que también de un cubano. Encalló en los bajos de la laguna. "Ahí estuvo un buen rato", contó un pescador de Chiquilá. "Nadie quería recogerlo, hasta que algunos compañeros se animaron y se lo trajeron acá. Parece que era compañero de la difuntita de Holbox."